Crítica: Riccardo Chailly dirige la Filarmónica de La Scala en Ibermúsica
Chailly, recuperación feliz
Obras de Beethoven y Mahler. Orquesta Filarmónica de la Scala. Riccardo Chailly, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de octubre de 2022.
Empezar una temporada siempre supone riesgos para las entidades organizadoras. ¿Cómo se comportarán abonos y taquillas? Más después de la pandemia. Y, a veces, también para el público. No sé si alguien en el Ayuntamiento ha decidido castigar al público del Auditorio Nacional, porque no se ha podido elegir peor momento para empezar las obras que ponen patas arriba toda la Cruz del Rayo, el barrio donde aparca una gran parte de los asistentes a los conciertos. Parece la guerra. Y es además de temer que se reduzcan muy sustancialmente las plazas de aparcamiento cuando terminen las obras. Si al público le cuesta la vuelta y todos sabemos que está siendo así, más le costará tras los impedimentos que ahora se le imponen. Los primeros conciertos de la temporada en el Auditorio Nacional han supuesto un suplicio para quienes fueron con sus vehículos, porque en la zona sólo hay un parquin público.
Por lo demás, afortunadamente Ibermúsica pudo recuperar el concierto de Riccardo Chailly con la Filarmónica de la Scala con dos primeras y muy diferentes sinfonías, las de Beethoven y Mahler. Tradicional pero ya con aires renovadores la del de Bonn, que se escucha poquísimo. ¿Cuántos meses o incluso años que no la escuchábamos? Rezuma Mozart y Haydn, pero ya adelanta muchos de los conceptos que circularán más tarde por sus sinfonías y basta comprobarlo en el minueto del tercer tiempo. Una forma de innovar sin romper y por eso fue bien recibida en su primera audición, aunque tampoco faltó quien escribiera “ nos desgarra brutalmente el oído sin llegar a tocarnos el corazón”. Sí que es frecuente en cambio la del de Bohemia, rompedora desde su estreno y con reacciones tanto a favor como en contra. ¿Qué hubiera escrito de ella el anteriormente citado?
La Filarmónica de la Scala no es una agrupación equiparable a las alemanas, austríacas o inglesas, las orquestas italianas raramente han sobresalido. Su sonido no llega a epatar cuando se despliega todo el poder de la gran plantilla de metales de la “Titán”, pero el conjunto cumple. Riccardo Chailly conoce bien ambos mundos y es capaz de aportar tanto a una como a otra tintes mediterráneos, desde el lirismo de las maderas -oboe y flauta- en el primer tiempo de la primera beethoveniana sin perder la vitalidad de los vibrantes acordes de la cuerda en ese mismo tiempo. Igualmente supo enlazar lo que de poema sinfónico presenta la “Titán” con el mundo liederístico que bebe. Al final el rotundo éxito que se esperaba. Gonzalo Alonso.
Últimos comentarios