Crítica: Carlos Mena y Samuel Maíllo en el Festival Bal y Gay
Ecos y resonancias en la basílica
Obras de Mazzocchi, Da Galiano, Monteverdi, Frescobaldi, Correa de Arauxo, Cesti, Ferrrari e Hidalgo. Carlos Mena, contratenor; Samuel Maíllo, clave. Basílica de San Martiño, 14 de agosto de 2022. Festival Bal y Gay.
Este concierto, en la acogedora acústica del templo de San Martiño, se acogía al título de “Bozes sul tasto” (Música italiana y española del siglo XVII), en el que se daban cita composiciones vocales e instrumentales acogidas a cuatro epígrafes: “Mezclado en lo que canto va lo que muero”, “Mi corazón, mariposa, arder en todas procura”, “A ser estrago nací” y “Ausentes sus ojos dicen cuanto relata su voz”. Un tan variado repertorio fue trabajado, ajustado y labrado de manera impecable por contratenor y clavecinista.
La voz de Mena, penumbrosa, resonante, tersa, cálida y expresiva, circuló por la nave con ecos misteriosos y maravillosos. Aladas vocalizaciones, sinuosas frases, misteriosos pianísimos nos envolvieron gratamente ya desde el mismo principio, en el que el cantante comenzó “a cappella” su actuación, de espaldas al altar mayor, en la misma entrada de la nave. Fue acercándose despaciosamente mientras de su garganta manaba ese sonido aterciopelado y bien timbrado de “mezzosoprano”. Un momento exquisito que fijó ya, desde un principio, la temperatura, la calidad y los senderos que habrían de surcarse en los próximos minutos.
Mena explicó brevemente los pormenores de cada uno de los apartados del concierto, poniéndonos en situación. Luego, sin solución de continuidad y ya con la voz del clave, “Io vidi in terra” de Da Galiano y la “ciaccona” “Voglio di vita uscir” de Monteverdi, con sus agilidades y contratiempos. En el segundo capítulo Maíllo, al principio algo tímido y cauteloso, empezó a mostrar su buen juego y clara digitación en una “Toccata prima” de Frescobaldi, en la que se enhebran diversos movimientos danzables. A continuación un anónimo, “Tanta copia de hermosura”, de escritura tendida y compás ternario, contemplativa y de expresividad lacerante, así en la exclamación “Arder!”. Mena mostraba en la pieza la solidez de su registro modal. Cerraba la parte un tono Humano: “De las luces que en el mar” de Juan Hidalgo, de aire curiosamente bailable, con la hermosa frase “Ay, qué desdicha!” como eje.
La tercera sección nos dejaba en primer lugar un tiento de Correa de Arauxo, muy bien tocado y con excelente digitación y reproducción de trinos por Maíllo; en segundo término los dos músicos nos obsequiaron con una pieza de fuste, un aria, “Andante-Allegro-Adagio”, de la ópera “Il pomo d’oro” de Antonio Cesti, una obra monumental estrenada en Viena en 1688 y que tuvo que representarse a lo largo de dos días, tal y como nos explicó el contratenor. La página –“Era la notte” (mismas palabras que las de una de las intervenciones de Iago en el “Otello” de Verdi)- fue espléndidamente fraseada y vivida. Un dramático tono humano para concluir esa tercera manga de la sesión: “La noche tenebrosa” de Hidalgo.
La “ciaccona” “Voglio di vita uscir” (idéntico texto que la cantada antes de Monteverdi) abría la sección conclusiva. En ella Mena lució su registro grave con la mayor naturalidad y expuso con gran delicadeza la suave parte final. Tras ella Maíllo expuso con destreza una Chacona anónima. El punto final estuvo en otra página de Hidalgo, el conocido tono humano “Ay que sí, ay que no”, en el que Mena se lució en unas agilidades casi perfectas aplicando su técnica reguladora de intensidades. Tras los muchos aplausos y bravos, dos bises: el lamento “Sé que me muero” –así, en castellano- de “Le bourgeois gentilhomme” de Lully y “De las luces que en el mar”, nuevamente de Hidalgo, un tono bailable con el que el cantante explicó una estancia de niñez en Galicia, evocada en la frase “Espumas cristalinas”. Éxito total. Arturo Reverter
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