Crítica: Un Bach de referencia. El Bach Collegium Japan en la Quincena Musical de San Sebastián
UN BACH DE REFERENCIA
Bach: Cantatas BWV 20, 94, 93 y 78. Carolyn Sampson, soprano, Alexander Chance, alto, Benjamin Bruns, tenor, Christian Immler, bajo. Bach Collegium Japan– Director: Masaaki Suzuki. Quincena Musical de San Sebastián. Auditorio Kursaal, 11 de agosto de 2024.
Un buen concierto que nos sumergió en las no siempre conocidas y bien dispuestas aguas del inconmensurable océano de las cantatas de Bach. Las líneas caracoleantes, los pasajes melismáticos, la instrumentación, el clima sonoro de estas obras tiene una característica y muelle apariencia, cálida y emotiva; hay en ellas un propósito redentor que atrapa y que obliga a los intérpretes a una aproximación muy especial, con los sentidos muy despiertos y atentos. No hay duda de que en el caso que nos ocupa eso se produjo de la mano del clavecinista, organista y director japonés Masaaki Suzuki (Kobe, 1954).
Este músico ha sido capaz de organizar y montar en su ciudad natal una orquesta y un coro a los que ha insuflado las más puras esencias emanadas de una tradición que se remonta a principios del siglo XVIII y que han reverdecido en este tiempo, a partir fundamentalmente de los años sesenta de la pasada centuria, gracias a los trabajos de esforzados músicos y estudiosos como Nikolaus Harnoncourt, Gustav Leonhardt o Ton Koopman. Fue precisamente con este último con quien Suzuki comenzó a descubrir ese mundo, al que se sentía atraído tras sus juveniles experiencias frente al órgano.
No fue raro por ello que diera el salto a Europa para profundizar en el estudio y conocimiento de una disciplina que era su vida y que tenía en el viejo continente sus raíces. Fue entonces cuando se produjo el bienhechor encuentro con Koopman, en el Conservatorio Sweelink de Ámsterdam. El músico holandés le puso al día en la técnica y en el estilo del clave barroco, mientras que, en el mismo centro, Piet Kee lo adiestraba en el perfeccionamiento del órgano. Después de unos años como docente en Duisburgo regresó a su país y fundó en 1990 su Colegio Bach.
La línea estilística de Suzuki mana de la de Koopman, a la que el músico nipón, sin perder esa luminosidad y vitalidad características, suma finura, transparencia y nitidez conceptual. Un acercamiento tan fiel y medido como alado y ligero, aproximación que no hace perder dramatismo a la música, que por el contrario sale reforzada gracias a una detallada, minuciosa y casi maniática reproducción de los textos de cantatas o pasiones.
A Suzuki le parece muy natural, y es lógico que así sea, que se establezca una relación recíproca entre la pronunciación del alemán y la articulación de los instrumentos barrocos. El sorprendente artista inició hace años, de la mano del sello sueco BIS, una ya larga trayectoria discográfica en la que entran la totalidad de las Cantatas.
Todo ello quedó claro en este concierto en el que se interpretaron cuatro de esas obras. En la nº 20, de once movimientos, pudimos apreciar ya desde su mismo comienzo el empaste, la afinación, la presteza en la respuesta de los diecisiete coristas a los que se añadieron, en un bloque muy sólido, los cuatro solistas vocales. El tenor, el ligero y bien dispuesto, homogéneo y discreto Benjamin Bruns, fraseó siempre con intención y calor, aunque en determinadas ocasiones, así en su aria de la Cantata 78, “Das Blut, so meine Schuld durchstreicht“, trastabilló y perdió comba, desentonando y descuadrándose.
Atractivo y dulce el colorido de la soprano Carolyn Sampson, experta y veterana ya, cssi una histórica, en estas lides, que dijo, con un caudal modesto, reguló y matizó con finura. Se exhibió con arte exquisito en el aria “Ich will auf den Herren schaun“ de la BWV 93 y dijo, junto al contratenor Alexander Chance el dúo “Wir eilen mit schwachen, doch emsigen Schritten“ de la nº 78, esa alegre y saltarina pieza con chelo “obbligato“.
Bravo por el solista Emmanuel Balssa. Por su parte Chance, de timbre ligero y escaso volumen, dibujó con elegancia sus solos, mientras el bajo Christian Immler puso de manifiesto su clase en todas sus intervenciones, fraseando con gusto, diciendo con expresión y saliendo airoso de algunas notas muy graves, aunque realmente es más bien un barítono de timbre bruñido.
Solistas instrumentales excelentes, en especial la muy menuda flautista Yoko Tsuruta y el trompetista Jean-François Madeuf. Todo, o casi todo, estuvo en su sitio y el público, que distaba de colmar la sala grande del Kursaal, aplaudió de lo lindo. Suzuki dirigió, como es su costumbre, sin batuta, de manera mesurada y elegante. No hubo bises.
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