Crítica: “Circe”, oficio sin inspiración
“Circe”, oficio sin inspiración
“Circe” de Miguel Ramos Carrión y Chapí. Saioa Hernández, Alejandro Roy, Rubén Amoretti y Marina Pinchuk. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Guillermo García Calvo, director. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 10 de septiembre de 2021.
El Teatro de la Zarzuela abrió su temporada con la recuperación en versión de concierto de la ópera “Circe”, con texto de Miguel Ramos Carrión inspirado en Calderón de la Barca y música de Ruperto Chapí, que sirviera hace casi ciento veinte años para la inauguración del hoy desaparecido Teatro Lírico. Tras unas veinte funciones y pasar diez años después por el Colón de Buenos Aires desapareció de las carteleras. La crítica de “El Imparcial” dijo en su día “…absoluta libertad de procedimientos; de formas concisas, esencialmente latino; como pudiera haberlo hecho Bellini con las ideas de Wagner…/.. emplea constantemente los más sencillos y los más sinceros…/…la letra se funda con la música, se realza la pasión, da más expresión a los sentimientos, sin abandonar jamás los soberanos principios de la naturalidad, la sencillez, la verdad, fundamento esencial del arte…” Y si “Circe” desapareció, también lo hizo del Teatro Lírico en 1920 a causa de un incendio. Hoy, en la calle del Marqués de la Ensenada, es sede del Consejo General del Poder Judicial.
“Circe” se inscribe dentro del intento existente en aquellos años de crear una escuela de “ópera española” y su estreno coincidió con una manifestación de músicos ante el rumor de que la coronación de Alfonso XIII se celebraría con una obra extranjera -nada menos que “Don Giovanni”- y el mismo Chapí firmó un manifiesto para que en su lugar se emplease una obra representativa del arte español.
Daniel Bianco, en su permanente, loable y obligado objetivo de rescate de nuestro patrimonio musical, encargó a la SGAE y Juan de Udaeta la nueva edición. “Circe” no responde al Chapí más conocido, siendo una partitura compleja a la que, según Emilio Casares y Guillermo García Calvo, hay que acercarse como si se fuera a escuchar una ópera de Wagner o Debussy, dada su continuidad musical sin apenas espacio para esos números que enganchan al público. Se le pueden encontrar también analogías, según el director, con la ‘Elektra’ de Strauss o el ‘Edipo’ de Enescu, en cuanto se trata de una ópera histórica que refleja “La Odisea” de Homero. Sin embargo, no reúne el nivel de las citadas. Chapí solía escribir con mucha rapidez y tardó bastante tiempo en esta obra, posiblemente porque no le llegaba la inspiración para escribir lo que deseaba y lo resolvió con oficio. Sucedería casi otro tanto años después con la más lograda “Margarita la tornera”. Las crónicas de la época resaltan que la ópera se pergeñó pensando en el escenario del Teatro Lírico y en la forma de epatar al público con los decorados. Hoy, en versión de concierto -y más vale que haya sido así- sólo queda una música tendente a lo sinfónico, con una muy amplia plantilla orquestal, sin una personalidad clara más que en algún retazo con unas pocas notas que recuerdan otro Chapí.
Un largo dúo entre soprano y tenor -Circe y Ulises- interrumpido en las ocasiones precisas por el coro y algunas breves intervenciones de otros cantantes en el que las estupendas voces de Saioa Hernández y Alejandro Roy tienen que desgañitarse casi constantemente a causa de una escritura en forte o mezzoforte y con tesitura incómoda. Ambos lograron superar la exigente prueba con detalles, cuando pudieron, que además reflejaban su clase. Otro tanto cabe apuntar de Rubén Amoretti y Marina Pinchuk en sus mucho más breves cometidos. Excelente la labor de Guillermo García Calvo, que a pesar del sinfonismo dio aire a las voces, la respuesta de la orquesta y algo menos de los coros.
Hay que recuperar partituras con ésta para luego poder justificar su olvido, aún quizá encontrando el mérito del intento compositivo de su día o la influencia que pudieron tener. Gonzalo Alonso
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