Crítica: El Verdi inglés, “I Masnadieri” en el Palau de les Arts
El Verdi inglés
“I Masnadieri” de Verdi. Michele Pertusi, Stefano Secco, Artur Ruciríski, Roberta Mantegna, Bum Joo Lee, Gabriele Sagona, Mark Serdiuk. Orquesta de la Comunitat Valenciana y CORTÉS de la Generalitat Valenciana. Gabriele Lavia y Alex Aguilera, dirección escénica. Roberto Abbado, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 6 de febrero de 2019.
Verdi era ya un compositor famoso cuando escribió “I Masnadieri”. Tenía en su haber “Nabucco” (1842), “Ernani” (1844) y “Macbeth” (1847), aunque aún faltarían cuatro años para “Rigoletto” (1851). Tal era su fama que recibió encargo para estrenar una ópera en el hoy Covent Garden londinense, privilegio conocido por Weber o Handel pero no por compositores italianos. Aunque estuvo a punto de ser “IL Corsaro” fue finalmente “I Masnadieri”, basado en un absurdo drama de Schiller que Maffei no arregló demasiado. En el estreno, que cosechó más éxito entre el público que entre la crítica, contó con los mejores cantantes de la época, incluso la célebre Jenny Lind, una soprano ligera que era capaz de triunfar en papeles dramáticos y a él acudieron la reina Victoria y el duque de Wellington. En aquel mismo 1847 se estrenó en Bérgamo, Trieste y Verona, pero pronto cayó en el olvido. En 2004 se representó en Bilbao dentro del “Todo Verdi” con Casanova y Cedolins. Ahora llega al Palau de les Arts con una producción proveniente del San Carlo napolitano y La Fenice veneciana.
Estamos ante un Verdi irregular que retrocede frente a las tres óperas citadas al inicio. Demasiadas escenas -arias, cabaletas, dúos, etc.- aisladas y un libreto infumable. Sin embargo late el impulso verdiano desde los dos preciosos temas, muy belcantistas, de la obertura. Un poco a lo Rossini toma temas de obras anteriores y así se escucha el coro de brujas de “Macbeth”, pero también introduce otros que reaparecerán en un aria de la soprano de “Luisa Miller” o de Oscar en “Ballo in maschera”.
Una única escenografía, bastante incomprensible, oscura y sin prácticamente dirección actoral ayuda poco al resultado artístico, que alcanza muchos enteros gracias al apartado musical. Abre la acción una amplia aria, seguida de cabaleta, del tenor, nada fácil que Roberto Secco supo sacar adelante, como el resto de un papel incoherente e incómodo, cantando a la antigua con alguna tirantez arriba. El bajo Artur Ruciríski defendió bien su único momento importante del relato de su falsa muerte, entierro y “resurrección”. La soprano Roberta Mantegna posee una voz de grato timbre y considerable caudal, algo irregular en el registro alto, que hubo de hacer frente a dos arias y cabaleta con las dificultades típicas para esa cuerda de los primeros verdis en un papel poco agradecido. Mucho más lo es, sin comparación, el del barítono, con una escena -la del sueño- muy importante. Michele Pertusi logró sacarle todo su jugo, con entrega y dominio. Fue uno de los dos máximos triunfadores, siendo vitoreado por el público tras sus escenas y en los saludos finales.
El otro fue Roberto Abbado. Pareció como, cumpliéndose su contrato como uno de los directores musicales del Palau de les Arts, quisiera justificar lo mucho que puede hacer y así conseguir ser invitado con frecuencia. Lo será, porque el nuevo director artístico tiene poco tiempo para definir las próximas temporadas y porque se lo merece. La orquesta continúa en un primer nivel, al menos a veces, como la presente. Desde los primeros acordes hubo pulso, nervio y matiz. Sonó el Verdi potente, con sus típicas páginas corales -por favor, resuélvase la huelga del estupendo Coro de la Generalitat-, y alcanzaron vuelo las melodías belecantistas.
No uno de los mejores verdis pero sí un verdi, que habrá sorprendido muy gratamente por lo bien servido que está el apartado musical. Gonzalo Alonso
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