Crítica: Canto razonado y expresión justa de Connolly
CANTO RAZONADO Y EXPRESIÓN JUSTA
Lieder y canciones de Brahms, Wolf, Roussel, Debussy y Zemlinski. Sarah Connolly, mezzosoprano. Julius Drake, piano. XXV Ciclo de Lied. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 11 de marzo de 2019.
Era la primera vez que esta mezzosoprano inglesa (Condado de Durham, 1963) actuaba en estos ya tradicionales y sacrosantos ciclos liederísticos del Teatro de la Zarzuela. Ha acreditado, confirmando impresiones y experiencias adquiridas, que se trata de una cantante de clase, bien medida en sus gestos corporales y vocales, equilibrada, sobriamente expresiva, hasta cierto punto elegante, de fraseo aquilatado y natural, musical y capaz de transmitir sin aspavientos, de manera ecuánime y razonada.
La voz es la de una mezzo lírica robusta, de timbre penumbroso y homogéneo, de extensión suficiente, proporcionada en armónicos, algo falta de brillo, de reflejos irisados, de vibración, de tornasoles. Así que, aunque a través de una dicción impecable y un riguroso planteamiento musical, hace circular su instrumento en hermosas ondas expansivas, en ocasiones no acaba de envolvernos del todo ni con su canto ni con su arrebato. Por tanto, temperamento controlado y dibujo fino; fraseo bien modelado y mesura; refinada exposición y expresión interiorizada. A falta de una mayor viveza de contrastes y un colorido más variado.
En todo caso, sus virtudes nos proporcionaron una agradable sesión. Destacamos, nada más empezar, el bello dibujo y la alternancia de dinámicas en “Ständchen” (“Serenata”) de Brahms, el empleo de los pianos y pianísimos, de estratégicos “ritardandi” y “rallentandi” en “Da unten im Tale” (“Allá abajo, en el valle”) del mismo compositor. La gama de colores se expandió inteligentemente en “Feldeinsamkeit” (“Soledad de los campos”), también del hamburgués. Efectos que supo prodigar después y que alcanzaron su plenitud en la maravillosa “Kennst du das Land?” (“¿Conoces el país?”) de Wolf.
Exhibió la cantante su técnica en las rápidas vocalizaciones de “Le Bachelier de Salamanque” (“El bachiller de Salamanca”) de Roussel, cerrado con una exquisita escala cromática descendente a cargo del refinado piano de Drake. Se ensimismó en las climáticas tres “Canciones de Bilitis” de Debussy, haciendo gala de su buena disposición para el “parlato” y casi tocando lo trémulo. Estuvo contenida, cambiante, empleando bien el recitado dramático, acentuando con finura, en las introvertidas “Seis canciones sobre poemas de Maeterlinck” de Zemlinski, de tan esquinada y simbólica poesía, en las que la oscuridad del timbre se prestó al mensaje expresivo.
Agradeció los aplausos del respetable (no especialmente entusiastas) con una canción de signo popular, dicha con cierto gracejo, de inglés Herbert Howells, y con dos páginas de las “Siete Canciones populares españolas” de Falla: “Nana” y “El paño moruno”, dibujadas con cuidado y expresadas en un español bastante claro, tras las que los aplausos subieron de intensidad. Sólo plácemes merece la atenta, minuciosa, caleidoscópica labor de Drake desde el teclado. Sesudas y desentrañadoras notas al programa de Santiago Martín Bermúdez. Arturo Reverter
Últimos comentarios