Crítica: El yin y el yang; L’elisir d’amore en el Kursaal
EL YIN Y EL YANG
Fecha: 24.II.2024. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: L’elisir d’amore, melodrama en dos actos compuesto por Gaetano Donizetti con libreto de Felice Romani. Intérpretes: Mariia Knihnytska (Adina, soprano), Imanol Laura (Nemorino, tenor), Kong Xaingfeng (Belcore, barítono), Xabier Casademont (I dottore Dulcamara, bajo-barítono), Alba Fernández (Gianetta, soprano). Coro y Orquesta Opus Lirica. Dirección musical: Iker Sánchez. Dirección de escena: Pablo Ramos y Carlos Crooke. Producción: Opus Lirica.
Viene al caso, aquí, el determinismo cosmogónico de la filosofía taoísta que se expone en la teoría del yin y el yang, en la que se confrontan dos fuerzas opuestas, pero complementarias y siempre interconectadas. Tal cual fue cuanto ocurrió en esta representación lírica. Es aconsejable dejar para el final el regusto de determinados buenos sabores pues procede comenzar por lo que el cineasta George Lucas llamó ‘el lado oscuro’ en su filmografía de la serie Star Wars.
El síntoma de pobreza presupuestaria quedó en el programa de mano, que infringe la normativa del bilingüismo y no significa quienes son los cantantes para cada una de las dos representaciones que hubo (también con negligencia para la entidad institucional ‘Kursaal Eszena’). En igual estrado de significativa limitación quedó la escenografía presentada y sustentada en tres cubos que giran de vez en cuando sin aparente motivación, unas pequeñas mesas ensambladas a modo de pupitres escolares y seis bancos que los solistas mueven sin razón alguna. En resumen: nada significativo o de valor.
Por lo que al tema musical se refiere hubo significativos descuadres. El tenor Laura no supo cómo manejar a su Nemorino, a pesar de contar con una voz ancha, pero en la técnica siempre descuadrada, ajena a cuanto para el registro agudo escribe Donizetti y con serios problemas de afinación, estando calante con frecuencia. Su tesitura vocal requiere mucho trabajo de escofina para desbastar una materia prima que merece ser rescatada. Por su parte al barítono chino Xaingfeng le vino grande su personaje del sargento Belcore; como se diría en el argot taurino: ‘estuvo fuera de cacho’. No se metió en faena para desarrollar vocalmente los requisitos que su rol pauta y presentó una anchura de emisión muy limitada. También en el terreno gris se apreció el trabajo del bajo-barítono Xabier Casademont, que suplió sus carencias vocales con una aceptable presencia escénica en el desarrollo de su Dottore Dulcamara.
En el terreno de lo notable camparon la llamada Orquesta Opus Lirica, creada para la ocasión y sin pretensión de estabilidad, con una buena sonoridad y bien manejada por la batuta de Iker Sánchez que embridó a los músicos bajo su tutela y luchó lo indecible para concertar, sobre todo con el tenor. Merece elogios la soprano Alba Fernández, dotada de buena chispa escénica y de una armadura vocal que bien es acreedora de mejores oportunidades. Su Gianetta resultó en verdad agradable, sobre todo en la primera mitad del segundo acto.
Los aludidos buenos sabores y excitantes aromas estuvieron en el hacer de la soprano Mariia Knihnytska, quien encarnó con sobresaliente el personaje de la coqueta y enamoradiza Adina. La dulzura de su expresión y límpida vocalidad belcantista en el pasaje de Una tenera occhiatta, hizo cima a toda una actuación llena de calidad, acudiendo siempre al registro agudo con total limpieza y sin escatimar cautela alguna. Si a eso se añaden unas buenas dotes de capacitación escénica el resultado es siempre óptimo. También merece el laurel de vencedor el Coro Opus Lirica construido sobre buenas individualidades coralistas que en todo momento sonó rotundo, bien empastado y demostrando lo que es saber moverse por las tablas.
La idea escenográfica pudo haber sido buena en el acomodo ucrónico desde una aldea a principios del siglo XIX en el país vasco francés a un colegio del XXI, en sus grados superiores, en el que Belcore resulta ser lo que ahora se llama influencer. Pero está de sobra meter, mientas se canta, a un grupo de bailarines haciendo hip-hop y a un cuadro flamenco. ¡Cosas veredes, Sancho, que no crederes! Los experimentos con gaseosa, en la ópera belcantista, no valen. Opus Lirica debería hacérselo mirar.
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