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Por Publicado el: 30/03/2019Categorías: En vivo

Crítica: Biondi, Monteverdi y otros

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Europa Galante y Fabio Biondi

EUROPA GALANTE CON FABIO BIONDI

Biondi: Montevaldi y otros

Obras de Castello, Monteverdi, Farina, Purcell y Frescobaldi. Ian Bostridge (tenor). Europa Galante. Director musical: Fabio Biondi. Auditorio Nacional, Sala de Cámara, Madrid. 20-III-2019

El arte de programar es más complejo de lo que tiende a pensarse. Si exceptuamos los programas con una sola obra o un marco temporal estrecho, el resto de conciertos han de jugar con distintos estilos, conceptos, formaciones y disposiciones. El hecho de que, en último término, todos los compositores de la historia hayan hablado de los mismos conflictos ayuda, y se puede trazar un itinerario multiforme sin hacer impracticable casi ninguna ruta a poco sentido de la transversalidad que se tenga. Otra cosa es que ese itinerario funcione con dinámica interna y un hilo dramático consecuente. La nueva visita de Biondi fue dejando de hacerlo a medida que avanzaba una velada centrada en la música teatral del Seicento y arropada por piezas instrumentales de la época. Un programa tótum revolútum que se ceñía más a vecindades temporales que a similitudes estilísticas.

Buena primera parte en lo instrumental, con sonido brillante, contrastes bien estructurados y los excesos propios de la extravaganza para las sonatas de Castello y el Capricciode Farina. El octeto se complementó con gusto entre el sentido del color de los graves (sobresaliente el contrabajo de Montero) y la imaginación lírica de los agudos, con Biondi a la cabeza. El centro neurálgico fue Il combattimento di Tancredi e Clorinda de Monteverdi, una ecuación irresoluble del canto en forma de retrato musical que Ian Bostridge afrontó con riqueza de matices y relativa desenvoltura técnica, a pesar de no ser una voz especializada.

La segunda parte fue donde comenzó a hundirse el castillo de naipes. Arrancó con el lamento fúnebre de Purcell a la muerte de la reina María (The Queen’s Epicedium), con la habitual implicación y entrega del tenor inglés, que aquí pareció olvidar la colocación de la voz en pro de la dramaturgia. Un salto arriesgado pero practicable. Fue con la vuelta a Monteverdi cuando se materializó la falta de conexión, máxime cuando parte de los ornamentos apuntaban más a la Venecia vivaldiana que a la de un siglo antes. Un interesante y anacrónico “Montevaldi”, con Bostridge más estrangulado y menos cómodo que en la primera parte. Entre Purcell y Monteverdi hubo una breve visita a Frescobaldi, resuelta con más sentido de la tímbrica que estilo.

Para acabar, un nuevo salto (en esta ocasión como guiño al pasado común entre Europa Galante y Bostridge) para aterrizar en un Bach bellamente italianizado que despidió con más colorido un concierto donde la suma de las capacidades técnicas no fue suficiente. Mario Muñoz Carrasco

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