Veni, vidi, vici

TEMPORADA 2023-2024 PALAU DE LA MÚSICA. Orquestra de València. Thomas Dausgaard (director). Benjamin Beilman (violín). Programa: Obras de Bartók, Glazunov y Chaikovski. Lu­gar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: 1400 personas. Fecha: viernes, 19 enero 2024

Benjamin Beilman y Thomas Dausgaard

“Veni, vidi, vici”. Como un nuevo Julio César del siglo XXI, el violinista estadounidense Benjamin Beilman (Washington, 1989) llegó, convenció y triunfó en su debut en el Palau de Música, junto a la Orquestra de València. Lo hizo con una versión cargada de ideas y virtuosismo del infravalorado Concierto para violín de Glazunov, coronada con el regalo de un quieto y solitario Bach que dejó a todos envueltos en esos fascinantes y raros silencios tan reveladores de que el Arte con mayúscula reina en la sala. Beilman llegó recomendado y propuesto por el maestro danés Thomas Dausgaard (1963), quien brindó un cuidadoso e implicado acompañamiento. Antes y después, su dirección heterodoxa se volcó en una vibrante y contundente lectura de la Suite de danzas de Bartók,  y una transparente Cuarta sinfonía de Chaikovski empeñada en contrastar sus aristas más íntimas y extremas.

Dueño de una carrera joven pero que ya ha triunfado junto con algunas de las mejores orquestas y maestros actuales, Beilman y su arte violinístico se distinguen por el temple, veracidad y una naturalidad que realza un virtuosismo limpio de artificios y recovecos. Incluso ante una obra tan infrecuente y marcada por las versiones tempranas y señeras de David Oistraj, el nuevo as del violín asume y plantea el Concierto de Glazunov con cercanía, ardor y determinada fidelidad. La afinación es tan precisa como el ancho fraseo del arco y la ecléctica claridad que lo gobierna. Lírico y rotundo. Artista profuso de ideas  y violinista mayúsculo, convirtió la larga cadencia en convergencia y punto culminante, y destacó en ella, como apunta César Rus en las notas al programa, “el elegante uso de las dobles cuerdas  en particular para el empleo del contrapunto”. Obtuvo un éxito categórico,  merecido y muy bienvenido. ¡Para volver lo antes posible!

Director sin batuta y gesto grande  y caluroso, en ocasiones casi volcánico, más expresivo que exacto o claro, Dausgaard pinta la música sin importarle tanto el detalle milimétrico. Convierte así la expresión y sus sensaciones en clave y motor inspirador. De ahí, la riqueza musical y elocuente calado de sus versiones singulares, tanto de Bartók, que se sintió subrayado en sus acentos rítmicos y evocaciones populares, como de un Chaikovski llevado al límite, desnudo y apasionado sin complejos. Con pasajes casi camerísticos y otros de ardoroso ímpetu romántico.

Con su mímica genuina y libre, y sin batuta como él, Dausgaard casi casi recordaba al ya eterno Temírkánov. La Orquestra de València se involucró sin reservas en las maneras y modos del veterano y singular maestro invitado, lo que no impidió que, en versión tan desnuda y luminosa, asomaran consabidas carencias e imprecisiones, como en los “obstinados” pizzicati del Scherzo. Tampoco maderas y trompetas tuvieron su mejor día. Sí trombones, timbales y percusión, y, desde luego, la concertino invitada, la hispano-estadounidense Heidi Hatch. Un lujo a todas luces. Justo Romero.

Publicado en el diario Levante el 21 de enero de 2024.