Crítica: Beethoven desde el alma de Yurovski y la Filarmónica de Londres en el Palau de la Música de Valencia
Beethoven desde el alma de Yurovski y la Filarmónica de Londres
TEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Beethoven (Obertura Coriolano. Quinta Sinfonía) y Schumann (Concierto para violín y orquesta). Orquesta Filarmónica de Londres. Solista: Vilde Frang (violín). Director: Vladímir Yurovski. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.790 espectadores (lleno). Fecha: martes, 8 abril 2025.

Vladímir Yurovski al frente de la Filarmónica de Londres
Daba gusto ver la Sala Iturbi llena hasta la bandera para gozar un programa alemán de intensos aromas románticos. En los atriles, Schumann y la Quinta de Beethoven: la sinfonía de las sinfonías, obra angular del repertorio sinfónico, que, paradójicamente, en la actualidad se programa casi de higos a brevas. Quizá por la cosa historicista y sus monsergas. A este paso, acabaremos escuchando la música de Stockhausen, Boulez & Cía. con cachivaches “de época”. Fue un concierto excepcional, no ya por el programa en sí -que también-, sino sobre todo por la formidable forma lucida por una Filarmónica de Londres en estado de gracia y el gobierno, en verdad maestro, de Vladímir Yurovski.
Moscovita de 1972 y figura puntera de la dirección contemporánea, Yurovski entiende a Beethoven sin complejos ni miramientos. Como le sale del alma y de su bien cuajado entendimientos musical. Desde luego más cercano a la gran tradición beethoveniana de los grandes maestros del siglo XX (desde Nikitsch a Masur, con referencia siempre a los clásicos Furtwängler, Szell, Karajan, Böhm, Sanderling o Haitink), que a las corrientes ¿aún actuales? Que avivan tempi, adelgazan sonoridades, temperan vibratos y articulación, y podan devaneos métricos.
El Beethoven de Yurovski escucha a esos maestros sin hacer oídos sordos a los historicistas, pero tiene la lucidez y honestidad de, al final, después de la digestión, hacer lo que realmente le sale del alma. Un alma apasionada, directa, sin rodeos; franca y transparente como el agua de un arroyo en primavera. Vibrante y vehemente. Incandescente y de contrastes. De vitalidad que contagia y emociona. De verdad que traspira en cada nota y frase.
Emociona y estimula escuchar este Beethoven genuino empeñado en ser él mismo. Ni joven ni viejo. Ni moderno ni antiguo. Natural, directo. Vital y hondo. La propia música, “conducida” por Yurovski, impone ley y estética. La cuerda de la Filarmónica de Londres, con plantilla precisa y bien ajustada, sonó corpulenta y musculosa, sin empañar por ello unos pianísimos pegados al silencio y legatos de cortar el aliento.
Las maderas -salvo el horror del desafinado flautín al final de la Quinta– cargadas de bellezas y colores; como las trompas, absolutamente memorables toda la noche, que junto con unas trompetas -naturales- y timbales de tripa, redondearon una sonoridad ideal que marca referencia. Fue la mejor Filarmónica de Londres que uno puede imaginar, que hace verdad lo que dice el programa de mano: “Una de las mejores orquestas de la escena internacional”.
Antes, en la primera parte, la obertura Coriolano dicha desde los mismos presupuestos y la “inspiración” de la que escribe Joaquín Guzmán en las notas al programa, y el “en cierta forma infravalorado” Concierto para violín de Schumann, dignificado y argumentado con razones por el violín apasionado, perfecto y detallista de la noruega Vilde Frang.
Éxito de todos en noche de gloria para el Palau de la Música y, sobre todo, para la propia música. Redondeado por las propinas de la bienhumorada “Giga senza basso”, de la Sonata para violín solo, en re menor, de Antonio Montanari, y la beethoveniana obertura Las criaturas de Prometeo. Al salir del Palau, la felicidad de la música se divisaba en la cara de cada espectador ¡Maravilla!
Publicado el 9 de abril en el diario LEVANTE
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