Crítica: Concurso Montserrat Caballé
Concurso Internacional de Canto Montserrat Caballé: final de la XVII Edición. Madrid, Teatro Real, 8 de noviembre de 2022.
Este año la final del Concurso Montserrat Caballé se ha realizado en el Teatro madrileño, lo que ha dado la posibilidad de seguir las evoluciones vocales de los doce cantantes que han llegado la última singladura. Un Jurado integrado por Carlos Caballé, hermano de la extinta soprano, Isabel Rey, antigua discípula, Fernando Sans-Riviere, director de la revista Ópera Actual y presidente, Roger Alier, crítico, y Joan Matabosch, director artístico del Real.
El nivel de los participantes ha sido bastante bueno, con una nota media de aprobado alto rozando el notable. El veredicto del Jurado ha sido, como no podía ser menos en un caso como este, discutible para el firmante. Cada uno tiene sus gustos y sus preferencias y más en un caso como este en el que la subjetividad manda por encima de todo. Veamos, por ejemplo, el primer premio, asignado al tenor coreano Jihoon Son. Es un ligero de buen cuerpo, emisión bien asentada, técnica pulida y eficaz, extensión más que notable y extrema habilidad para la coloratura, tan necesaria para el aria elegida, Languir per una bella de L’italiana in Algeri de Rossini.
La voz no es en sí nada del otro jueves, es pequeña -como él-, de relativo brillo, pero es manejada con gracia y soltura, incluso desparpajo. Como se suele decir, “se queda con el personal”. El segundo premio recayó, ex aequo, en la rusa Anna Cabrera y en la coreana Sarah Yang. La primera -que recibió también los premios del Real y del Liceo- es una soprano lírica de emisión algo oscilante, que cantó con escasa finura Signore escolta, aria de Liu de Turandot de Puccini. La segunda hizo una excelente recreación de Je veux vivre de Roméo et Juliette con adecuada exhibición de agilidades, fácil emisión, afinación y relativa reproducción de pasajes trinados.
El tercer premio y también el del público recayó en la brasileña Marcela Rahal, mezzo más bien ligera de equipaje, que interpretó el aria de Leonora de La favorita de Donizetti. Lo hizo con propiedad y fraseo adecuado, pero con una sustancia vocal de relativa calidad y poco empaque dramático. Y no hubo más. A nuestro parecer por encima de Cabrera, de Jihoon Son y de Rahal, quizá no de Yang, estuvo la georgiana Irina Sherazadishvili, que recreó con una voz de mezzo auténtica, oscura, bien apoyada, extensa, homogénea, Voi lo sapete o mamma, de Cavalleria rusticana de Mascagni. Voces de este tipo no abundan; y menos empleadas juiciosamente, con técnica adecuada y expresión.
Nos gustó el timbre cálido del otro tenor coreano, Jaesung Kim, que declinó con relativa fortuna y técnica mejorable Salut! Demeure chaste et pure de Faust de Gounod, aunque con Do sobreagudo en su sitio. Destacaríamos también el hermoso y sensual timbre sopranil de la serbia Anna Garotic, que contorneó una muy sosa y prácticamente recitada aria de Micaela de Carmen de Bizet. No hubo ni barítonos ni bajos en la exhibición. Algo habitual. Como lo es que haya discrepancias entre lo decidido por el Jurado y lo defendido por otros oídos; como los del que escribe esta crónica. Arturo Reverter
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