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Por Publicado el: 12/07/2023Categorías: En vivo

Crítica: Cuarteto Mandelring y Judith Jáuregui en el 72º Festival de Granada

El toque bonito

72 Festival de Granada. Judith Jáuregui (piano), Cuarteto Mandelring. Programa: Obras de Shostakóvich (Aforismos, opus 13, Cuarteto para cuerda número 8, Quinteto para piano y cuerda opus 57). Lugar: Granada, Alhambra (Patio de los Arrayanes). Fecha: 10 julio 2023.

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Judith Jáuregui y el Cuarteto Mandelring © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Tocó bonito, incluso refinadamente y con gusto, la pianista donostiarra Judith Jáuregui (1985) en su actuación en el alhambrista Patio de los Arrayanes junto al Cuarteto Mandelring, en el marco también “incomparable” de Festival de Granada. Sin embargo, lo bonito, el buen gusto y todas esas cosas no sirven ni bastan cuando de lo que se trata es de adentrarse en las asperezas, grises causticidades y retranca de Dmitri Shostakóvich, el hombre que no fue feliz. Los Aforismos opus 13, con los que Jáuregui abrió el programa en solitario, se sintieron más próximos al universo risueño y quizá feliz de las Escenas de niños de Schumann o Chaikovski que de los tormentos y dolores del creador de la Sinfonía Leningrado. De hecho, daba la impresión, al escuchar y ver tocar a Jáuregui su liviano Shostakóvich, de observar a un chaval jugando inocentemente con un kaláshnikov. Tampoco la ¿acústica? del Patio de los Arrayanes ayudó a proyectar o realzar la menguada sonoridad que salía del piano gran cola.

Luego, en el Quinteto con piano, ya junto con los estupendos instrumentistas del Cuarteto Mandelring, el asunto se acentuó. Jáuregui tocó, además de bonito y con gusto, bien. Pero su sonido, y sobre todo su expresión, se quedaban ayunos en decibelios, intensidades y en carácter ante el torrente de contrastes y estados de ánimo, de claroscuros e incertidumbres, que desprendían las 16 camerísticas cuerdas del veterano cuarteto berlinés, fundado en 1983. Evidentemente, el movimiento más equilibrado fue el brillante y desenfadado Scherzo central, fragmento bisado al final del programa a modo de propina.

Más allá del insuficiente “bien”, lo mejor de la noche incomparable del Patio de los Arrayanes llegó en el Octavo cuarteto de Shostakóvich. Tres días bastaron al compositor para ultimar esta pieza capital del repertorio camerístico; cima de una interiorización, intensidad y dramatismo parangonables a obras como los últimos cuartetos de Beethoven, la Metamorfosis straussiana o los dos cuartetos finales de Bartók. Su génesis es bien conocida: en julio de 1960, Shostakóvich se desplaza a Dresde (entonces República Democrática Alemana) para escribir la música de una película (Cinco días, cinco noches, también conocida en España como La galería de Dresde) de su amigo Leonid Arnstham. Pero la desolada visión de la devastada capital sajona -bombardeada y destruida por las bárbaras fuerzas aliadas el 16 de enero 1945: ¡arrasaron con todo! también con la Semperoper- indujo a Shostakóvich a crear esta obra dolida y desgarrada como el Guernica de Picasso. “Mientras escribía el cuarteto, derramaba lágrimas sobre el papel pautado”, escribió el compositor.

Los dolores, rabia, penas, asperezas, gritos, heridas y repudio belicista que albergan los cinco movimientos del cuarteto fueron manifestados abrasadoramente por los miembros del Mandelring (los hermanos Schmidt, y el viola Andreas Willwohl). Ni la “acústica” ni nada pudo menguar el torrentoso caudal de vivencias, sensaciones y contrastes con que los cuatro conjuntados artistas berlines dieron vida a este cuarteto “pseudo-trágico” repleto de citas que Shostakóvich tuvo el buen gusto de dedicarse a sí mismo. “Cuando yo muera”, escribió Shostakóvich, “sin duda nadie compondrá un cuarteto a mi memoria. Es por ello que he decidido escribirme uno. En la página de portada, se podría anotar: ‘Dedicado al compositor de este cuarteto’. El tema principal contiene el motivo de mi monograma: D, S, C, H [re, Mi bemol, do, si], mis iniciales. También varios motivos procedentes de mis propias obras”. Palabra de compositor fielmente traducidas por el Cuarteto Mandelring. Éxito de todos. Incluida Judith Jáuregui. ¡Pues bravo y enhorabuena! Justo Romero

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