Crítica: Marzena Diakun, Elena Bashkirova y la ORCAM. Buenos propósitos
ORQUESTA Y CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID (M. DIAKUN)
Buenos propósitos
Obra de Debussy, Falla, Dvořák y Martinů. Elena Bashkirova (piano). Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Director del Coro: Krastin Nastev. Dirección musical: Marzena Diakun. 14 de marzo
Pudiera parecer en un primer momento que el programa propuesto para la nueva cita con la temporada sinfónica de la ORCAM era un poco excesivo. Excesivo en cuanto a demostración de facultades de la batuta, capaz de suscitar empatías y concomitancias con nacionalismos musicales de todo tipo. O excesivo también por el trasiego de músicos, coro, técnicos de escenario y movimiento de instrumentos. Pero esas dudas iniciales se difuminaron pronto.
El Preludio a la siesta de un fauno propuesto por Diakun fue impecable en lo técnico, con dinámicas perfectamente planificadas y sensibilidad hacia la superdotada paleta orquestal del francés. Pero dejó atrás cualquier atisbo de sensualidad o de la atmósfera decadente que debe convocar el deseo no correspondido del fauno. Esta obra es más incómoda de lo que su uso social ha dado a entender, y toda esa complejidad quedó apenas esbozada por los parámetros estéticos. Mucho mejor resultó la prospección sonora de la que disfrutaron las Noches en los jardines de España, partitura genial de Falla en la que resulta sencillo perderse por entre su bruma melancólica. No ocurrió, la ORCAM propuso una lectura contenida, muy centrada en subrayar los motivos que hacen que sintamos esta música como propia, a la que se sumó el balance sonoro y la evocación limpia del piano de Elena Bashkirova. Buenas intervenciones por parte del viento madera, haciendo esta de música algo completamente orgánico, como ese lenguaje nativo que debería ser.
Poco interpretados a pesar de su belleza, los corales agrupados bajo el nombre de En la naturaleza de Dvořák toman los versos de Vítûzslav Hálek (compañero generacional del más conocido Jan Neruda) para construir un vínculo con lo natural a través de la voz. Más que meritoria interpretación por parte del coro, en particular del primero de ellos, “Napadly písnû”. La última parte del concierto volvió la vista a la torturada Tercera Sinfonía de Martinů, mostrada con intensidad, más filo que delectación y obligando a la sección de cuerdas a dinámicas muy extremas mantenidas en el tiempo. Su primer movimiento marcó el momento más conmovedor de la velada.
La labor de la dirección artística de una orquesta tiene que ir indisolublemente unida al compromiso de programar obras que no sólo funcionen a nivel concertante sino que lleven a su máxima expresión artística a los profesores de la orquesta, a la par que nivelen los desequilibrios inherentes a cualquier formación. Este programa, con tanta ambición como magnetismo, sigue demostrando buenos propósitos. Que no se desinflen. Mario Muñoz Carrasco
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