Crítica: Claridad y equilibrio en el Cilco Grandes Intérpretes de Scherzo
CLARIDAD Y EQUILIBRIO
Obras de Chaminade, Liszt, Chopin y Hough. Stephen Hough, piano. Ciclo Grandes Intérpretes de Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid, 8 de enero de 2025.
Creemos que es la primera vez que el pianista británico Stephen Hough (1961) visita este ya veterano ciclo de la Fundación Scherzo. Es una pena que no haya venido antes ya que por lo escuchado en esta ocasión y por lo sabido de él es un artista muy interesante; un músico culto y preparado que también escribe y compone. Sus modos son sobrios, sin alharacas físicas, sin aspavientos, siempre muy concentrados, y aún reconcentrados. Elegante, preciso y, dentro de la seriedad, variado y se apoya en una muy sólida técnica, un excelente manejo del pedal y una lógica expositiva indiscutible.
Alteró ligeramente el programa anunciado. Así, en vez de cuatro piezas de la francesa Cécile Chaminade (1857-1944), tocó solo tres, Automne, Autrefois y Les Sylvains. Música de extracción romántica con premoniciones ravelianas; exquisita, medida y de un bien dibujado trazo melódico. Pequeñas meditaciones evocadoras que fueron abordadas con la discreción que pide la propia música.
Enseguida un casi violento salto para desembocar, de hoz y coz, en el mundo hiperromántico de la famosa Sonata en Si menor de Liszt, obra hoy muy frecuentada (hace relativamente poco la tocó en el mismo ciclo Yulianna Avdeeva). Hough la tiene muy ahormada. Sus distintas partes, su original planteamiento en el qe juegan, envueltos en tantas luces, sus cuatro temas.
Sus cambios de clima; sus subidas y bajadas, sus modificaciones tonales, sus gritos y susurros se nos ofrecieron con claridad y desde un prisma a veces hiperdramático, saliendo de la negrura inicial. Claridad de digitación, variada y adecuada pulsación, inteligente manejo del pedal. Es cierto que en ocasiones el pianista, llevado de su celo expresivo metió el acelerador a tope y algunos pasajes en octavas quedaron algo borrosos. Pero los diversos episodios, los claroscuros nos procuraron a la postre una lectura amena, de un romanticismo consecuente y rotundo.
El enfoque de la Sonata nº 3 de Chopin se realizó, muy lógicamente, desde otros presupuestos. Románticos también, es cierto, pero con la envoltura de una expresividad más soleada, si se admite la expresión: cuidadas dinámicas, toques más suaves, canto más elevado. Pintura a la acuarela, podríamos decir llevados de la imaginación. El maravilloso Largo fue recreado con una delectación muy controlada, con una imaginación prudente, con un discreto manejo del rubato alejado de cualquier tipo de almibaramiento. Cosa que es de agradecer. Todo en su sitio, sin excesivas prisas, en el Presto final.
Previamente Hough nos había presentado, micrófono en mano, una obra de su cosecha en tres brevísimos movimientos, dedicada a un amigo, Sonatina Nostálgica. Lenguaje postromántico, resuelta línea melódica. Apreciamos ciertos giros, armonías y colores un tanto ravelianos.
Hubo tres regalos. El primero uno de los Nocturnos más conocidos de Chopin, tocado don una naturalidad y una lógica expositiva admirable. El segundo un arreglo de la conocida canción de la película Mary Poppins, Supercalifragilisticoexpialidoso, lleno de fantasía, humor, cambios expresivos, acentos inesperados, acordes singulares y alguna que otra cita, como la de una Sonata de Beethoven (creemos que Waldstein) y el Vuelo del moscardón de Rimski. La tercera una de las Escenas infantiles de Mompou.
Esto de los bises es como un juego de adivinanzas. Los intérpretes deberían acostumbrarse a decir lo que regalan pues a veces, cuando se trata de piezas poco o nada conocidas, nos quedamos in albis. Como nos quedamos los que no solemos manejar móviles modernos a la hora de saber el contenido del programa, conocer la biografía de los artistas y leer los comentarios al respecto del experto de turno. Los que llevamos años en este estamos acostumbrados también a tomar nuestras notas. Además, en un móvil se lee fatal. Pero, bueno, se trata de ahorrar papel.
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