Critica: De pájaros y verdades
De pájaros y verdades
TEMPORADA DE PRIMAVERA DEL PALAU DE LA MÚSICA. Obras de Rautavaara (Cantus Arcticus, Concierto para pájaros y orquesta), Szymanovski (Concierto para violín y orquesta número 1) y Sibelius (Quinta sinfonía). Orquesta de València. Director:Rune Bergmann. Solista:Eldbjørg Hemsing (violín). Lugar:Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 1.400 personas. Fecha:Viernes, 21 junio 2019.
Sobre el papel, el bien engarzado programa con el que debutaba el director noruego Rune Bergmann en el podio de la Orquesta de València era de agudo atractivo. Además del estreno en la capital del Túria de Cantus Arcticus-el más que curioso concierto “para pájaros y orquesta” que compone el finés Einojuhani Rautavaara en 1972-, figuraban el onírico Primer concierto para violíndel polaco Karol Szymanowski y la siempre bienvenida Quinta sinfonía, del también finlandés Jean Sibelius. Como correcta y tibia solista de violín, Eldbjørg Hemsing (1990), paisana del maestro Bergmann, que se quedó en la epidermis violinística y expresiva de una obra maestra que es bastante más que la cuidada sucesión de muy bien dadas notas que se escuchó el viernes en la Sala Iturbi del Palau de la Música.
La tarde no pudo comenzar con mejor pie. El inicio del concierto pajarero de Rautavaara, con los cánticos grabados de los pajarillos del Ártico y las flautas de Salvador Martínez y Anna Fazekas, generó una atmósfera cargada de sutilezas y premoniciones. El maestro Bergmann calibró y dejó respirar la música, cuidó las atmósferas sonoras y alió con maestría el sonido grabado y la realidad presente de la orquesta. Todos cuajaron una versión de calado, que atendió con escrupulosa fidelidad, la evocación sugerida “por el horizonte boreal y la simbología del ave como emisaria de lo celeste” de la que tan lúcidamente escribe David Cerdán en las notas al programa. Fue, con diferencia, lo mejor de la ya veraniega tarde.
Bastante menos interés ofreció la expeditiva lectura escuchada en la segunda parte de la Quinta de Sibelius, de la que Bergmann firmó una versión de trazo grueso, obvia y demasiado evidente. Insustancial. De dinámicas desbocadas, desestructurada arquitectura, elementales desarrollos e ingenuo fraseo. Tampoco su poco elegante gestualidad, previsible, natural, desenfadada y poco efectiva, contribuyó a indagar en los recovecos de una sinfonía tan plena de posibilidades y registros.
Fue un Sibelius tan correcto e insustancial como el Concierto de Szymanowski escuchado en la primera parte. La Orquesta de València, conjunto veterano que sabe compensar y tocar bien y hasta muy bien cuando se siente cómoda con el podio, sonó bastante mejor del son que dictaba la batuta. Al final, músicos y público despidieron con caluroso aplauso y entusiasmo al campechano y empático maestro llegado del norte. Pero la música, en verdad y de verdad, no es cuestión de simpatía, volumen ni buenas maneras. Justo Romero
Publicado en el diario Levante el 23 de junio de 2019
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