Crítica: Chabacanería de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE en Vake
Chabacanería
TEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Brahms, Nielsen, Strauss y Borodín. Orquesta y Coro RTVE. Solista: Mónica Raga (flauta). Director: Christoph König. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.300 espectadores. Fecha: sábado, 26 abril 2025

La Orquesta y Coro RTVE en Valencia
Fue un concierto chabacano. No han aterrizado bien la Orquesta y Coro RTVE en su actuación el sábado en el Palau de la Música, con un programa sin ton ni son interpretado de cualquier manera. Una tarde de brocha gorda impropia de los abonados del Palau de la Música y de la propia historia y memoria de los músicos radiotelevisivos.
La Orquesta, que desde su fundación en 1965 lleva en su ADN la defensa de la mejor y más novedosa música española -defendida con ahínco hasta en los tiempos gloriosos de Markévich- no es hoy sombra de lo que fue. No solo por su a todas luces decrecido nivel técnico y artístico, sino sobre todo por una gestión artística y gerencial que parece empeñada en cargársela. Desde su sede antediluviana -el vetusto e imposible Teatro Monumental-, a una política de directores y solistas invitados a todas luces desacertada e impropia de la brillante trayectoria que hasta hace no tanto marcó el día a día de una orquesta que habita en el afecto de tantos españoles.
Y así, en esta coyuntura adversa, cuando está a punto de convertirse en sexagenaria, se ha embarcado en una minigira por las tres capitales de la Comunitat Valenciana. Con un programa gazpacho y chabacano, sin sentido dramatúrgico ni una puñetera nota de música española. Interpretaciones deficientes, como no podía ser de otra manera. Plantearse interpretar el Don Juan de Strauss con un reducido dispositivo de cuerdas (14 violines primeros, 12 segundos, 10 violas y etcétera) ya da cuenta del bajo nivel de rigor y exigencia artística.
Huelga comentar el desequilibrio en el balance orquestal en una versión más leída que interpretada, ajena a la enjundia narrativa y musical del retrato straussiano. Luego, en la búsqueda del aplauso fácil y decibélico, las atronadoras “Danzas Polovtsianas” de El Príncipe Ígor de Borodín, que fueron carminaburizadas por un maestro -el titular, Christoph König- empeñado en epatar. De hecho, lo consiguió ante un público distinto y poco exigente, que aplaudió a rabiar y a discreción. Ya saben…
Antes, en la primera parte, la solista de flauta de la Orquesta, la valenciana de Catarroja Mónica Raga, defendió con empeño, virtuosismo y buena letra el Concierto para flauta y orquesta de Nielsen, una obra que encanta a los flautistas pero a los demás nos deja tal cual.
Como aperitivo del gazpacho sin norte ni sur, sin este ni oeste, dos páginas sinfónico-corales de Brahms, tocadas y cantadas con las limitaciones obvias e imperfecciones -afinación, empaste, fraseo, equilibrio vocal- que hoy devalúan unos conjuntos que por historia y estatus merecen ser mucho más y mucho mejor de lo que hoy son, de lo que el sábado fueron en el Palau de la Música. ¡Ah!, al final y en línea con el tonillo popular de la tarde, regalaron el “Va pensiero”. Y todos contentos y felices. Pero no. Corren otros tiempos. También por las provincias.
Publicada en el diario LEVANTE el 28 de abril
Desde hace bastante tiempo el nivel de la Orquesta y Coro de la RTVE es bajo y con unas versiones anodinas y horras de interés alguno. Son “mercenarios” de la Música y como funcionarios se limitan a “estar” y cobrar a final de mes hasta que la edad de jubilación los pone en su sitio. En unas agrupaciones como las que nos ocupan se deberían pasar unas pruebas de “nivel” cada cierto tiempo para que nadie se estanque y/o se acomode. Es todo.
Está claro que nuestra profesión está sujeta a crítica y se asume cuando te dedicas a esto. Pero esto no es una crítica, es un insulto tras otro. No se salva ni el público al que se le trata prácticamente de paleto. Desconozco la razón de la desmesurada inquina que profesa este “crítico” a la agrupación pero es ofensiva y humillante. No deja títere con cabeza. Desde el Teatro Monumental hasta el público presente. Sólo le ha faltado criticar el uniforme del coro y orquesta. Indigno.
Por qué tiene usted que juzgar, generalizar y echar por tierra el trabajo de la gente. Quién es usted?. JAS?
JAS, crítica de brocha gorda. Para empezar, la orquesta y coro no somos funcionarios.
No, no siempre estaremos acertados. ¡Qué le vamos a hacer!
Supongo que, desde su altísimo conocimiento de la música y su sensibilidad sin parangón, jamás estaremos a la altura de su criterio.
Quizá considere que esas pruebas de nivel deben hacerlas personas como usted, porque está claro que no se fía de nadie de nuestro colectivo. Con lo cual, usted debería aportar un currículum más que excelso para demostrar que tiene conocimientos más que demostrados para ser el gran tribunal de nuestras capacidades musicales.
Eso es todo
Las pruebas de nivel también deberían pasar por los que se creen en la potestad de criticar los trabajos de otros. Como los “críticos” por ejemplo.
Si algo quedó claro el sábado en el Palau de la Música, no fue el supuesto desastre de la Orquesta y Coro RTVE, sino el patinazo épico del cronista que, disfrazado de francotirador melómano, firmó esta sarta de lugares comunes, generalizaciones fáciles y veneno mal destilado. La crítica en cuestión no aporta ni rigor, ni contexto, ni altura. Solo una batería de tópicos rencorosos, que no harían sonrojar ni a un tuitero con complejo de experto.
Para empezar, el uso del adjetivo “chabacano” como bastón estilístico solo evidencia el vacío argumental. Repetido dos veces, como si decirlo con insistencia le diera peso, solo consigue retratar al autor: incapaz de articular una crítica musical sólida, opta por el recurso más pobre del manual del columnista frustrado.
El supuesto nivel técnico decreciente de la Orquesta no se apoya en ningún dato verificable, grabación, comparación seria o análisis musical mínimamente fundado. ¿Qué significa exactamente que “Don Juan” de Strauss no puede interpretarse con 14 primeros violines? ¿Ha consultado el crítico las versiones históricas o las adaptaciones de plantilla? ¿O simplemente ha tirado de oído y prejuicio?
La mención al Teatro Monumental como “antidiluviano” y “vetusto” resulta completamente irrelevante en el contexto de una crítica artística. Más allá de las posibles limitaciones del espacio —como las tienen tantos auditorios históricos—, cargar contra la sede habitual de la Orquesta no aporta ni profundidad ni perspectiva al análisis. El problema, si lo hay, no está en las paredes del teatro, sino en lo que sucede sobre el escenario. Y de eso, curiosamente, la crítica dice poco y aporta menos.
La cúspide del sinsentido llega con el término inventado “carminaburizadas”, una especie de neologismo estético tan forzado como pretencioso. Si el autor quiere jugar a Barthes y convertirse en semiólogo del aplauso decibélico, que al menos lo haga con gracia o con argumentos.
¿Y qué decir de la arrogancia clasista que destila al hablar de “un público distinto y poco exigente, que aplaudió a rabiar”? ¿Quién es este crítico para establecer un baremo de exigencia cultural? ¿Esos aplausos no valen porque no coinciden con su desdén? ¿El “Va, pensiero” es una concesión barata y no un regalo al público? La condescendencia del cierre es simplemente bochornosa.
En resumen: una crítica escrita más con el hígado que con el oído, más preocupada por la pose del crítico dolido que por el arte que dice defender. Un artículo que dice mucho de quien lo firma y poco —casi nada— de lo que ocurrió en realidad en el escenario.
Acabo de oír y ver el concierto en Los Conciertos de la 2 (sábado 17 de mayo), y comparto buena parte de los comentarios sobre esta crítica que, ciertamente, salen más de las entrañas que del conocimiento. A mí Monica Raga me parece una flautista extraordinaria que ya tenía identificada cuando la oía como miembro de la orquesta y hoy confirmo en su papel de solista en una obra comprometida. Lo mismo puedo decir de otros miembros de la orquesta. No soy músico profesional, sólo melómano apasionado y procuro ser imparcial. Tal vez comparto de la crítica que la selección de obras es a menudo facilona y efectista, son los signos de los tiempos, y a mi también me chirría compartir el sofá escuchando las Danzas Polovsianas junto a la canción del destino de Brahms, pero todo lo demás de la crítica sobra.