Critica: El Anillo finaliza con éxito en Oviedo
GÖTTERDÄMMERUNG (R. WAGNER)
Teatro Campoamor de Oviedo. 14 Septiembre 2019.
Culmina Oviedo su Tetralogía wagneriana que comenzara hace 6 años, siendo la última de las temporadas de ópera importantes en España en ofrecer esta magna obra. Anteriormente, se había podido ver en el Teatro Real de Madrid, en el Liceu de Barcelona, en el Palau de Les Arts de Valencia, en el Maestranza de Sevilla y en Euskalduna de Bilbao. Es verdad que las vicisitudes que ha tenido que sufrir su programación en Oviedo en estos 6 años han sido importantes, ya que lo que empezó con representaciones escénicas en El Oro del Rhin y la Valkyria, tuvo que pasar a ser versión semi-escenificada en Sigfrido y otro tanto ha ocurrido ahora con El Ocaso de los Dioses. Independiente de eso, lo cierto es que el resultado de esta última entrega ha sido brillante, mejor de lo esperado, y puedo decir que la sido la ópera más conseguida de toda la Tetralogía.
Como digo, estamos en una versión semi-escenificada, que a diferencia de las óperas ofrecidas en representación escénica nos coloca a la orquesta en el escenario, prescindiendo totalmente de decorados, así como de mobiliario y elementos de atrezzo, desarrollándose la acción en corbata. A diferencia de una versión de concierto en sentido estricto, aquí no hay atriles ni partituras para los cantantes, que se mueven en el reducido espacio señalado y usan un vestuario que no es el formal de los conciertos.
El limitado trabajo escénico se debe al venezolano Carlos Wagner, que fue también su responsable en Siegfried hace dos años. Su aportación sirve para narrar la trama, con limitados movimientos escénicos, con profusión de imágenes en la pantalla existente en el escenario y echándose en falta elementos importantes en esta obra, como son simplemente la espada, la lanza el anillo o el yelmo. El vestuario resulta simple y adecuado, siendo obra de Susana de Dios.
En las entregas anteriores del Anillo del Nibelungo la dirección musical había estado en manos de Guillermo García Calvo, que ha sido nombrado desde la temporada pasada responsable musical en Chemnitz, lo que supongo que le ha impedido estar presente ahora en Oviedo. Ha ocupado su puesto el alemán Christoph Gedschold, el actual titular de la Ópera de Leipzig. Su prestación ha sido plenamente convincente y digna de ser destacada debidamente. El arranque de la ópera quedó un tanto plano, pero a partir de la escena de los guibichungos, su dirección voló alto. Quizá faltó algo más de misterio en la escena del segundo acto entre Hagen y Alberich, pero volvió a resurgir brillantemente en el resto del acto para alcanzar su pleno apogeo en el tercer acto, verdaderamente brillante. A sus órdenes estuvieron las dos orquestas locales, es decir la Orquesta del Principado de Asturias y la Oviedo Filarmonía, cuya prestación me resultó claramente mejor que lo que podía esperarse de antemano. Sin duda que la batuta de Gedschold tuvo que ver en este resultado. El Coro de la Ópera de Oviedo (en esta ocasión solo la parte masculina), reforzado por el Coro Intermezzo no fue especialmente brillante, en lo que sin duda influyó su ubicación en ambos pasillos laterales del teatro, lo que hacía que el sonido no llegara con el empaste debido.
Es bien sabido que esta ópera ha de reunir un reparto vocal muy exigente y la verdad es que los artistas reunidos por la Ópera de Oviedo han dado un notable juego, digno de un teatro de campanillas.
Brünnhilde tenía que haber sido la soprano portuguesa Elisabete Matos, cuya presencia me resultaba sorprendente, como lo apunté en mis Comentarios Previos, publicados en Beckmesser. Pocos días antes del estreno se produjo su cancelación, siendo sustituida felizmente por la soprano suiza Stéphanie Müther, en cuya elección supongo que tuvo que ver la relación de la Ópera de Oviedo con Guillermo García Calvo, ya que esta soprano había sido precisamente Brünnhilde en la Tetralogía de Chemnitz que dirigiera el maestro español. La soprano suiza ha tenido una muy completa actuación, con una voz atractiva y amplia, perfectamente adecuada a las exigencias del personaje, moviéndose bien en escena y cantando con expresividad. Únicamente, parecía algo apretada en las notas más altas, lo que no empaña en modo alguno su destacada actuación. Es una soprano a seguir de cerca.
Siegfried fue interpretado por el tenor ruso Mikhail Vekua, como ya lo hiciera hace dos años como el Joven Sigfrido. Se trata del tenor dramático de referencia en el Teatro Mariinsky y su actuación es digna de ser destacada. No es un dechado de elegancia en su canto, pero hay que reconocer que puede con las exigencias del personaje, lo que está al alcance de muy pocos de sus colegas. En el relato que precede a la muerte de Sigfrido, en el que tantos tenores tienen dificultades, no tuvo el más mínimo problema. Es uno de los pocos tenores capaces de hacer frente al personaje y me recuerda mucho en su canto al bien conocido Stefan Vinke.
Buena también la impresión dejada por el bajo ucraniano Taras Shtonda en la parte de Hagen, con una voz amplia y atractiva, muy adecuada al personaje, aunque su timbre pierde calidad en los dos extremos de la tesitura.
El barítono israelí Boaz Daniel es un auténtico especialista en el personaje de Gunther, que lo ha cantado en los teatros de ópera importantes del mundo. Sin ir más lejos esta temporada volverá a ser el hermanastro de Hagen en Viena. Su actuación fue la de un consumado intérprete de este personaje, al que pocas pegas se le pueden poner.
Gutrune fue interpretada por la joven soprano española Berna Perles, que lo hizo bien, aunque no fuera particularmente brillante en términos vocales. Doblaba como Tercera Nroma.
Hay que destacar la actuación de la mezzo soprano Agnieszka Rehlis como Waltraute, la hermana de Brünnhilde. La escena de las dos hermanas fue brillante y muy bien cantada, aportando buenas dosis de emoción a su canto.
Las otras dos Nornas fueron correctamente interpretadas por Cristina Faus y Sandra Ferrández. Correctas también las Hijas de Rhin, interpretadas por Vanessa Goikoetxea(Woglinde), Marina Pardo (Wellgunde) y Marina Pinchuk (Flosshilde).
El Teatro Campoamor ofrecía una entrada de alrededor de 2/3 de su aforo. El público mostró de modo indudable su satisfacción con el resultado del espectáculo, dedicando ovaciones y bravos a todos los cantantes, siendo los mayores aplausos dedicados a Stephanie Müther y al maestro Gedschold.
La ópera comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 5 horas y 3 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 6 minutos. Ocho minutos de Aplausos.
La localidad más cara costaba 154 euros, costando 144 euros la butaca de patio. La localidad más barata con visibilidad costaba 43 euros. José M. Irurzun
Fotos: I. Martínez
Sí había coro femenino, con muy poca presencia, es verdad, pero lo había. Estaba situado en los palcos de proscenio del primer piso, 5 a cada lado. Su participación, muy escasa, fue en el 2º acto.