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Por Publicado el: 03/04/2023Categorías: En vivo

Crítica: Descorazonadora Turangalila

Descorazonadora Turangalila

ORQUESTRA DE VALÈNCIA. Carlos Apellániz (piano), Nathalie Forget (ondas Martenot). Sylvain Cambreling (director). Programa: Sinfonía Turangalîla, de Olivier Messiaen. Lu­gar: València,  Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 600 personas. Fecha: Jueves, 30 marzo 2023.

Sylvain Cambreling

Resultaba descorazonador comprobar cómo una afición como la valenciana, con décadas disfrutando de una oferta sinfónica de primer nivel, se quedaba en casa o en la taberna ante el acontecimiento que supone la interpretación de la monumental Sinfonía Turangalîla de Messiaen. Apenas 600 aficionados se dieron cita en el espacioso Auditori del Palau de Les Arts para  escuchar, sentir y asombrarse con una obra capital del sinfonismo del siglo XX y de todos los otros tiempos. Una cima sonora bien definida por Martín Llade en las detalladas notas al programa como “enigmática, grandiosa obra maestra”.

Ha sido, vayamos al grano, uno de los mejores conciertos de la Orquestra de València. También un reto ambicioso y comprometido, para el que la formación titular del Palau de la Música ha apostado fuerte y se ha aliado con el maestro Sylvain Cambreling (Amiens, 1948) para cuajar una versión vibrante, luminosa y, sobre todo, involucrada con la obra de arte que tenían en los atriles –“hoy hemos sudado la camiseta”, ha escrito con razonable orgullo un profesor de la OV en su Facebook-, que sorteó las innumerables exigencias, técnicas, expresivas y de todo tipo que requiere la grandiosa construcción sinfónica creada por Messiaen entre los años 1946 y 1948.

En conciertos así no caben reparos. Se aplaude, hasta el bravo y sin reserva, la implicación profesionalizada y consciente de los músicos, sabedores del reto que tenían ante sí, algo que ya habían hecho, con ambiciones y presupuestos rotundamente distintos, en mayo de 2005, cuando interpretaron los diez movimientos de la Turangalîla bajo la dirección entonces de Joan Cerveró. En esta muy distinta ocasión, profesores, maestro, el piano consagrado en estas lides del imbatible Carlos Apellániz -entonces fue Roger Muraro- y las rodadas Ondas Martenot de la francesa Nathalie Forget, firmaron una versión de rango universal, digna de ser escuchada en cualquier sala de conciertos. Unos, otros y otras se acercaron con calidez, pasión, humildad y fascinación a los riquísimos y variados mundos que pueblan el impresionante fresco sinfónico bajo  el gobierno, nada elegante pero sí inspirado, conocedor, eficaz y estimulante de Cambreling  

Versión de inagotables registros y ambientes. Luz, color, calor, vehemencia, misticismo… Todo se cuidó y aunó sin perder de vista la esencia de la compleja estructura. Desde sus reminiscencias tristanescas a sus resonancias  indonesias y de los gamelang de Bali. También los hallazgos tonales y atonales, tímbricos y, sobre todo, rítmicos -de tanta raigambre oriental – que conviven en la partitura. Difícil subrayar detalles en interpretación tan “colegiada”. La nutrida sección de percusión -nueve instrumentistas- podría recoger el aplauso sin fisuras a todo el colectivo. También el piano de Apellániz, siempre en su sitio, siempre inspirado e  involucrado en la redondez del conjunto, sin por ello declinar protagonismo a su excepcional empeño solista.

Concierto que marca un hito en la historia de la Orquestra de València. También en los selectos y privilegiados melómanos que optaron, juiciosamente, por no perderse esta cita irrenunciable. Bravo a ellos, a los profesores de la OV y a sus programadores. Otros, siguen y seguirán per saecula saeculorum en la taberna. Así se abran y reabran mil y un palaus. Descorazonador, sí. Justo Romero.

Publicado en el diario Levante el 1 de abril de 2023.

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