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Crítica: ¡Apaguen el aire acondicionado!
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Por Publicado el: 06/06/2021Categorías: En vivo

Critica: Como (no) hemos cambiado

Cómo (no) hemos cambiado

Chapí: El rey que rabió. Enrique Ferrer, Rocío Ignacio, María José Suárez, Rubén Amoretti, José Manuel Zapata, Carlos Cosías, Igor Peral, José Julián Frontal, Sandro Cordero, Pep Molina, Ruth González Mesa, Alberto Frías y Antonio Buendía. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Dirección del coro: Antonio Fauró. Dirección de escena: Bárbara Lluch. Dirección musical: Iván López Reynoso. Teatro de la Zarzuela, 3 de junio

Las carcajadas en el teatro cuando el cuarteto de consejeros entona su «Hagamos, todo, todo… ¡menos dimisión!» dan cuenta de hasta qué punto algunos temas mantienen vigencia en estos tiempos. El Teatro de la Zarzuela cierra temporada con un clásico que no precisa de reescrituras ni actualizaciones ni reinvenciones: El rey que rabió, la recurrente fábula del poderoso que se disuelve en la plebe para conocer la realidad de su pueblo. La actualidad no sólo está en la crítica social sino también en el propio formato. Y no nos hace falta irnos a Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma o a Robert Redford en Brubaker: el reality El jefe infiltrado, con una premisa similar, estrenó hace unos días su sexta temporada…

La propuesta escénica provenía de Bárbara Lluch, alguien ya muy querido en el Teatro de la Zarzuela tras su montaje de La casa de Bernarda Alba. Aquí se mueve hacia el territorio de lo imaginario y lo paródico, infantilizando en cierta forma la escenografía y los vestuarios. Pero lo que puede parecer un exceso tiene su sentido si se relaciona con la idea de inmadurez de la clase dirigente. La ropa y actitudes de los pastores, segadores y pueblerinos son sencillos y discretos. Las de la corte rozan lo esperpéntico y parecen salir de los dibujos de John Tenniel en la versión original de Alicia en el país de las maravillas. Tanto el palacio como la posada o el campo seducen con un escenario articulado en tres partes y tres términos, con el último de ellos ocupado por proyecciones estilizadas y sin búsquedas ni oníricas ni realistas. En definitiva, un montaje inteligente si se mira más allá de la pirotecnia medida de su vestuario, y que sabe divertir sin renunciar a su velada crítica social. Mención aparte merece la fantástica escena del perro con su marioneta articulada, solución elegante para una dificultad real.

En el reparto destacó Rocío Ignacio como Rosa, no sólo por su prestación vocal sino por su presencia escénica. Para dar credibilidad a su papel es necesaria una voz con mucho cuerpo y densidad, ya que más allá de su romanza ha de gestionar una partitura que transcurre en buena parte en la zona media de sus registro y con fugacidades líricas.  Su amor, a pesar del jaleo de los alrededores, fue creíble en todo momento. Enrique Ferrer convenció sin acabar de seducir, lastrado por un canto con un punto menos de gradación dinámica de lo deseable, aunque con buena química con Rosa. Los alocados secundarios trasladaron al absurdo la obra, algo que dado su montaje era la solución más lógica, destacando Amoretti y Zapata por su vis cómica y tablas teatrales. López Reynoso tuvo un arranque algo dubitativo con la ORCAM, pero supo controlar los desajustes de todo estreno e ir subiendo la temperatura de la partitura de Chapí, que desliza bajo su aparente ligereza momentos musicales realmente brillantes. Mario Muñoz Carrasco

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