Crítica: Madama Butterfly en el Liceo, 1º y 2º reparto
MADAMA BUTTERFLY (G. PUCCINI)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 15 Enero 2019.
Primer reparto: Butterfly pone el cartel de No Hay Billetes
Abre el año 2019 el Liceu con estas representaciones de Madama Butterfly, que vuelve al escenario del teatro tras una breve ausencia de 5 años y medio. Entonces se ofrecieron en dos periodos distintos hasta 4 repartos. Ahora serán 2 los repartos ofrecidos, aunque en el caso de la protagonista habrá 3, puesto que Ainhoa Arteta ha cancelado sus dos primeras funciones por enfermedad.
Mi primer comentario a la representación de la noche pasada es que se ha producido una especie de milagro. No diré que milagro artístico, pero sí popular o si prefieren económico. El milagro ha consistido en que se han agotado las localidades (lo que prácticamente se repite en todas las representaciones del título) y eso hace ya tiempo que no es habitual en Barcelona. La última vez que recuerdo que se agotaron las localidades fue en la Andrea Chenier del año pasado. Si entonces fue la presencia de Jonas Kaufmann en el reparto la razón fundamental del éxito económico, ahora hay que atribuírselo al título, ya que los cantantes no son lo que podemos llamar primeras figuras.
El Liceu nos ha ofrecido la misma producción que pudimos ver en la temporada 2012/2013. El espectáculo escénico se representó ya en la temporada 2005/2006 y es una coproducción del Liceu y el Covent Garden, donde ese estrenó en el año 2003, habiéndose repuesto en Londres en otras 4 temporadas adicionales, la última de ellas en el año 2017, donde obtuvo un gran triunfo Ermonela Jaho.
La producción lleva la firma de los franceses Moshe Leiser y Patrice Caurier, encargándose de la dirección en esta reposición Gilles Rico. El trabajo escénico es elegante y simple, con un escenario único, consistente en una habitación cerrada por paneles corredizos, que, al abrirse, ofrecen unas veces vistas de la bahía de Nagasaki y otras un cielo estrellado, o bien motivos florales. Esta simple escenografía se debe a Christian Fenouillat, contando con un adecuado vestuario de Agostino Cavalca y una correcta iluminación por parte de Christophe Forey.
La dirección escénica está muy centrada en los personajes y, particularmente, en el de la protagonista Cio Cio San. Si en el primer acto la acción es muy expositiva, sin adquirir grandes dosis de emotividad en el glorioso dúo que cierra el acto, la cosa mejora notablemente en los dos actos siguientes, especialmente en el último, para lo que ayuda mucho las dotes escénicas de la protagonista, en esta ocasión Lianna Haroutounian.
Es una producción simple, elegante y atractiva, que narra muy bien la trama y se ve con agrado. El único aspecto negativo de la producción es el hecho de ser muy abierta, lo que dificulta la proyección de las voces, lo que se ha notado en muchas ocasiones.
La dirección musical ha corrido a cargo del italiano Giampaolo Bisanti, que ha llevado la obra con mano segura y ofreciendo una lectura cuidada y matizada. Se trata de uno de los directores italianos más activos en los últimos tiempos, que volvía al Liceu tras su paso por este foso en Octubre de 2016, cuando dirigiera Macbeth. El mayor problema de su lectura ha estado en el excesivo volumen aplicado, especialmente considerando las características de la producción escénica. Fue buena la prestación de la Orquesta del Liceu. En cuanto al Coro, es bien sabido que en esta ópera no hay sino su intervención en el famoso Coro a Boca Cerrada, que se canta en interno. Me dio la impresión de que era más bien un coro a boca abierta.
No descubro nada diciendo que esta ópera se salva o se hunde dependiendo de la protagonista, la geisha Cio Cio San. Aquí ha estado interpretada por la soprano armenia Lianna Haroutounian, quien, si no me equivoco, hacía su debut en el Liceu. Su actuación ha sido convincente, aunque para mí no se trata de una intérprete excepcional en términos vocales. Su voz tuvo algunos problemas para llegar bien a la sala en el primer acto, mejorando en la continuación. Lo mejor de su instrumento está en el centro y en la parte superior, mientras que los graves son un tanto débiles, como lo han sido siempre. Como detalle adicional diré que se escapó del DO sobreagudo en la entrada de Butterfly en escena. Será optativo, pero no cabe duda de que quien lo tiene lo da.
Jorge de León fue Pinkerton, personaje que ha interpretado en numerosas ocasiones. Le he encontrado vocalmente mejor que en las últimas veces, ya que su incipiente vibrato resultaba más dominado. La producción y la dirección musical no le ayudaron a que su voz llegara con claridad a la sala.
El cónsul Sharpless fue interpretado por el barítono Damián del Castillo, que lo hizo de manera correcta. Su voz funciona bien, pero su volumen es una tanto limitado para un teatro grande, como es el Liceu.
Ana Ibarra fue una delicada Suzuki, que tuvo una buena actuación. Siempre me ha resultado esta cantante más bien una soprano corta que una mezzo soprano, pero en esta ocasión, las cosas funcionaron de manera correcta.
En los personajes secundarios el tenor francés Christophe Mortagne lo hizo bien en la parte del casamentero Goro. El barítono Isaac Galán fue un correcto Príncipe Yamadori. Resultó escaso Felipe Bou en la parte del Tío Bonzo, llegando su voz con dificultades a la sala. Adecuada, Mercedes Gancedo como Kate Pinkerton
En los personajes de contorno Eduard Moreno y Alejandro Llamas cumplieron con su cometido como Comisario Imperial y Oficial del Registro, respectivamente.
Como digo más arriba, el Liceu había conseguido colocar el cartel de “No Hay Billetes”. El público se mostró cálido con los artistas, especialmente con Lianna Haroutounian.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 51 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 16 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 306 euros. Las butacas de platea costaban entre 169 y 232 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 61 euros.
Segundo reparto: Cancela Ainhoa Arteta y triunfa Maria Teresa Leva
Estas notas corresponden al segundo de los repartos programados por el Liceu, que estaba encabezado por Ainhoa Arteta, quien debutaba en el personaje de la geisha. Hace ya unos días que la soprano guipuzcoana canceló las dos primeras representaciones (incluyendo la que ahora nos ocupa) debido oficialmente a una laringitis. Digo lo de oficialmente, porque los rumores que corrían ayer en el teatro eran de otra índole. Sustituir a una figura a última hora es siempre un problema y el Liceu lo ha resuelto bien con la italiana Maria Teresa Leva.
El resultado de la representación ha estado en línea con el del día anterior con el reparto principal.
Nada que añadir a lo dicho ayer sobre la producción de Moshe Leiser y Patrice Caurier, atractiva y con el problema de ser muy abierta y perjudicar la proyección de las voces en escena.
Giampaolo Bisanti volvió a ofrecer una notable lectura de la partitura, mejor que dirigiendo Verdi, con el único problema del exceso de volumen, teniendo en cuenta las características de la producción escénica.
Como digo más arriba, la defección de Ainhoa Arteta ha sido cubierta por la soprano italiana Maria Teresa Leva, que me ha producido una positiva impresión globalmente, aunque hay en su instrumento luces y algunas sombras. Su centro es un tanto reducido, salvo en la emisión en forte, donde las cosas mejoran, mientras que sus graves son muy débiles. Por arriba la voz se proyecta bien y tiene la virtud de saber apianar. La voz es atractiva y homogénea a lo largo de la tesitura. Como intérprete resulta adecuada, aunque no sea excepcional. En conjunto, es una buena Butterfly, aunque yo creo que vocalmente está un tanto al límite. Terminaré diciendo que tampoco ella fue al DO en la entrada de Cio Cio San en escena. Me sorprende que esté Aida en su repertorio.
Pinkerton fue interpretado por el tenor kosovar Rame Lahaj y la impresión es también positiva en su caso. La voz es atractiva y muy homogénea. No me resultó muy expresivo en su canto en el primer acto, con un dúo de amor poco efusivo por su parte. Me resultó mucho más interesante su actuación en el tercer acto, cantando con gusto y calidad el Addio fiorito asil.
Gabriel Bermúdez dio vida a Sharpless y creo que fue un error su presencia en esta producción. Nada que objetar a su musicalidad e interpretación, siempre intachables, pero es bien sabido que su voz es de tamaño reducido y en esta producción hay problemas serios para que llegue a la sala.
Buena impresión la dejada por la mezzo soprano lituana Justina Gringyte en la parte de Suzuki, con voz muy adecuada a las exigencias de la partitura y cantando con gusto y emotividad.
Goro fue en esta ocasión Moisés Marín y me resultó muy adecuado, corriendo la voz mejor que la de su colega Christophe Mortagne en el primer reparto.
El resto de los personajes fueron cubiertos por los mismos intérpretes que en el primer reparto y con resultado muy similares.
El Liceu volvió a agotar sus localidades, ofreciendo el público una cálida acogida a los artistas, especialmente a María Teresa Leva.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 50 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 16 minutos, exactamente igual que el día anterior. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 306 euros. Las butacas de platea costaban entre 169 y 232 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 61 euros. José M. Irurzun
Fotos: A. Bofill
Últimos comentarios