Crítica: Biondi en el Palau de Valencia
A Júpiter
Programa: Johann Sebastian Bach: Conciertos de Brandemburgo números 1, 2 y 3. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director: Fabio Biondi. Lugar: Palau de les Arts (Espai Los Toros). Entrada: Alrededor de 170 personas (Prácticamente lleno). Fecha: Domingo, 11 marzo 2018.
Justo Romero. El conjunto de los Conciertos de Brandemburgo de Bach constituye uno de los grandes hitos instrumentales barrocos, y el más popular junto con las Cuatro estaciones de Vivaldi. Fabio Biondi (Palermo, 1961) ha decido ofrecer en el Palau de la Música los seis conciertos brandemburgueses compuestos de manera independiente entre los años 1718 y 1720, y ulteriormente –en 1721- agrupados y publicados por Bach en un único volumen en base a su condición de ejemplos de “seis diversas maneras de componer concerti para varios instrumentos”. Programarlos, como ahora se ha hecho, en un ciclo de música de cámara para así evitar que estas actuaciones sean contabilizadas administrativamente como “servicios de orquesta” es un error que va contra la propia idiosincrasia musical de estos “concerti grossi”, y que además falsea su realidad y naturaleza.
En la primera de estas dos nada camerísticas jornadas –la próxima será el 6 de abril- se han escuchado los tres primeros en el Espai de los Toros del Palau de les Arts, un lugar tan sugestivo como antimusical, que mermó la recepción de las calidades de una reducida Orquestra de la Comunitat Valenciana en la que brillaron con específico énfasis el trompeta Rubén Marqués en su fundamental cometido en el Segundo concierto, así como el trompa Bernardo Cifres y el oboe Christopher Bouwman en el Primero. Incomprensible la omisión en el programa de mano de la fagotista que tocó con indudable notabilidad.
Alejado del mundo extraño de la ópera, Biondi se encuentra como pez en el agua con su violín y junto a tan selecto grupo de estupendos músicos haciendo repertorio barroco. Zapatero a tus zapatos. Con criterio, naturalidad y su bien conocida calidad instrumental con el violín -también con el “violino piccolo” en el Primer concierto-, el palermitano cargó el pentagrama de carácter, sabor y viveza, con tiempos generalmente animados –acaso en exceso para la reverberante acústica- y unos contrastes dinámicos que, aunque bien concertados, quedaron bastantes desdibujados por la deficiente acústica. La acústica y el inexistente aislamiento de la equivocada sala fueron culpable de que las conocidas claridades instrumentales de los profesores de la orquesta titular del Palau de les Arts se percibieran enturbiadas con los ruidos que se colaban del exterior, desde el viento al del tráfico. Mudos casi quedaron el clave de la italiana Paola Poncet (acompañante habitual de Biondi: ¿había que traer a Valencia una instrumentista desde Italia para tocar el clave en los Conciertos de Brandemburgo?) y la flauta dulce del checo afincado en Italia Petr Zejfart, también colaborador frecuente de Biondi. De seguir así las cosas, los buenos músicos españoles tendrán que emigrar a Júpiter.
Publicada en El diario de Levante el 13-03-2018
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