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Por Publicado el: 28/08/2024Categorías: En vivo

Crítica: ¡¡¡Trepidante, hermoso, inolvidable!!! Compagnie Käfig en la Quincena Musical de San Sebastián

¡¡¡TREPIDANTE, HERMOSO, INOLVIDABLE!!!

Fecha: 25-VIII-2.024. Lugar: Auditorio Kursaal. Espectáculo: Folia. Cuerpo de baile: Compagnie Käfig (director: Mourad Merzouki). Conjunto instrumental: Le Concert de l’Hostel Dieu (director: Franck-Emmanuel Comte). Escenografía: Guillaume Ponroy. Soprano: Heather Newhouse. Quincena Musical de San Sebastián

¡¡¡TREPIDANTE, HERMOSO, INOLVIDABLE!!!Fecha: 25-VIII-2.024. Lugar: Auditorio Kursaal. Espectáculo: Folia. Cuerpo de baile: Compagnie Käfig (director: Mourad Merzouki). Conjunto instrumental: Le Concert de l’Hostel Dieu (director: Franck-Emmanuel Comte). Escenografía: Guillaume Ponroy. Soprano: Heather Newhouse. Quincena Musical de San Sebastián

Folia, de la Compagnie Käfig

“Mientras dure esta música, mereceremos haber visto, desde la cumbre, la tierra prometida”. Así recitó Jorge Luis Borges, el 12 de mayo de 1.984, en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Creta, el verso que tiene su perfecto encaje en el preciosista (se mire por donde se mire) espectáculo que en estas lineras se recoge. El mejor de esta octogésima tercera edición de la doble Quincena Musical de San Sebastián.

El escenario del Kursaal -acertadamente aforado- se encontró inmerso en la pureza expresiva del arte, conjugando en plenitud de elegancia, música, canto, danza, luz, espacios y tiempos. Puede que (en la vida todo es posible) alguien que me esté leyendo tilde estas líneas como exageradas. ¡Pues no! El público (juez soberano de cuando ocurre sobre las tablas) rompió su silencio con aplausos, por cuatro veces, las fases en que escénica y musicalmente estuvo dividido el evento. Y al terminar se desató la locura [‘folía’] en un torrente de voces, silbidos, bravos y aplausos que duraron 8 intensos minutos. Así que, nada de exageración.

Mourad Merzouki, nacido en Lyon en 1973, llevó por senda aurífera a su compañía de danza, mostrando su sólida creatividad en el rítmico movimiento corpóreo, habida cuenta sus estudios y práctica en el arte circense y en las artes marciales. En realidad se nos ofreció un ballet sorprendente, en el que los danzantes tan pronto daban un salto mortal para terminar posándose en un electrizante hip-hop con las manos unidas, en vertical, y los pies en lo alto. Ver bailar en puntas a dos mujeres una tarantela napolitana, a modo de pas de deux, que vistosamente se engarzaba con un breve rondó de Antonio Vivaldi fue algo de ahondó en la certeza de que se estaba viendo algo muy bello.

Súmese a lo antedicho que los bailarines estaban en perfecta concertación con los tiempos y los ritmos que los músicos ofrecían, como si una batuta etérea estuviera coordinando cuanto habitaba en el espacio escénico. Música barroca, ritmos de jazz, chaconas, balanceos en swing, y nada supuso valladar alguno a cuantos verdaderos atletas danzaban.

La iluminación creó ambientes de distinto sustrato, nunca contradictorios, ya que la música y la danza rectoraron cuanta sutileza expresiva se iba ofreciendo, manando la intensidad lumínica dentro de muy cuidados efectos. Otro tanto ha se decirse respecto a los componentes escenográficos. Tres grandes bolas, que de alguna forma recordaban a la calabaza de La Cenicienta de Walt Disney, que, una vez abiertas, presentaron la música de una guitarra barroca, de un violonchelo y de una soprano cubierta de preciosistas galas. En verdad, fue magia escénica.

La música instrumental (parte importantísima en este espectáculo) estuvo en manos de Le Concert d’Hostel Dieu, conjunto orquestal especializado en la música barroca, creado en Lyon por Franck-Emmanuel Comte allá por 1.992, sirviéndose de un clave, órgano continuo, dos violines, violonchelo, contrabajo, guitarra y laúd barrocos y tiorba. De tal equipamiento manó todo el calor y color ambiental.

La voz de Heather Newhouse, soprano canadiense, conformada en recia estructura para los tres registros y recreada de generosa expresividad, fue un valor indiscutible, máxime cuando se la ve cantar al ritmo danzante de los bailarines, siendo sometida a movimientos cuasi acrobáticos, sin merma alguna en la regulación del fiato.

No duelen prendas en escribir cuanto antecede pese al ostracismo que desde Q.M. se somete a este amanuense.

Manuel Cabrera

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