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Por Publicado el: 25/09/2019Categorías: En vivo

Crítica: Barenboim y Volle, grandes en la Valkyria berlinesa

DIE WALKÜRE (R. WAGNER)

Staatsoper de Berlín. 22 Septiembre 2019.

Hemos asistido a una excelente representación de esta ópera. Ha contado con una magnífica dirección musical, un destacado reparto vocal y también la producción escénica ha superado el nivel un tanto bajo que había dejado en el Oro del Rhin.

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Escena

En cuanto a la producción escénica de Guy Cassiers, hay que decir que en esta ocasión no habido danza en el escenario y hemos pasado de lo malo (Rheingold) a lo aceptable en este caso. En conjunto me ha parecido una producción un tanto híbrida, entre modernismo y pura tradición. Incorpora proyecciones de vídeo más frecuentes que en Rheingold, aunque no ofrecen mucho interés. En general, la producción es muy oscura, especialmente el último acto y la iluminación de Enrico Bagnoli deja que desear. La escenografía se debe al propio Guy Cassiers y a Enrico Bagnoli y no es particularmente atractiva. Un cubo traslúcido y cerrado en el primer acto como habitaciones de Hunding, un arranque del segundo acto con un grupo escultórico de caballos, que desaparecen a continuación, resultando bien conseguida la escena del anuncio de la muerte de Siegmund. El tercer acto resulta poco atractivo, particularmente lo relativo al Fuego Mágico, resuelto con unas luces rojas que bajan del techo, como si Brünnhide estuviera en una sesión de rayos UVA. El vestuario de Tim Van Steenbergen en el caso de Fricka y las Valquirias me recuerda a los modelos recargados que suele ofrecer Christian Lacroix. Durante el monólogo de Wotan hay una esfera elevada que gira con rapidez y de donde se han eliminado las imágenes que anteriormente se proyectaban. La dirección escénica no aporta nada de particular, pero narra la trama de manera correcta.

Musicalmente, hemos asistido a una de las mejores representaciones de esta ópera que me ha tocado vivir en vivo y en directo. No cabe duda de que el gran responsable de ello ha sido la figura de Daniel Barenboim, que se puede decir que se ha reivindicado como uno de los grandes directores wagnerianos de la actualidad. Su lectura fue magnífica, especialmente un excepcional segundo acto, pero también toda la segunda parte del último acto. Si me tuviera que quedar con algo para la famosa isla desierta, me quedaría con el Anuncio de la Muerte de Siegmund, pero también con la escena final de Wotan y Brünnhilde, incluyendo el Fuego Mágico. El primer acto tuvo indudable calidad, pero sin alcanzar las cotas que vendrían a continuación. Los tiempos fueron un tanto lentos, pero la emoción y la profundidad existieron y eso cambia totalmente las cosas. He asistido a otras representaciones de esta ópera con mayor duración musical, incluyendo a Gergiev, Mehta y Nagano. A las órdenes de Daniel Barenboim estuvo una Staatskapelle Berlín que ofreció un sonido excepcional, demostrando que es una de las mejores orquestas del mundo y, especialmente, en foso.

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Escena

Como en el estreno de esta producción en Berlín hace 8 años, Brünnhilde volvió a ser interpretada por la soprano sueca Irene Theorin. Nuevamente, ha ofrecido sus virtudes y defectos de otras ocasiones. Entre los primeros, se puede señalar su voz amplia y adecuada a las exigencias de una soprano dramática, además de sus buenas dotes como intérprete. Entre sus defectos habituales están sus notas altas gritadas, aunque debo decir que en esta ocasión han sido menos que otras ocasiones. Sin ello, sería una Brünnhilde excepcional.
Volvimos a tener la fortuna de que Michael Volle no cancelara como Wotan, como ocurriera hace 3 años, y la verdad es que no es fácil encontrarle un sustituto. Seguramente, estamos ante uno de los mejores, si es que no es el mejor en absoluto, de los posibles intérpretes de Wotan en la actualidad. Me preocupaba que pudiera notarse que había cantado también el día anterior, pero afortunadamente no fue así. Su actuación fue magnífica de principio a fin, destacando su monólogo en el segundo acto y todo el enfrentamiento con Brünnhilde en el tercero. Está en un momento vocal muy dulce y todos disfrutamos con ello.
Anja Kampe ha sido siempre Sieglinde en esta producción en Berlín y ha vuelto a repetir su intensa interpretación. Intachable en cuanto a intensidad vocal e interpretativa, pero sus notas altas están comprometidas, aunque quizá menos que otras ocasiones anteriores. Es una gran artista siempre en escena.

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Escena

El tenor neozelandés Simon O’Neill también es un fijo en esta producción y su Siegmund resultó convincente. La voz no tiene demasiada calidad, al menos para mi gusto, y hay sonidos nasales en ocasiones, pero tiene poderío suficiente para superar las dificultades del personaje. Se lució en los Wälse, wälse, que en su caso fueron casi interminables.
Ekaterina Gubanova es otro valor fijo de esta producción y lo hizo de manera destacable como Fricka, mejor que en ocasiones anteriores, cantando con gusto e intención.
Falk Struckmann no me convenció como Hunding. Tiene tablas, pero vocalmente sigue siendo un barítono y Hunding necesita una voz de auténtico bajo. Mucho me habría gustado que su puesto lo hubiera ocupado el incombustible Matti Salminen,
El grupo de Valquirias lo hizo bien. Eran Christiane Kohl (Gerhilde), Vida Mikneviciute (Helmwige), Anja Schlosser (Waltraute), Natalia Skrycka (Schwerleite), Anna Samuil (Ortlinde), Julia Rutigliano (Siegrune), Anna Lapkovskaja (Grimgerde) y Dshamilja Kaiser (Rossweisse).
La Staatsoper Unter den Linden había agotado sus localidades y el público mostró su entusiasmo con la representación tanto al final del segundo acto como al final de la representación, recibiendo las mayores ovaciones Daniel Barenboim y Michael Volle.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 5 horas y 8 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 50 minutos, sensiblemente igual a la de la última vez con Barenboim en el Teatro Schiller. Diez minutos de aplausos, que son más de lo que parece, ya que en los saludos finales no están como solistas sino Sieglinde, Brünnhilde y Wotan.
El precio de la localidad más cara era de 212 euros, habiendo butacas de platea desde 147 euros. La localidad más barata costaba 44 euros. José M. Irurzun
Fotos: M. Rittershaus

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