Crítica: Faltó la referencia a Pollini; Argerich y Goerner en el Auditorio Nacional
FALTÓ LA REFERENCIA A POLLINI
Obras de Mozart, Debussy, Milhaud y Rachmaninoff. Martha Argerich y Nelson Goerner, pianos. Fundación Scherzo. Auditorio Nacional. Madrid, 1 de abril de 2024
Este concierto de Argerich y Goerner sustituía al previsto de Pollini, recientemente fallecido, y el mismo programa de mano lo anunciaba como “En memoria de Maurizio Pollini”. Sin embargo, no hubo más recuerdo a él en voz alta que el de un espectador, probablemente cabreado ante tanta falta de sensibilidad, que gritó: “Por Pollini”. Eso sí, mucho echamos de menos en pensamiento que ambos artistas hiciesen una referencia al gran pianista desaparecido.
Tiene mucha razón Ortega Basagoiti en sus magníficas notas al programa: “Superdotados, brillantes en sus interpretaciones, de temperamentos poderosos pero diferentes: decididamente objetivo, considerado incluso frío por algunos, Pollini; definitivamente individual, magnética, de singular vibración, Argerich. Versátiles ambos. Uno no piensa que entre Pollini y Argerich, más allá de la excelencia técnica, haya muchas conexiones”.
Hubo algunas, como el concurso Chopin que ambos ganaros, Pollini en 1960 y Argerich en 1965 y ambos estudiaron con Benedetti-Michelangeli, intensamente él y brevemente ella. También que ambos amaron a Chopin y tocaron con frecuencia a Mozart y Debussy. Hubo sendas piezas de estos dos últimos en este concierto, al que se añadieron una de Milhaud y otra de Rachmaninoff, quien no interesó a Pollini y, como el tercer número de “Ma Mère l’Oye” de un Ravel, que tampoco frecuentó el italiano. Además “Laideronnette, Impératrice des pagodes”, para piano a 4 manos, y “Bailecito” de Carlos Guastavino.
Argerich, que lleva admirablemente sus 83 años -Pollini era un año menor-, hace décadas que abandonó los recitales en solitario para apoyarse en la compañía de otros pianistas, músicos de cámara u orquestas. No obstante, ¡qué menos que ella, que era la gran artista de la velada, o ambos por separado hubiesen tocado un Chopin dedicándoselo con palabras a Pollini! Quien escribe no podrá olvidar jamás la primera vez que escuchó al maestro. Fue en Múnich en los primeros setenta y, de propina, prolongó el recital en una hora con casi todos los nocturnos. Pero no pudo ser y habrá muchas interpretaciones al hecho.
Por lo demás, un programa popurrí, en el que Argerich lució su técnica y temperamento en el espacio que le dejó Goerner, con frecuencia avasallador en el sonido, hasta el punto de casi aporrear al piano en el Allegro de la Sonata en Re mayor K. 381 para piano a cuatro manos mozartiana. Sucedió con cierta frecuencia, si bien es verdad que hubo momentos equilibrados y de gran belleza, como el Minueto de la Petite Suite para piano a cuatro manos L. 65 de Debussy.
Finalizaron con las Danzas Sinfónicas para dos pianos op. 45 del citado Rachmaninoff, quien escribió ésta, su última obra importante, en el verano y otoño de 1940 en su casa de verano de Long Island mientras estaba de vacaciones tras un ajetreado programa de conciertos. Al mismo tiempo escribió el arreglo para dos pianos, mostrando su increíble capacidad para hacer sentir a toda la orquesta en sólo dos instrumentos. Argerich y Goerner también fueron capaces de esto último. Gran triunfo de ambos y una gran ausencia en el escenario.
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