Crítica: Los cuentos de Hoffmann en Les Arts. Espectáculo total
LOS CUENTOS DE HOFFMANN (J. OFFENBACH)
Hoffmann, espectáculo total
“Ópera Fantástica” en cinco actos, con libreto de Jules Barbier, según el drama de Jules Barbier y Michel Carré, basado en tres cuentos de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann. Reparto: John Osborn (Hoffmann); Pretty Yende (Stella, Olympia, Antonia, Giulietta); Alex Esposito (Lindorf, Coppélius, Mirache, Dapertutto); Paula Murrihy (Nicklausse); Marcel Beekman (Andrés, Cochenille, Frantz, Pitichinaccio); Moisés Marín (Spalanzani); Tomislav Lavoie (Crespel, Luther); Isaac Galán (Peter Schlèmil); Roger Padullés (Nathanaël). Orquesta de la Comunidad Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Producción: Semperoper de Dresde. Dirección de escena: Johannes Erath. Escenografía: Heike Scheele. Vestuario: Gesine Völlm. Iluminación: Fabio Antoci. Director de coro: Francesc Perales. Dirección musical: Marc Mnkowski. Lugar: Palau de les Arts. Entrada: 1412 localidades (prácticamente lleno). Fecha: domingo, 23 enero 2022 (se repite los días 26, 28 y 31 de enero).
Siempre se ha dicho que la ópera es el espectáculo global, que integra todas las disciplinas artísticas. Pero además de global, el estreno de Los cuentos de Hoffmann en Les Arts ha supuesto la gozada de un espectáculo total, redondo, casi sin fisuras; de ingeniosa belleza plástica y excepcional entidad musical. La producción concebida por Johannes Erath para la Semperoper de Dresde (donde se estrenó el 4 de diciembre de 2016) ha desembarcado en València reforzada en un equipo vocal de primerísimo rango, y el gobierno musical de un Marc Minkowski que aprovechó los maravillosos medios de la Orquestra de la Comunitat Valenciana para dar vida a los inagotables colores, registros y detalles que habitan en la obra maestra de Offenbach. Cuatro “fantastiques” horas de ópera que son un impacto emocional y artístico que nadie nadie debería perderse.
Para este impactante estreno escénico de la obra maestra de Jacques Offenbach en la Sala Principal del Palau de les Arts –Plácido Domingo ya dirigió en versión de concierto una selección en el Auditorio, el 30 de marzo de 2019- la ópera valenciana ha apostado fuerte y optado por la sofisticada producción de Erath, una propuesta cargada de fantasía, imaginación, sabiduría escénica y talento operístico. Su arriesgada complejidad ha puesto a prueba los recursos escénicos y humanos de Les Arts, que, a tenor de lo visto y escuchado, han respondido a las mil maravillas.
El uso de las perspectivas -como cuando aparece la sala principal del propio Palau de les Arts prolongada en el escenario hasta un fondo infinito- y la compleja y efectiva escenografía de Heike Scheele; el recurso de la magia escénica, con guiños evidentes al teatro negro y sus fantásticos juegos de luces y sombras, y al circo; el cuidado movimiento escénico; la iluminación magistral (de Fabio Antoci) o las proyecciones videográficas de Alexander Scherpink son puntales de un trabajo inapelable y excepcional, planteado dramatúrgicamente por Anne Gerber. La calidad y acabada factura de todo evita que el exceso de sucesos y detalles abigarre la compleja pero hilvanada escena.
Tan ambiciosa exigencia escénica ha encontrado la horma de su zapato en la versión elegida, basada en la edición crítica preparada por los musicólogos Michael Kaye y Jean-Christophe Keck, cuya principal preocupación ha sido recrear fidedignamente las cuestionadas condiciones originales en que fue compuesta la ópera. Una versión “integral”, que recoge en sus cinco actos lo mucho escrito y compuesto por Offenbach, y que es precisamente la que el propio Minkowski dio a conocer en 2012, en París, con sus conocidos Les Musiciens du Louvre.
El maestro francés ha cargado de luces y registros una ópera única, extraña y compleja, ante la que solo cabe entregarse y sumergirse sin reservas en su inspiración melódica, en las magias acústicas y en la exaltada fantasía romántica que alienta su narrativa literaria y musical. Desde luego, no erraba Rossini cuando se refería a Jacques Offenbach como “el Mozart de los Campos Elíseos”. La versión en cinco actos aparece plagada de momentos y episodios excepcionales, atendidos por Minkowski con naturalidad y efectividad. Cuatro horas de fascinación que transcurren en un santiamén. El director galo, paisano del “Mozart de los Campos Elíseos”, sacó oro puro de una Orquestra de la Comunitat Valenciana que sonó idealmente en todas sus secciones, individual y colectivamente. Los muchos solos -flauta, violín, arpa…- fueron guindas de una noche del mejor sinfonismo. El Cor de la Generalitat, a tono con sus colegas instrumentales, bordó una de sus grandes y más comprometidas noches.
Vocalmente, la adecuada calidad del reparto era de máximo rango. Cualquier teatro se hubiera dado con un canto en los dientes por aglutinar un elenco de tal calibre. “Como en los tiempos de Helga Schmidt”, dijo alguien en un entreacto con más razón que un santo. Jesús Iglesias, director artístico del Palau de les Arts, recupera la gloria vocal (¡y escénica!) de antaño con estos Cuentos de Hoffmann que marcan un hito. El tenor estadounidense John Osborn es, probablemente, el mejor Hoffmann de la actualidad. También de todos los tiempos, equiparable a colosos como Gedda, Kraus y Domingo. Lo demostró en el Liceu hace ahora exactamente un año y lo ha corroborado ahora en Valencia con su particular encarnación vocal y escénica. La facilidad en los agudos deslumbrantes (“Canción de Kleinzach”); su estilizada línea melódica (“Ah! Vivre deux”), o el carácter atormentado que imprime al ensoñador poeta son detalles de una encarnación que más fue reencarnación.
La surafricana Pretty Yende es una de las grandes lírico-ligeras de la actualidad. Como otras divas –Joan Sutherland, Edita Gruberová, María Bayo-, ha querido darse el gustazo de asumir los cuatro grandes papeles de soprano, a los sueños de Hoffmann. Y como siempre, el resultado es dispar. Excepcional en el conjunto, su Olympia, cantada a tono, carece, sin embargo, del pirotecnismo vocal de la Dessay o de la Gruberová, mientras que su Antonia no alcanza el esmalte y luminosidad de Victoria de los Ángeles o María Bayo. Dramáticamente, falta rodaje y profundización. También contrastes entre las disímiles personalidades de cada rol. Pero su categoría como cantante y su intachable honestidad como artista otorgan credibilidad y hacen que, más que airosa, salga triunfante del cuádruple reto.
El bajo-barítono italiano Alex Esposito es, como John Osborn, otro número uno en el particular universo hoffmanniano. Sus cuatro diabólicas encarnaciones -Lindorf, Coppélius, Miracle, Dapertutto- marcan referencia por intensidad dramática, contundencia vocal y prestancia física. Como también el perfecto y versátil tenor holandés Marcel Beekman, tan vinculado al repertorio barroco y a todos los demás, cuya voz directa, transparente y afinada como un diapasón fue otra de las certeras virtudes de la larga tarde, al igual que la mezzo irlandesa Paula Murrihy (ideal Nicklausse) o, en fin, el resto del perfecto reparto.
El éxito fue, claro, enorme. Daba gusto ver la Sala Principal del Palau de les Arts abarrotada de un público puesto en pie, que al final de la función aplaudió y braveó durante minutos y minutos hasta casi la ronquera. Ha sido uno de los más felices y hermosos días de la accidentada y hermosa historia del Palau de les Arts. Una de esas contadas ocasiones en las que uno se marcha del teatro feliz de disfrutar de la gloria de la ópera. Lo dicho: ¡no se la pierda por nada del mundo! Justo Romero
Publicada el 25 de enero en el diario Levante.
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