Crítica: El mini-regreso de Netrebko al Teatro Real
El mini-regreso de Netrebko al Teatro Real
Arias y dúos de Verdi, Alfredo Catalani, Mascagni, Lehár, Puccini y Giordano. Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Christopher Maltman. Orquesta Titular del teatro Real. Denis Vlasenko, director. Teatro Real. Madrid, 1 de noviembre de 2019.
Era abril de 2001 cuando debutó Anna Netrebko en el Teatro Real, de la mano de Gergiev con sus huestes del Mariinski en “Guerra y paz” de Prokofiev. Nadie pudo imaginar que aquella jovencita Natasha iba a convertirse en lo más parecido -aunque salvando muchas distancias- a las grandes divas del pasado, pero cuatro años después llegó la célebre “Traviata” de Salzburgo y ahí empezó realmente todo. Entonces era una mujer esbelta, muy atractiva y desenvuelta, que forjó una estupenda Violeta. En Nueva York la llamaban “El ruiseñor de San Petersburgo” y cantaba papeles de soprano ligera.
Casi veinte años después ella y su voz son otra cosa. Ambas han cogido peso. Netrebko canta Lady Macbeth o Elsa y posiblemente abordará Salomé, Gioconda o Abigaille. El primero de estos personajes figuraba en el presente regreso al Real con “La luce langue”, pero fue cancelada sin previo aviso, posiblemente dada la largura del programa, que duró casi tres horas. Era, de hecho, la pieza con mayor dificultad del concierto. De soprano casi ligera ha pasado a lírico spinto, con un instrumento que ha perdido frescura para ganar en caudal, armónicos y carnosidad. La muy mejorada técnica ha sido un factor fundamental en este proceso, siendo capaz de apianar y filar con una voz de gran potencia. Es, sin duda, la número uno de la actualidad, pero haría bien en no querer abusar de caudal, primero porque no lo necesita y segundo porque con ello aumenta su vibrato, algo que viene siendo cada vez más perceptible. Curiosamente algo parecido ha sucedido con su actual pareja, el tenor Yusif Eyvazov, poseedor de una voz con proyección, de timbre no especialmente bello, un vibrato incluso superior al de su pareja y agudo consistente que manejaba con una tosquedad que ha sido capaz de superar gracias a las muchas lecciones de canto recibidas. Antes se le contrataba por ser “pareja de” per ya puede volar por sí solo. Se lució especialmente en el adiós a la mamma de “Cavalleria rusticana”, pero también en las arias de “Luisa Miller” y “Tosca”, aunque se echó de menos la capacidad para las medias voces y pianos.
La pareja me recuerda mucho a la de Caballé con Bernabé Martí, tenor con una voz de características muy paralelas a las de Eyvazov en calidad vocal y línea. Eso sí, Netrebko no es Caballé por muy bien que cantase el “Tu che la vanitá” de “Don Carlo”, el aria de “La Wally” o el “O mio babbino caro”, insertado éste en el programa oficial y no como propina. Diva, quizá sí, pero no como las de antes.
Ambos han venido acompañados, casi por sorpresa, por el barítono Christopher Maltman, poseedor de una voz potente con timbre de auténtico barítono y una potencia de la que abusa sin necesidad, enturbiando la línea canora. Fue aplaudidísimo en las arias de “Macbeth” y “Andrea Chenier”, teniendo que repetir esta última a causa del salto de una alarma en el teatro.
El programa incluyó el trio final del primer acto de “Trovador”, el dúo tenor-barítono del último acto de “Don Carlo”, un dúo soprano-barítono de “La viuda alegre” y el dúo final tenor-soprano de “Andrea Chenier”. Largo y popular, lo que salvó un concierto a 390€ la butaca, pagados por escuchar a una Netrebko mucho más de lo que realmente cantó. A la hora de acortar programa lo lógico hubiera sido eliminar una de las piezas orquestales –“Nabucco”, Vespri siciliani” y “Cavalleria”– perfectamente prescindibles por correctamente que fueran abordadas por Denis Vlasenko y la Sinfónica de Madrid. El público ovacionaba y no se quería ir, pero sólo se concedió una propina a trío –“O sole mio”– de forma festiva pero absolutamente inapropiada para Madrid. Merecíamos otra cosa más seria: ese “La luce langue” cancelado. Gonzalo Alonso
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