CRÍTICA: El buen canto de Mariella Devia
EL BUEN CANTO
Canciones y arias de Verdi. Mariella Devia, soprano. Instituto Italiano de Cultura. Madrid, 23-10-2013.
El buen canto, el canto por derecho, sin trucos, sin alteraciones, sin ñoñerías, sin estridencias, sin melifluidades es el que pudimos recibir a lo largo de este recital de Mariella Devia, artista que ha cumplido en abril 65 años. No lo parece: su menuda figura, pequeña y ágil, su talante juvenil y, sobre todo, su estado vocal nos hablan de otra edad. Hacía diez años que no aparecía por Madrid. Cerraba un ciclo de conciertos vocales centrados en Verdi en el que han estado presentes otras excelentes voces: Pertusi, Scandiuzzi, Schiavo y Meli.
Lo primero que siempre hemos admirado de Devia, desde sus tiempos se soprano ligera o lírico-ligera, y seguimos admirando ahora, cuando su voz es plenamente lírica y ha adquirido áureas tonalidades, es el apoyo; es decir, el manejo del diafragma. La voz está permanentemente en su sitio y el sonido –no específicamente bello- sale fluido, natural y firme. El timbre no cambia. No es amiga Devia de practicar en exceso la técnica del filado etéreo. Lo suyo es la media voz, que regula con soltura e inteligencia, consiguiendo de este modo un amplio “fiato” y, a partir de ahí, un canto “legato”.
La afinación es intachable y la extensión se conserva, con viajes al sobreagudo (do, re, mi bemol). Esas notas astrales penetran, más allá de ciertas durezas y un vibrato peligroso, con una sensacional direccionalidad. Aplaudimos la muelle exposición, llena de dulzuras, del aria “Arrigo parli un core”, las agilidades del “Bolero”, ambos de “Vespri sicilianni”; La emoción –aunque la soprano nunca fue muy cálida- de las páginas de “Traviata” –un espléndido y desgarrado “Addio del passato” concedido como bis-; y la fantasiosa recreación de dos números tan exigentes como los de “Il corsaro” o “I lombardi”. El recital se completó con siete canciones de concierto de Verdi, desgranadas con gracia y estilo. El acompañamiento desde el piano de Angelo Michele Errico fue muy discreto, puede que demasiado. Arturo Reverter
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