Crítica: Javier Comesaña e Istvan Vardai con la ORCAM. Camino de depuración
Camino de depuración
Obras de Bach, Brahms y Chaikovski. Violín: Javier Comesaña. Chelo: Istvan Vardai. Solistas, Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Directora: Marzena Diakun. Auditorio Nacional, 4 de abril de 2022.
Programa enjundioso, variado y comprometido. Comenzó con una de las cantatas profanas más célebres del Gran Cantor, la “nº 214”, “¡Sonad, timbales!, ¡Resonad, trompetas!”, que se ofreció sin los prescritos recitativos, a aria pelada. Las tres que alberga la partitura fueron interpretadas por tres solistas del Coro, a los que hay que agradecer su prestación y sus esfuerzos.
La muy ligera soprano Mercedes Lario, ya veterana, exhibió su timbre de cristal y su estilo, aunque no mostró especial seguridad ni absoluta afinación. La “mezzo” lírica Ekaterina Antípova, de colorido algo plano y escaso volumen, mostró buenas maneras y adecuación, y el bajo Pedro Adarraga, opaco, nada lustroso y muy comprometido en las notas más altas, en las que prácticamente no se le oye, dibujó, no obstante, con aceptable precisión, los exigentes y barrocos caracoleos.
El Coro, como ya es costumbre (¿hasta cuándo?) con mascarilla, no se asentó en cuanto a empaste y afinación hasta pasados unos compases de su exultante “Tönet, ihr Pauken! Erschallet Trompeten!” Estuvo mejor, más entonado y conjuntado, en el número postrero, “Blühet, ihr Linden in Sachsen wie Zedern”. Al lado de esta formación, de unos 30 miembros, la Orquesta, con 26, se movió con agilidad y, llevada de las manos, en este caso sin batuta, de Diakun, acertó a ser un buen soporte a las voces, con destacados solistas, como la oboísta Ana María Ruiz, espléndida en el “obbligato” del aria “Fromme Musen!”, o el trompetista César Asensi, magnífico en “Kron und Preis gekrönter Damen”.
Bien conjuntados, dialogantes y espirituosos, musicales y afinados, los dos solistas del “Concierto para violín y violonchelo” de Brahms, aunque el balance no fue perfecto: el primero, que tiene un gran futuro por delante, aun ha de madurar y, sobre todo, ampliar un sonido, que si de notable calidad, todavía ha de crecer. El segundo por su parte posee un espectro noble, enjundioso, lleno y suntuoso. Diakun acompañó bien, aunque sin lograr una especial depuración sonora en los timbres algo rudos del conjunto orquestal.
Algo que pudo denotarse asimismo en la interpretación de la tan solicitada “Sinfonía nº 5” de Chaikovski, que se desarrolló sin contratiempos, con adecuada acentuación en los momentos estratégicos, con un apasionado discurrir, con decibelios suficientes (en un conjunto que opera desde la base de tan solo cuatro contrabajos) y con buena dosificación de efectos. El comienzo en la voz de los clarinetes se hizo ya sin la finura conveniente. Diakun, directora segura y eficiente, descuida generalmente el matiz fino, el equilibrio, el balance, la rigurosa planificación, la búsqueda de la sonoridad más depurada. En todo caso, condujo con mano muy firme y gesto claro e imperioso a sus bien mandadas huestes hasta el desbordamiento final con el tema nuclear ondeando a los cuatro vientos. Buen éxito final. Arturo Reverter
Curiosa forma de “agradecer nuestra prestación y nuestros esfuerzos”. Te ha faltado decir que estoy gordo y calvo 😀
Un saludo,
Pedro Adarraga