Crítica: Concierto Tenor Viñas. En buenas manos
CONCIERTO TENOR VIÑAS
En buenas manos
Varios autores: Concierto Tenor Viñas. Carmen Artaza, Olga Syniakova, Germán Enrique Alcántara y Vasily Sokolov. Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Álvaro Albiach. 6 de junio
La juventud siempre ha sido un manantial de entusiasmo que no irriga sólo a quienes transitan por ella sino también a todos sus alrededores. Eso explica la calurosa acogida desde la primera nota a los cuatro ganadores del 58º Concurso Internacional de Canto Tenor Viñas, encabezados por su primer premio, la mezzosoprano donostiarra Carmen Artaza. Y ser testigos de ese proceso en el que estos cantantes, parafraseando a Natalia Ginzburg, se van convirtiendo en nuestro “léxico familiar”, es siempre un privilegio.
El programa se organizaba en torno a arias y duetos con tres intervenciones por cada cantante a excepción de la ganadora, que tuvo cuatro, tres de ellas a solo. Carmen Artaza es una mezzo de timbre terciopelo, con proyección sin altibajos y un muy cuidado fraseo (marca de la casa de su maestra, Michelle Breedt). Arrancó algo nerviosa con Mozart pero ya en la cabaletta del Oberto verdiano (“Oh chi torna l’ardente pensiero”) se la pudo ver en plenitud. Muy distinto color tiene Olga Syniakova, mezzosoprano versátil con un centro perfectamente desarrollado, facilidad dramática y temperamento suficiente para apuntalar los personajes complejos, como su Romeo en Bellini (“Se Romeo t’uccise un fi glio”).
El tercer premio había recaído en el barítono argentino Germán Enrique Alcántara, que manejó muy bien el balance sonoro en La favorita para ir creciendo en el resto de sus intervenciones. Su registro medio-agudo tiene peso y buen vibrato natural, a pesar de un leve estrangulamiento en los saltos más agresivos al agudo. Gran elección de una de sus arias del brasileño Antonio Carlos Gomes. Completaba el cuarteto el también barítono Vasily Sokolov, que arrancó dubitativo en su primer dueto pero que luego se desquitó en una muy matizada interpretación de “Ya vas lyublyu” de La dama de picas, con una afinación y facilidad de ataque notables.
La orquesta —entre función y función de Viva la mamma y con algún cambio de solistas— funcionó en una especie de rutina de lujo, aunque tuvo un sonido algo pesante en algunos tramos del concierto, en particular con la música que rebosa chispa y gradaciones dinámicas, como es el caso del Così mozartiano o de los fragmentos de Rossini. Sus mejores colores salieron de Leoncavallo (“Zazà, piccola zíngara”) y el ya citado Chaikovski. Con todo, Álvaro Albiach salió indemne de un tour de force con músicas de muy distintas patrias. En resumen, satisfacción generalizada para un concierto que es una buena noticia en sí mismo: el futuro del canto, según lo visto, parece estar en buenas manos. Mario Muñoz Carrasco
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