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Por Publicado el: 27/10/2018Categorías: En vivo

Crítica: El perfume de Gesualdo con Agnew

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Les Arts Florissants en el ciclo Universo Barroco del CNDM

EL PERFUME DE GESUALDO

Madrigales de Gesualdo y sus contemporáneos. Solistas de Les Arts Florissants. Dirección: Paul Agnew. Universo Barroco del CNDM. Auditorio Nacional, sala de cámara. 25 de octubre de 2018.

Son muchas las caras y las propuestas que, después de tantos años –el grupo lo fundó en 1879 William Christie-, ha presentado y sigue presentando esta formación, que nos continúa sorprendiendo cada vez que actúa entre nosotros. En esta ocasión se nos ha ofrecido con su cara más reducida, más enteca: a través de un sexteto de madrigalistas que lleva ya tiempo, bajo la férula del tenor Paul Agnew, explorando el riquísimo repertorio del Renacimiento italiano.

En esta oportunidad nos han brindado un bellísimo programa en torno a la enigmática figura de Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa (1566-1613), uno de los creadores más originales de la época, un auténtico rompedor e inventor de insólitas y ásperas armonías, de cromatismos inesperados aunque Agnew nos trate de convencer en sus notas de que, en realidad, su escritura era más bien convencional. En cualquier caso, la escucha de sus Madrigales a cinco voces –los 15 del Libro I en esta ocasión- nos revela paisajes que nos parecen poco hollados, combinaciones inesperadas, fraseos reveladores. Ni las disonancias ni los cromatismos son caprichosos en su música pues los usa con sentido expresivo, intentando dar vida, como apunta Pablo J. Vayón, a las a veces paradójicas imágenes poéticas que ilustra.

El pequeño conjunto vocal tiene bien ahormada y aprendida esta música, hasta el punto de que canta a pelo, cogiendo directamente el tono de cada pieza sin emplear el diapasón. Un caso insólito; que no impide la precisión, el encaje milimétrico de las voces, la afinación. Sobre estas bases el conjunto nos brindó unas interpretaciones muy ajustadas y firmes, nimbadas, no obstante, de perfume poético, de delicadezas y discretas e infalibles florituras. Habría que destacar infinidad de detalles. Por ejemplo: el suave y plañidero comienzo de la primera composición de Gesualdo, “Ne reminiscaris, Donine”, que inauguraba el concierto; el dramatismo de “Dolorosi martir, fieri tormenti” de Luzzaschi; el estilo “concitato” de las seis canciones del cuaderno de “I Baci” de Marenzio, las impecables entradas en canon de tantas páginas, como “Tribulationem et dolorem” del propio Gesuado.

La segunda parte, protagonizada sólo por los madrigales de Gesualdo, fue un dechado de virtudes, de contención expresiva y de fantasía fraseológica, acompañadas de una sutil aplicación de las dinámicas, de los claroscuros. Contrapuntos e imitaciones practicados con la mayor de las limpiezas; y de las efusiones o de las pasiones –los “affetti”-, de lo que fue buen ejemplo el madrigal “Mentre, mia stella, miri”. La ligereza y la emotividad pudieron ser apreciadas en la página final de la sesión: “Bella Angioletta de la vaghe plume”. Las seis o cinco voces aparecieron perfectamente engrasadas bajo la dirección –sin ningún tipo de indicación- de Agnew, un elemento más del grupo. Para el gusto personal la soprano Miriam Allan resultó en algún momento en exceso estridente, con peligro de hacer zozobrar el equilibrio. Estupendo el bajo Edward GrintArturo Reverter.

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