Critica: De la Habana ha venido un barco por…streaming
DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO POR…STREAMING
Classical Laguna Experience. 29 diciembre 2020.
Obras de Ernesto Lecuona y George Gerswhin. Soprano: Carmen Acosta Piano: Juan Francisco Parra. Teatro Leal de San Cristóbal de la Laguna, (Islas Canarias).
Vivir en una isla desierta es uno de los deseos más demandados cuando uno sueña que le ha tocado un premio gordo, porque asumimos que asilarse supone vivir en el paraíso menos terrenal, por muy confinado que esté. Sin embargo, para muchos de sus habitantes el confinamiento que supone vivir en una isla, a muy afortunada que ésta sea, puede llegar a convertirse en un obstáculo cuando las condiciones de vida se vuelven adversas. Hijo de una isleña chicharrera, el padre de Ernesto Lecuona, decidió salir de Tenerife y buscar prosperidad en una isla situada al otro lado del Atlántico, Cuba, – en ese entonces todavía perteneciente a la corona de España-. A comienzos del siglo pasado, transitar de Santa Cruz de Tenerife a La Habana y después a Nueva York implicaba superar barreras culturales y apostar por vivir arriesgadas aventuras. Ernesto Lecuona hijo, haría el mismo viaje que su padre, pero a la inversa, para tener la ocasión de conocer la tierra de donde era originaria parte de su familia. De aquellas vacaciones regresó para ser enterrado en un cementerio de Nueva York.
Puede resultar extremadamente paradójico que hoy, en el S. XXI resulte mucho más difícil viajar de una isla a otra dentro del mismo archipiélago, de lo que lo era un siglo atrás el hacerlo entre continentes.
Por eso, hoy más que nunca, conviene resaltar iniciativas culturales como la de Classical Laguna Experience que pretende que el arte de los compositores e intérpretes canarios viaje más fácilmente que hace 100 años y con mayor seguridad, habida cuenta los tiempos que corren. El medio de trasporte elegido para este viaje no ha sido físico, -ya no se lleva-, ahora se viaja en streaming (lo que de toda la vida se conoce como retransmisión). La propuesta nos acerca en esta ocasión, en primer lugar, a las canciones “cultas” del maestro Lecuona, para finalmente, -y utilizando como nexo de unión la amistad entre Lecuona y Gerswhin-, atracar virtualmente en la Nueva York de los años 30. El programa elegido, se desmarca así de la vertiente más conocida del compositor, música de “salón”, asociada a las canciones tradicionales cubanas.
El dúo de artistas canarios, Carmen Acosta (voz) y Juan Francisco Parra (piano), iniciaron su recital adentrándose en ese otro Lecuona menos conocido, pero igualmente bello y algo más profundo musicalmente. El programa nos presenta un primer grupo de siete canciones basadas en poemas de José Martí y un segundo, compuesto por otras cinco canciones, que escogen textos de Juana de Ibarbouru. Tanto la letra como la música de estas breves canciones exigen un especial apasionamiento por parte de los intérpretes, que hay que combinar con las necesidades técnicas específicas que cada una de las canciones requiere.
En el caso del canto, además de cumplir con las exigencias técnicas de la partitura, la soprano tiene que lidiar con bastantes pasajes declamados, que Carmen Acosta solventó de manera más que sobresaliente. Una auténtica sorpresa, sobre todo después de haber sido testigo en muchas ocasiones de cómo una parte recitada se convierte en el talón de Aquiles de muchos cantantes de ópera. En estas canciones no nos podemos quedar solamente con el piano y con la voz. En estas canciones, además, se hace obvia la necesidad de complementar la partitura con una buena capacidad interpretativa y gestual, -sumamente expresiva en este caso-, que nos deja claro que morimos de amor y no de frío.
Después de estos dos ciclos de canciones de Lecuona, el maestro fue honorado con la página principal de su zarzuela “María la O”, la romanza del mismo título, que la soprano coronó con cálidos agudos. Juan Francisco Parra, (repertorista tan detallista como inteligente) introdujo con manos seguras la segunda parte del concierto dedicado a Gerswhin. Se incluyeron entonces canciones de la ópera Porgy and Bess, entre ellas la famosa Summertime, que la soprano canaria bordó con una maravillosa dicción que a cualquiera haría dudar sobre la lengua materna de la artista. Como colofón I love Music, que ambos intérpretes atacaron con raza, fuerza y entrega.
Al final de la interpretación de cada pieza se podía escuchar el estrepitoso silencio de los aplausos de los ausentes en el patio de butacas, que eran todos, a mayor gloria de la pandemia. Tan es así que cabía preguntarse dónde habían ido a parar esos aplausos, toses, ruidos, móviles, a los que nos habíamos acostumbrado, y a los que nunca hubiéramos pensado que llegaríamos a echar de menos.
¿Cómo puede el público hacer llegar a los intérpretes el calor necesario para sentirse reconfortados? De momento, acercándonos mucho más a la cultura y a nuestros artistas, y apoyando estas iniciativas, estemos en el nivel de confinamiento que estemos.
Que sepan que nos importan y que les necesitamos. Rafael García
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