Crítica: Capella de ministrers. Evocando a Lucretia
Capella de ministrers
Evocando a Lucretia
Homenaje musical a Lucretia Borgia. Músicas renacentistas. Capella de Ministrers. Teatro Auditorio, 26 de julio de 2020. Festival de San Lorenzo de El Escorial.
Una versión reducida de Capella de Ministrers, constituida por el creador del grupo, Carles Magraner, vihuela de arco, Robert Cases, guitarra barroca, y Elia Casanova, soprano, rindieron un sabroso y variado homenaje a Lucrecia Borgia, hija de Alejandro VI, tres veces casada, con un marido asesinado y un hijo ilegítimo. Todo en solo treinta y nueve años y en pleno Renacimiento.
Magraner, siempre a la búsqueda de pentagramas ilustrativos, se basa en la música coetánea a Lucrecia y pretende mostrarnos su humanidad, intentando liberarla del cliché de mujer disoluta e incestuosa, sumergiéndola en el contexto histórico y en la vida cotidiana de su época. La certera selección de músicas nos sitúa en el contexto, pero no nos revela gran cosa respecto a las vivencias de la dama. En todo caso, con ellas se vive la fascinación de las cortes renacentistas italianas y evoca el nacimiento en Roma de este miembro de la tenebrosa dinastía. La vida de Lucrecia, que se extendió de 1480 a 1519, se instala de lleno entre la historia, el mito y la leyenda.
Las galanas y estilizadas piezas elegidas nos ayudaron a imaginar algunas de las peripecias de su vida y sobre todo disfrutar de los aires de danza, de las variaciones continuas de las melodías, de la vida que anida en todas ellas, desde las más delicadas hasta las más aguerridas, frutos de compositores como Joan Cornago, Tromboncino, Da Piacenza, Dalça, Rofino, Agricola y nuestros Luis de Milán y Diego Ortiz. Aparte unos cuantos anónimos. Saltarellos, Gallardas, Romanescas, Baladas, Pavanas, Folías y otros aires se dieron cita en la entretenida sesión, iniciada por todo lo alto con una anónima Baixa dansa, La Spagna, donde pudimos ya apreciar la alta calidad, sentido del ritmo, entonación, belleza sonora y ajuste de la vihuela y la guitarra.
Enseguida entró en liza la soprano Elia Casanova, que luce una voz clara, ligera, de impostación muy natural y pronunciación un tanto difusa. Hizo hermosos pianos, por ejemplo, en el anónimo Montecassino, ofrecido al final como regalo, y se lució en el tradicional La Dama d’Aragó. Siempre bien cortejada por los dos instrumentistas. Hubo en todo momento entendimiento y un perenne y contagioso sentido danzable, que animó de continuo el concierto, seguido con atención por el respetable que, al no editarse programas de mano, ha de leer en su móvil, caso de usarlo, o dejarse llevar por la música sin saber su procedencia, que a veces es la mejor manera de disfrutar. Las melodías rememorativas nos envolvieron y nos iluminaron en la oscuridad de la sala, ocupada, de acuerdo con las disposiciones sanitarias, en un 50 %. Arturo Reverter
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