Crítica: Beethoven incontable
Beethoven incontable
CONCIERTO ORQUESTRA DE LA COMUNITAT VALENCIANA. Manfred Honeck (director). Programa: Obras de Beethoven (Primera y Quinta sinfonías). Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.100 personas. Fecha: viernes, 18 junio 2021 (repetido ayer sábado).
¡Qué privilegio y qué frustración! Privilegio de tener la oportunidad de contar al lector el Beethoven que se sintió y vivió el viernes en el Auditori del Palau de les Arts. Frustración de no tener el talento para hacerlo más allá de cuatro superlativos y lugares comunes. Los “magnífico”, “increíble”, “memorable” se tornan tan huecos y vacíos como casi siempre. Tiene razón Barenboim cuando dice que “es casi imposible hablar de música, pero de lo que sí se puede hablar es de su percepción”. Y eso, más que una crítica, es lo que son estas líneas conmovidas, entusiasmadas y melómanas, surgidas a bote pronto, tras el debut del maestro austriaco Manfred Honeck (1958) al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. En los atriles, un monográfico Beethoven con sus sinfonías primera y quinta.
Manfred Honeck, titular desde 2007 de la Sinfónica de Pittsburgh, ha llegado al podio de la OCV con la credibilidad de quien es uno de los grandes de la dirección de orquesta contemporánea. Con un Beethoven rumiado durante años, cercano y sin complejos. Propio. Vivo y lento. Extremo. Natural y transparente. De fuerza telúrica y, al mismo tiempo, de delicadezas tan extremas como sus dinámicas. Musculoso, amplio, caudaloso, abrupto, diáfano y exquisito. Decididamente romántico, con una cuerda generosa que irritaría a los puristas e historicistas, y con detalles tan particulares como la lenta cadenciosidad con la que Honeck enuncia el famoso “Tema del destino” de la Quinta sinfonía, que establece una dualidad de sentimientos, casi bipolar, con el ímpetu rítmico con que expresa los amplios desarrollos. Un Beethoven ante el que, aún en el posible desacuerdo, es imposible sustraerse a su rotundidad, lógica y sentido.
Nada es superficial, caprichoso ni forzado. Beethoven surgido de la tradición heredada y asumida, pero también de la identidad propia de un maestro que, como tal, firma su propia versión. Y lo hace con franqueza y convicción emanadas del conocimiento y de la convivencia con pentagramas que le han acompañado desde siempre. El crítico recuerda su Quinta del Festival de Lucerna, con la Filarmónica de Oslo (18 agosto 2020): el mismo impacto, idéntica sorpresa ante un Beethoven que en sus manos aparecía ya entonces abiertamente convencido de sí mismo, afirmado sin ambages en su genio nuevo y rotundo. Sin incertidumbres ante un mundo diferente, que anuncia y anticipa el “Todos para uno, uno para todos” que cien años después glorificaría Eisenstein en Acorazado Potemkin… Un tiempo de rechazo al pasado y de entusiasmo ante lo que se avecina.
Honeck reivindica este Beethoven hijo de 1789, al revolucionario que compone Fidelio y la fraternal Novena sinfonía, precisamente la obra que tendría que haber dirigido de no haber existido la huelga del Cor de la Generalitat. Que las aguas vuelven a su cauce -fraternidad, generosidad y justicia- y el maestro austriaco pueda retornar pronto a València para, ¡por fin!, dirigir una Novena de reconciliación y júbilo, para celebrar que el Cor de la Generalitat haya encontrado por fin la “estabilidad” que tan legítimamente reivindica en las octavillas que sus huelguistas entregaron al público que accedía al concierto.
Asombra cómo un maestro puede transfigurar una orquesta en apenas unos ensayos. La Orquestra de la Comunitat Valenciana se contagió del brío, cercanía y tradición que emanaba el maestro. Impresionaba ver la respuesta inmediata y casi siempre perfecta de unos músicos entregados y encendidos por la energía, precisión, sabiduría e inspiración del podio. Entrega e involucración absolutas y sin reservas. El escenario echaba tanto fuego como emoción, tanta delicadeza (pianísimos al límite) como sutileza y sentido orgánico. Todas las intervenciones de secciones y solistas, alcanzaron la excelencia. Algún que otro desliz de un trompa en la Primera sinfonía en absoluto enturbiaron tanta perfección. Flauta, oboe, clarinete y el fagot espectacular de Salvador Sanchis destacaron tanto como una cuerda sin precedente en el sinfonismo español. Imposible no aplaudir con decidido entusiasmo los timbales de Gratiniano Murcia, artista coprotagonista, soporte e impulso cómplice de este Beethoven incontable. ¡Qué maravilla la música! Justo Romero
Publicado en el diario Levante el 20 de junio de 2021.
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