Crítica: Die Tote Stadt, ópera en mayúsculas
DIE TOTE STADT (E. W. KORNGOLD)
Nationaltheater de Munich. 1 Diciembre 2019.
No cabe duda de que uno de los grandes atractivos de la temporada de ópera internacional este año era precisamente esta Ciudad Muerta, ya que se juntaban una nueva producción, un destacado reparto vocal y una excelente dirección musical. Todo esto era al menos lo que podía esperarse. Uno siempre viene a estos espectáculos de grandes expectativas con dudas, ya que muchas veces las grandes decepciones no son sino consecuencia de grandes expectativas. No ha así en esta ocasión, donde hemos podido asistir a un gran espectáculo, que ha reunido a gran nivel los tres aspectos fundamentales de la ópera, es decir la producción escénica, la dirección y ejecución musical y el reparto vocal. Pocas veces se alcanza esta conjunción, que podríamos llamar planetaria, pero cuando se da estamos ante un espectáculo único. Me refiero precisamente a LA ÓPERA. Así. con mayúsculas.
La nueva producción de la Bayerische Staatsoper se debe al joven (35) australiano Simon Stone, que debutó en ópera precisamente con esta obra y en Basilea hace 3 años. Posteriormente, se han ofrecido producciones suyas en el Festival de Salzburgo (Lear y Medea) y en París (Traviata), debutando ahora en Múnich. Su trabajo es muy bueno, ofreciendo una producción de corte cinematográfico, en la que el suspense está siempre presente, como deber ser en esta ópera, en la que la personalidad de su protagonista es tan desequilibrada.
Se nos ofrece un escenario giratorio, que presenta la casa de Paul con sus distintas habitaciones y, por supuesto, el altar de Marie, su mujer muerta. En el segundo acto se nos ofrecen las casas de Marietta y su troupe, así como la de Frank. Todo funciona con gran agilidad, pero lo que destaca de manera muy especial es la gran dirección de escena, tanto con los solistas como con coro y figurantes. Es una estupenda producción, además de resultar brillante desde un punto de vista estético. La labor que hace con Paul y Marietta es sencillamente excepcional, lo que se traslada al público, que vive la trama con una gran atención de principio a fin.
La escenografía se debe a Ralph Myers, mientras el vestuario, que responde a los años 70 y es atractivo, se debe a Mel Page, contando con una notable labor de iluminación por parte de Roland Edrich.
La dirección musical estuvo encomendada a Kirill Petrenko y eso ya son palabras mayores. Estamos ante un director verdaderamente excepcional, con el que estos años hemos disfrutado aquí de modo espectacular. Ya se sabe que deja Múnich para ser el titular de la Filarmónica de Berlín y solo puedo decir que le vamos a echar en falta muchísimo, aunque su sustituto aquí no sea un desconocido precisamente, como es el caso de Vladimir Jurowski, pero entre lo bueno y lo excepcional hay un trecho importante.
La dirección de Kirill Petrenko ha sido de las de cortar la respiración, con una delicadeza infinita y nos ha hecho disfrutar de esta magnífica música como pocas veces. ¡Qué gran lectura! Tengo en mi recuerdo el acompañamiento a Paul en los momentos finales y aquello fue de poner los pelos de punta. ¡Grande, Kirill Petrenko! Y grandes también tanto la Bayerische Staatsorchester, simplemente fabulosa a sus órdenes, como el Coro de la Bayerische Staatsoper en sus breves intervenciones, al que se añade el numeroso Coro de Niños.
Dos son los grandes protagonistas de esta ópera, Paul y Marietta, que aquí han estado interpretados por Jonas Kaufmann y Marlis Petersen. El resultado ha rayado a gran altura.
Jonas Kaufmann es uno de los grandes tenores de hoy en día y su presencia suele ser en cierta manera habitual en Múnich, habiendo decidido debutar el personaje del desequilibrado Paul, a quien la muerte de su mujer Marie ha trastornado psíquicamente de manera más que notable. La interpretación de Kaufmann ha sido ejemplar de principio a fin en términos escénicos, demostrando que, aparte de ser un gran cantante, es un excelente actor, especialmente cuando es dirigido como en esta producción. Hubo momentos verdaderamente excepcionales, como lo fueron el dúo con Marietta al final del primer acto y la escena final. Es verdad que también hubo momentos, en los que encontré que su voz no corría con la facilidad y brillantez de otras ocasiones, pero esto tampoco es algo tan extraño en las actuaciones de este gran cantante y artista.
Para mí la gran sorpresa de esta representación ha sido la actuación de Marlis Petersen como Marietta/Marie. Hacía unos 5 años que no la había visto en escena y la verdad es que su triunfo ha sido incontestable, ofreciendo una actuación simplemente insuperable. Inmensa actriz y cantante muy destacada, con una voz muy atractiva y capaz de transmitir emociones como pocas veces se tiene oportunidad de experimentar. Una sorpresa enorme, ya que no esperaba tanto de ella y lo que ha ofrecido ha sido excepcional.
Frank y Fritz fue interpretado por el joven barítono polaco Andrzej Filonczyk, cuya presencia llamaba de antemano la atención en este reparto, ya que se trata de un joven poco conocido, a quien tuvimos ocasión de ver recientemente en el Palau de Les Arts de Valencia como Conde Almaviva en Le Nozze de Figaro. La impresión que me ha dejado ha sido muy parecida a la de la vez anterior, es decir es un barítono de voz atractiva, pero cuya emisión tiende a quedarse un tanto atrás, aunque canta con gusto, como lo demostró en la preciosa canción de Pierrot del segundo acto.
La parte de Brigitta, la criada de Paul, fue interpretada adecuadamente por Jennifer Johnston, que lo hizo bien, aunque la encontré algo destemplada por arriba.
La troupe de Marietta estuvo interpretada de manera intachable en escena por Mirjam Mesak (Juliette), Corinna Scheurle (Lucienne), Manuel Günther (Gaston y Victorin) y Dean Power (Conde Albert).
El Nationaltheater hacía tiempo que había agotado sus localidades. El público dedicó una recepción triunfal a los solistas, con ovaciones y bravos muy sonoros para Kirill, Petrenko, Marlis Petersen y Jonas Kaufmann.
La representación comenzó con los 5 minutos de retraso habituales en Múnich y tuvo una duración de 3 horas y 9 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2
horas y 16 minutos. Nada menos que 16 minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 243 euros, habiendo butacas de platea desde 143 euros. La localidad más barata con visibilidad era de 67 euros. José M. Irurzun
Fotos: W. Hösl
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