Crítica de “Rinaldo” en el Auditorio Nacional
HAENDEL, EN SU SITIO
Haendel: “Rinaldo”. Iestyn Davies, Jane Archibald, Sasha Cooke, Joélle Harvey, Jakub Józek Orlinski, Luca Pisaroni, Owen Willetts. The English Concert. Director: Harry Bicket. Madrid, Auditorio Nacional. 11 de marzo de 2018. Universo Barroco del CNDM.
Arturo Reverter. Una gran oportunidad la que se nos ha brindado en este concierto de repasar uno de los grandes logros haendelianos en los que resplandece la perenne búsqueda por parte del compositor de los efectos vocales más impactantes, con llamada a los principales recursos de un belcantismo. La sucesión de arias, la mayoría de estructura “da capo”, mana sin parar ofreciendo una panoplia de incontables bellezas, de expresiones diversas, de emocionantes “affetti”. Con una enorme variedad y una inagotable inspiración.
Afortunadamente, hemos asistido a una muy loable interpretación gobernada por la mano, ya que no la batuta, de Harry Bicket, un veterano trabajador de la música barroca. Es un director y clavecinista de gran experiencia y buen gusto. No posee, hay que reconocerlo, una fantasía especial o una gracia reconocible, pero es seguro, sabe lo que se tiene entre manos y conoce el género. Su gesto es claro y suficiente, mantiene en general “tempi” vivos, aunque sabe parar y templar a un conjunto de 26 músicos –casi la mitad, mujeres- de primer orden, afinados, justos, precisos y expresivos, que tocan instrumentos barrocos.
Sobre la base de esa rica y a veces agreste sonoridad y una rítmica bien ordenada y marcada, actuaron siete solistas vocales de calidad. Debemos destacar en primer lugar al bajo Luca Pisaroni (Argante), al que ya hemos visto en Madrid en otros cometido bien distintos. La voz es oscura, no especialmente timbrada, pero redonda. Acentúa, dice y expresa estupendamente, y lo dejó claramente demostrado en su primera y muy difícil aria, “Sibilar gli angui d’Aletto”. El contratenor Iestyn Davies cantó la parte protagonista, creada en 1711 por el “castrato” Nicolini. Lo hizo muy honorablemente, con intención y temple, aunque su timbre de mezzo no sea muy rico y anduviera un tanto impreciso en ciertas agilidades. Más sonoro y lustroso el también contratenor Orlinski (Eustazio), de buen registro modal. Discreto el tercer cantante de esta cuerda, Willetts (Mujer y Mago).
De las féminas, resaltamos la cuidadosa y gentil prestación de Harvey (Almirena), una soprano lírico-ligera de atractivo vibrato y dulces acentos, expuestos en la famosa aria “Lascia ch’io pianga”. Más áspera y penetrante Archibald (Armida), soprano de mayores hechuras, que ascendió un par de veces a las alturas del re natural sobreagudo y manejó una coloratura muy potable, especialmente lograda en el aria “Furie terribili!” Algo sosainas la mezzo, de agradable color, Cooke. Junto a ellos brillaron algunos de los solistas en sus “obbligati”, como la flautista Tabea Debus, que hizo un magnífico solo en el aria de Almirena “Augelletti, che cantate”. O como el clavecinista Tom Foster, en ese auténtico concierto para su instrumento contenido en el aria de Armida “Vo’ far guerra”. Gran éxito.
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