Crítica de “Il Corsaro”: Pestiño a desdechar
PESTIÑO A DESECHAR
Justo Romero
IL CORSARO, de Giuseppe Verdi. Opera en tres actos, con libreto de Francesco Maria Piave, basado en el poema de Lord Byron The Corsair. Coproducción: Palau de les Arts, Opéra de Monte-Carlo. Reparto: Michael Fabiano (Corrado), Kristina Mkhitaryan (Medora), Oksana Dika (Gulnara), Vito Priante (Seid), Yevgueni Stavinski (Giovanni), Ignacio Giner (Selimo), Antonio Gómez (Eunuco) y Jesús Rita (Esclavo). Coro de la Generalitat Valenciana. Dirección de escena: Nicola Raab. Escenografía y vestuario: George Souglides. Iluminación: David Debrinay. Director de coro. Francesc Perales. Dirección musical: Fabio Biondi. Lugar: Palau de les Arts. Entrada: 1774 localidades (lleno). Fecha: Miércoles, 28 marzo 2018 (se repite los días 1, 5, 8 y 10 abril 2018).
Es fácil entender las razones por las que Giuseppe Verdi no quiso saber más de su ópera Il Corsaro después de escucharla en su estreno, en Trieste, el 25 de octubre de 1848. El pestiño tiene todos los ingredientes para ser desechado: un libreto infumable y la música de un compositor que aún no ha encontrado su rumbo estético. Como era previsible, el estreno fue un fracaso, el mayor de toda la carrera creativa del genial creador de obras maestras como Un ballo in maschera o Falstaff, títulos ambos aún inéditos en el Palau de les Arts.
Sorprende que un espacio escénico aún joven como el Palau de les Arts se haya metido a programar este pestiño olvidado e irrrelevante cuando aún tiene pendiente de estreno tantas y tantas obras maestras. Al frente musical de esta nueva y fallida coproducción semanasantera, uno de los artífices y promotores del dislate, el todavía codirector musical Fabio Biondi (Palermo, 1961), quien sin salirse de su medianía como director de orquesta, firmó uno de sus menos deficiente intervenciones en el foso. Al margen de puntuales desajustes entre coro, orquesta y solistas, el siciliano logró que los tres actos transcurriesen sin sobresaltos ni grandes tropiezos. No hubo, desde luego, magia operística ni emoción ni sutilezas, pero… ¡a ver quién es el guapo que obtiene todo esto de una ópera así!
La directora de escena alemana Nicola Raab, que ya presentó en el Palau de les Arts su aplaudido montaje de Thaïs de Massenet, se ha comido el coco para tratar de dar sentido al sinsentido del vacuo libreto. Naturalmente, ha fracasado. Se ha inventado una forzada dramaturgia centrada en el personaje de Lord Byron –autor del poema en el que se basó el libretista Piave- y ha montado un lío que no hay quien siga. Eso sí, con algunos efectos escénicos de evidente calidad y una iluminación resultona muy bien estudiada. Como contraste, unas tópicas y viejas proyecciones -“alla Livermore, como escribe con gracia el bloguero Atticus Finch- a tono con el ridículo vestuario, que parece alquilado de alguna vieja y barata producción de El turco en Italia o El rapto en el serrallo. El normalmente anodino público de los estrenos mostró en esta ocasión su desagrado con una sonora y bien merecida pitada al final de la función que se impuso sobre los aplausos de rigor. ¡Bravo al público!
Había curiosidad por escuchar al muy ascendente tenor de moda estadounidense Michael Fabiano, que le tocó bregar con el ingrato papel de Corrado, el capitán corsario protagonista de esta ópera fallida. Impacta su voz limpia y calurosa, vigorosa y saludable, proyectada con arrojo y decisión, a la manera del José Carreras de sus buenos tiempos. Pero se echa en falta el canto en piano, las medias voces, la sutileza belcantista de un Alfredo Kraus, el calor vocal de Plácido Domingo o los colores característicos y definidos de un Bergonzi o del propio Domingo. Fabiano cantó con suficiencia, corrección y pulcritud, pero sin nunca alcanzar la excelencia de ninguno de estos tenores de referencia. Posiblemente, tampoco el papel de Corrado sea el más indicado para su voz, de tintes claramente líricos y probable rumbo a lo spinto.
Defraudó y mucho la soprano ucraniana Oksana Dika, vieja conocida de la casa, que grito más que cantó el papel ingrato de la esclava Gulnara, personaje cuya dramática vocalidad no justifica en absoluto tantos excesos y tanto ir a su aire. La Dika arriesga sus valiosas cualidades vocales al adentrarse sin necesidad en un papel para ella tan inadecuado e inconveniente. Para colmo, su voz poderosa tuvo el complemento de un barítono tan plano y discreto como el italiano Vito Priante, que al lado de ella más parecía Monchito en manos de José Luis Moreno que el gran bajá dueño y señor que se supone que es.
Lo mejor de la noche desde el punto de vista vocal llegó inesperadamente en la voz de la soprano rusa Kristina Mkhitaryan, lírica pura, intensamente hermosa y expresiva, perfecta para el dulce, triste y agradecido papel de Medora, la ñoña amante de Corrado. Sin pena ni gloria quedó el corsario Giovanni, encarnado por el bajo Yevgueni Stavinski. El Cor de la Generalitat, pese a sus pésimas ubicaciones en el escenario, volvió a lucir sus mejores calidades, como la Orquestra de la Comunitat Valenciana, conjunto rocoso capaz de sonar admirablemente aunque quien tenga en el foso no sea precisamente un Maazel.
Publicado en Diario Levante el 31 de marzo
Comentario lleno de errores incluso de tipografía y concordancia. Falta de elegancia y decoro en la narración. Si un espectáculo no le gusta, no hace falta que ofenda a casi todos los responsables/protagonistas. Parece el discurso, vulgar, de un analfabeto en una panadería, haciendo una larga cola e impacientándose. Esta publicación tiene firmas de más rigor y respeto por el trabajo ajeno. ¿Por qué se publica a este señor?
Muy feo y ordinario, ¡de verdad!