Crítica: Così fan tutte en ABAO Bilbao
El aura amorosa y más cositas
Fecha: 21-I-2023. Lugar: Palacio Euskalduna, Bilbao. Programa: Cosí fan tutte, ossia la scuola degli amanti, drama jocoso lírico, con libreto de Lorenzo da Ponte y música de Wolfgang Amadeus Mozart, Kv. 588, Intérpretes: Vanessa Goikoetxea (soprano, como Fiordiligi), Serena Malfi (mezzosoprano, como Dorabella), Xabier Anduaga (tenor, como Ferrando), David Menéndez (barítono, como Guglielmo), Pietro Spagnoli (barítono, como Don Alfonso), Itziar de Unda (soprano, como Despina). Actor cómico: Rubén Jiménez Rosco. Coro interno: Ópera de Bilbao. Orquesta: Euskadiko Orkestra – Orquesta de Euskadi. Dirección escénica: Marta Eguilior. Dirección musical: Óliver Díaz. Producción: ABAO Bilbao Ópera.
De las siete representaciones escénicas que quien escribe ha visto tan solo una ha sido a fiel a las notas existentes en la partitura y al libreto escrito. Las otras seis van dentro de una mera y simple elucubración mental del director de escena, función que suele caer -como en el presente caso- en quien ha creado la escenografía. Con ello, esas seis luminiscencias pretenden inmiscuirse en la verdadera genialidad y, claro, personas en verdad cualificadas para desarrollar esa labor se cuentan con los dedos de una mano. Los demás son trasmutaciones mentales, ajena a los autores, por las que, además, cobran. Es la moda, como recomendable también es haber leído previamente el libreto para saber de qué va en verdad el enredo escénico y compararlo con lo que se pone sobre las tablas.
Estimo, desde el natural subjetivismo, que después de Da Vinci pocos genios ha habido y, sin duda alguna, la debutante Marta Eguilior no se encuentra entre ellos (como tampoco quien escribe). Errare humanum est. Nos presenta sobre la caja escénica del Euskalduna -a la derecha del espectador- una especie de caseta, tipo feria sevillana, a franjas verticales blancas y rojas, por la que, de cuando en vez entran y salen los cantantes, incluido un hombre que sufre el trastorno de acondroplastia, con desproporcionada estatura baja, cuya participación, siempre muda, no figura en el libreto y que a veces se mete en una urna vertical con cristalera, tocado con un turbante, una luz roja y otra verde, como hay en los parques de ferias, para adivinar el futuro. En la zona izquierda hubo un pequeño césped de donde emergían las falanges de una mano diestra, en cuyo centro se encontraban instalados unos anclajes metálicos verdes, ante los que los cantantes deambulaban con cuidado para no darse un morrazo. El vestuario -bueno, todo hay que decirlo- nos sitúa en lugar ignoto dentro de la llamada bel époque posterior a la primera conflagración europea. El descontrol ya es de absoluto para el espectador cuando sobre el ciclorama se proyectaban videos, entre los que dañó al ojo uno color azul donde estaba escrito ‘Così fan tutti’, en vez de ‘tutte’. ¡Menudo gazapo! Todo ello hizo que la valoración general del espectáculo bajara importantes enteros, por lo que es bueno, justo y saludable pasar al terreno musical donde la tensión melódica y armónica estuvo muy por encima.
Con pleno acierto se expresaba el añorado director musical toresano Jesús López Cobos cuando, al respecto de esta ópera, escribió que “quien sepa ir más alla de esta comedia bufa se verá recompensado con una obra en la que Mozart realizó, con la excusa de una comedia, el pendant musical de La vida es sueño”; ya que, bajo la superficialidad que la escena no representa con sus mal entendidas bufonadas, “se esconde una escuela de vida, toda una filosofía de las relaciones humanas”.
Si hubiere que buscar el punto que hace cima en esta excelsa obra, nunca bien entendida en su profunda enjundia compositiva, habría que acudir a la lección de canto que nos regaló el joven tenor donostiarra Xabier Anduaga cuando cantó, en la escena duodécima del primer acto, la embriagadora (en armonía y melodía) la breve arieta “Un ‘aura amorosa del nostro tesoro” en la que mostró su cuidada sabiduría en concebir a su personaje, empleando todo el brillo de esa impagable voz, haciendo un canto legato plagado de matices en el paso de una nota a otra, filando la dicción en sutiles diminuendi que llegaban plenos de luz hasta la máxima altura del auditorio, y todo ello sabiendo controlar su flujo emitente del fiato sin ninguna contracción del rostro ni tensión corporal. Desde luego, impacta tal premonitorio conocimiento de la regulación sonora, adaptando su lustroso timbre fonal al lamento comprimido que encierra el texto cantado. La ovación que recibió fue inequívoca por certera y rotunda. El mozo es listo, serio, está bien aconsejado, conoce que en su voz hay un gran futuro pletórico de poderío, sabe cuidarse y es plenamente consciente de viejo dicho italiano de piano, piano ci va lontano.
Dicho punto de inflexión hizo que todo fuera desarrollándose como la mecánica de un perfecto motor de Formula I, aunque en el foso hubiere un exceso de orgánico orquestal (en plena coincidencia en como bien apuntó un reconocido critico musical) que iba en detrimento de las voces por el trabajo en traspasar dicha barrera sónica en algunos momentos, sin perjuicio que el maestro concertador Díaz aplicase el mando de bajar los hertzios instrumentales. Nunca he sabido por qué en los programas de mano al personaje de Despina se le coloca como la última de la fila de intérpretes, cuando en realidad, libreto en mano y en actuación vista, su trabajo canoro es muy importante, como así Mozart lo utiliza para darle un mayor protagonismo que al buscalíos de Don Alfonso. En verdad Itziar de Unda realizó un inmejorable trabajo, que requiere recibir mayores compromisos líricos. Tanto la vizcaína Goikoetxea como la nacida en la italiana villa de Pomigliano D’Arco, Malfi, las dos hermanas ferrarenses, tuvieron momentos de una calidad indiscutible, cantando perfectamente ensambladas en sus frecuentes dúos como fue el caso de la escena segunda del acto II que se inicia por Fiordiligi al cantar “Sorella, cosa dici?”. Todo un lujo, donde de nuevo Mozart deja flotar el alma de dos sensibilidades distintas, que las cantantes expusieron con pleno acierto.
El asturiano Menéndez, de Castrillón, va adquiriendo con los años unos colores tánicos bien aromatizados, de una sólida añada reserva, con mejor color de voz, de mayor peso, siendo un buen pícaro Guglielmo, como lo dejó mostrado en su aria “Certo un caso quest’è da far stupore”, de la escena octava, segundo cuatro (que en escena no existe) del acto II.
Este papel de Guglielmo se lo escuché en diciembre de 2001 en el teatro Real a quien aquí ha cantado el personaje de Don Alfonso. Al romano Spagnoli, En 21 años, largos, su voz ha caído bastante, siendo, a veces, el canto poco audible, sobre todo cuanto la dirección de escena le obligaba a situarse atrás. Tan solo hay que escucharle en el Belcore de L’elisir d’amore, grabado por la firma Erato. Si a Bilbao hubieren viajado 35 (+/-) miembro de la EO hubiésemos salido ganando todos, pero las cosas son como son, sonando, en esta ocasión en la prevé obertura de la obra con un especial brillo de frescura mozartiana. El coro tuvo una presencia invisible, fuera de escena, pese a que siempre su maestro Dujin hizo muestra de regir una interesante y renovada agrupación vocal.
El sólido notable calificativo hubiese estado mejorado en puntos, si la concepción escénica hubiese estado más asequible a su comprensión. Manuel Cabrera
Hola Manuel
Estuve el sábado viendo la misma producción que vio usted.
Creo que la alusión al tutti como supuestp gazapo es errónea ya que en italiano la introducción de la “i” hace alusión a todos los géneros y no solamente al femenino.
Además, si usted prestó atención al montaje pudo ver que en la obertura en el vídeo presentación ponía Tutte.
Como breve comentario al haber sido el responsable de las proyecciones de dicha ópera, añadiré que efectivamente la directora de escena me indicó que sustituyera el “tutte” por “tutti” para cambiar el género de dicha palabra. No fue un error, aunque entiendo que no se captase el cambio por lo sutil del mismo.
Totalmente de acuerdo con el crítico. No entendí la instalación artística de la escenografa, pero dejó a los personajes fuera de contexto, desubicados, enloquecidos. Parecía Alicia en el País de las Maravillas. Había que abstenerse de la puesta en escena y centrarse en la obra para no perder la concentración que requiere esta opera. Yo creo que Mozart ya lo deja bastante hilado, no hacen falta esos extraños simbolismos . Las voces muy ,muy bonitas.