Critica: ESCM. Esperanza para el futuro
CRÍTICA. THE TURN OF THE SCREW. TEATRO BAUER. ESCUELA SUPERIOR DE CANTO DE MADRID (ESCM)
ESPERANZA PARA EL FUTURO
Fecha: 22.II.2024. Lugar: Teatro Bauer. Escuela Superior de Canto de Madrid. Programa: The turn of the screw (La vuelta de tuerca), ópera en un prólogo y dos actos de Benjamin Britten con libreto de Myfawny Piper. Cantantes: Nerea González, soprano (La Institutriz); Belén Herrero, soprano (Mrs. Grosse); Cristina Ruiz, soprano (Miss Jessel); Luken Mungira, tenor (Peter Quint); Julia Blasco, soprano (Miles); y Marina López, soprano (Flora). Dirección de escena: Raúl Arbeloa. Director musical: Nacho Rodríguez.
La dificultad que en el terreno vocal encierra esta ópera de cámara (18 instrumentos) es la causa principal de su poca presencia en los escenarios, con excepción de los ingleses. Se canta, casi siempre, en la formalidad del recitativo que, además, no encuentra camino de apoyo a cuanto la música está interpretando, y ello es en verdad incómodo para los seis personajes sobre los que se desarrolla esta trama, que manó originalmente de la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James (1843/1916).
Pues bien, trece alumnos de la escuela Superior de Canto de Madrid han venido preparando durante casi un año, en alternancia en sus estudios, la puesta en escena de esta ópera y el resultado ha brillado en esperanzadoras irisaciones hacia un cercano futuro, teniendo en cuenta la formación en que se encuentran las voces de ese alumnado. Si España ha sido un grandioso semillero de voces líricas desde el siglo XVIII, ese tracto sucesivo continua hoy en la formación que se imparte en el inmueble número 44 de la llamada calle ancha del San Bernardo matritense. Han sido seis representaciones las programada para esta puesta en escena. Ahora, aquí, se valora la que se significa en la ficha que encabeza la presente crítica.
La dureza de esta ópera se edulcora -y mucho- a la vista del lujo arquitectónico que es el coqueto Teatro Bauer, en poderoso estilo neobarroco, lo que a uno le predispone para vencer el uso de las notas dodecafónicas que Britten utiliza en el interesante experimento sonoro del Prólogo, ya que en el resto de las quince variaciones tonales compuestas, que se integran en los dos siguientes actos, aquellas pierden absoluta presencia ante una paleta cuajada por completo en sugerentes variaciones armónicas de la escala del Do al Si.
En la presente ocasión hubo un total acatamiento a la plantilla orgánica orquestal que diseñó el compositor, sin un incremento en el número de instrumentos, cual fue el caso de su estreno en España, acaecido en 1994 en el Festival de Otoño del Teatro de la Zarzuela. Es ello causa para alabar el trabajo de dirección musical que llevó a cabo el catedrático de concertación Nacho Rodríguez. Profusas loas ha de recibir en cátedro de escena Raúl Arbeloa ante el perfecto trabajo actoral, casi milimétrico, que realizó con los seis cantantes, dándoles los precisos puntos de la dramaturgia que en cada caso requerían en el desarrollo de la trama. ¡Ejemplar!
Ya se ha apuntado que se estaba ante voces en periodo de formación por lo que las exigencias críticas han de atemperarse (iustus est) a esa realidad. Construir una voz canora es tarea de finísimos cinceles que han de labrar su órgano fonador. A determinados finales de vocales abiertas de ha de buscar limaduras de aristas, en fino gramaje, que sin perder verdad hagan bel canto. No hubo problemas para los apoyos de las notas de paso dado el especial estilo que requiere esta ópera.
Los cantantes (cinco damas y un varón) dieron lo mejor de sí, que se apreció en mucho, sin restricciones. El peso escénico, dramático y, por lo tanto, del canto que está en el personaje de La Institutriz en esta ocasión recayó sobre la soprano Nerea González, con voz ancha, en camino lírico spinto y poseedora de dominio en las tablas. Es difícil llevar la voz bien posicionada en el rol de la cuidadora Mrs. Grose y la soprano Belén Herrero supo adaptar su canto, con voz segura y rica en armónicos, a las distintas situaciones emocionales que se le requieren en el libreto de Piper. Poca presencia en escena, aunque importante, tiene el personaje fantasmagórico de Miss Jessel que asumió la soprano Cristina Ruiz, lo que no le impidió estas siempre a la altura de la verdad que la batuta le fue pautando.
La puesta en escena del fallecido y perverso antiguo criado Peter Quint, recreado por Britten en una compleja tortuosidad expresiva estuvo en la presencia del tenor donostiarra Luken Mungira, quien a sus 19 años, siendo el alumno más joven de la Escuela Superior de Canto de Madrid, asumió con rotundidad el complejo personaje dando luz a una tesitura fresca, en línea lógica a su juventud. El duro personaje al que interpretó le llevo a realizar un ajustado encuadre escénico y a manejar la regulación del aire con apreciado acierto. Si bien el personaje del Miles, de armadura compleja, requiere la voz de un niño fue acertada la apuesta a favor de la soprano Julia Blanco, también donostiarra, emitiendo con una preciosa pureza y dando plena espontaneidad a su tortuoso protagonista. Para acometer el papel de la niña Flora estuvo la soprano Marina López con poder de la plena credibilidad tanto en canto como en desarrollo dramático.
Teatro lleno, entrada gratuita hasta completar el aforo y el gozo por cuanto se escuchó y se vio son valores que construyen el buen camino de la Escuela Superior de Canto de Madrid. Manuel Cabrera
Fe de erratas:
El apellido correcto de la soprano que interpretó el papel del niño Miles es Blasco y no Blanco.
Mis debidas y sinceras disculpas.
Manuel Cabrera