Critica: “Lucia” en ABAO, el regusto de lo bueno
EL REGUSTO DE LO BUENO
Fecha: 19-X-2019. Lugar: Palacio Euskalduna, Bilbao. Programa: Lucia de Lammermoor, drama trágico en tres actos de Gaetano Donizetti. Intérpretes: Jessica Prat (Lucía), Ismael Jordi (Edgardo), Juan Jesús Rodríguez (Lord Enrico), Marko Mimica (Raimondo Bidavent), Juan José León (Lord Arthur), Maite Maruri (Alisa), Gerardo López (Normando). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Sinfónica de Euskadi. Director de escena: Lorenzo Mariani. Director musical/maestro concertador: Riccardo Frizza. Producción: ABAO Bilbao Ópera, Teatro Comunale di Bologna, Teatro Carlo Felice di Genova y Slovak National Theatro.
Si resulta interesante abrir una temporada lírica con un título tan atractivo – de los llamados de cartelone- como es esta inspiradísima ópera donizettiana, hacerlo con triple acierto tiene la consecuencia de dejar en los pulsos del sentimiento el regusto de lo bueno. Dicha tripleta, comienza por valorar la bondad del acierto en ofrecer esta obra totalmente abierta, sin recorte alguno en música y en texto, algo poco frecuente, acudiendo para ello a la revisión crítica de Gabriele Dotto y Roger Parker. Ha de seguirse con la hermosura que supone acudir a la originalidad interpretativa habida en la fecha de su estreno (Teatro San Carlo de Nápoles, el 26 de septiembre de 1835), en la que Donizetti conformó el orgánico orquestal con el uso de la armónica de cristal, que instrumento que desarrolló un invento de Benjamin Franklin en 1762, para acompañamiento de la famosa aria Il dolce suono … Spargi d’amaro piano, comúnmente conocida como la de la locura. Dicho instrumento, que alcanza cuatro octavas, remplazado -desde casi el principio- por dos flautas, fue friccionado por las expertas manos mojadas del músico Sascha Reckert, expresamente venido desde Alemania para las cuatro funciones de este título, y que trajo -incluso- su recipiente de agua destilada, para alcanzar la maravillosa perfección sonora que ofreció con su trabajo, causando un efecto realmente bello e inaudito para el público. En las 17 Lucias que he escuchado en vivo (además de las grabadas) nunca había sentido semejante gozo. Y el tercer sostén del éxito inaugural estuvo en las dos principales voces del reparto (soprano y tenor).
Jessica Prat se ha consolidado como una de las Lucias de referencia internacional. Su timbre bello, afilado a la vez que redondo, con limpieza sin mácula en la técnica de apoyos para el paso (ascendente o descendente) a los registros agudo, centro y bajo, y la expresividad en el desarrollo interpretativo del personaje, la hicieron brillar como gran triunfadora y, de un modo especial en los momentos concertantes con el tenor. Su canto fue una melopea de amor/odio y embrujo/desgarro. Ismael Jordi dejó, con su tesitura, recuerdos de aquel gran tenor de los años 70 y 80 -injustamente muy olvidado- que fue el boloñés Gianni Raimondi. Nuestro cantante jerezano realizó una Edgardo impecable. Buen sabedor de la estructura de su voz, en cuando anchura y volumen, dibujo al señor de Resenswood con una precisión en las pinceladas tímbricas propia del gran Rafael de Urbino (Raffaelo Sanzio). Gustó en la expresividad, emotividad permanente en la emisión, dicción perfecta de la lengua de Dante y en la técnica de dar a cada nota la preñez requerida en su colorido, hiciendo el puro deleite del respetable. Cuando a un tenor, en esta ópera, se le escucha el principio del aria Sulla tomba che rincera y ahí hay bondad ya se sabe es la piedra de toque bella para el resto de su trabajo. En este caso fue así durante toda la velada, dando una magnifica lección de canto, sin forzar para nada la emisión ni meterse en florituras no escritas. Juan Jesús Rodríguez está dotado de una gran voz de barítono y su trabajo fue de mérito, pero estamos ante una urdimbre que tiene su cum laude en Verdi pero que en el belcantismo ya que hay cierta falta de expresividad y rotundidad melosa en el canto legato; tal así se aprecia en cuando entra por el registro agudo donde su emisión crea armónicos de vibrato no aconsejable. Es una gran voz y en esta ópera tampoco le viene dado un especial lucimiento. Preciosa y rotunda la tesitura del bajo croata Marko Mimica, regalando un Raimondo de mucho brillo, potencia y encarnadura elegante. A la bilbaína Maite Maruri le vino pequeño su papel de la fiel Alisa, ya que su voz de mezzosoprano requiere mayores compromisos.
Riccardo Frizza tuvo ciertos desajustes en el dominio de las tensiones sonoras de la OSE – autora de un sólido Donizetti- ya que, principalmente en los dúos primeros, cuando la intimidad de la escena lo requería, el sonido tapó un tanto al canto. Tuvo el desacertado gesto de no invitar a levantarse, en individual, al músico Sascha Reckert, por su magnífico trabajo con la armónica de cristal. La dirección de escena se complicó la vida con el uso de los colores del tartán en los kilt’s escoceses, sin dar un mayor impulso a los movimientos en escena, la cual fue simple, acertada y efectista, si que por ello restara un ápice a la excelente Lucia de Lammermoor con la que se ha inaugurado la temporada 2019/2020 en la ABAO bilbaína. Manuel Cabrera
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