Crítica: Estreno mundial de La Metamorfosis en LittleÓpera Zamora
Reencuentro con Gregorio Samsa
Escudero: “The Metamorphosis”. Reparto: William Wallace, Paula Mendoza. Director de escena: Íñigo Santacana. Director musical: Marc Moncusí. Ensemble LittleOpera. Teatro Ramos Carrión, Zamora. 5 de agosto de 2023.
Mantiene sus constantes el arrostrado Festival LittleOpera de Zamora, que, de nuevo, ha hecho encaje de bolillos para sacar a flote una programación con muchos grados de novedad y dotada de una indiscutible enjundia. Como viene siendo tradición, ha habido una gala lírica, un estreno mundial y una señalada recuperación. Lo más detonante ha sido la presentación de la nueva ópera del leonés Igor Escudero, un ya veterano descubridor de temas líricos y de los caminos más acertados para servirlos a partir de una preparación, de una soltura y de un dominio de la técnica compositiva que ya ha dado numerosos frutos, algunos de ellos, relacionados con el famoso relato “Yo Claudio” de Robert Graves, ya presentados en Zamora; y en otras plazas.
Escudero se ha esmerado en esta ocasión para ilustrar musicalmente un libro tan importante, tan difícil, tan metafórico y fundamental como es “La metamorfosis” de Kafka (de quien se cumple el centenario de la muerte el año próximo) y ha dispuesto un inteligente entramado de muy fluido desarrollo en el que concurren, bien agrupadas, distintas tendencias. De manera muy hábil solapa instantes en los que se plantea una difusa tonalidad, con pasajes de un velado atonalismo, pero encerrado y expresado en un juego armónico tan sutil como atractivo al oído, con disonancias estratégicamente distribuidas y en donde prevalece con frecuencia un minimalismo de nuevo cuño.
Un muy reducido conjunto, de espectro oscuro y con frecuencia lóbrego y sinuoso, sostiene todo el delicado edificio. Concurren piano (Krzysztof Stypulkowski), dos chelos (Diego Alonso García y Alberto Mateo), contrabajo (Nbojsa Salvic) y clarinete (Sergio Perpiñá), que van tejiendo compás a compás, con variadas luces, la historia musical del drama, con estratégicos fogonazos que van punteando la doméstica acción, que ha quedado reducida, en el sintético libreto, escrito en inglés (con vistas a la posible difusión) por el propio compositor.
Todo discurre con lógica expositiva. Evidentemente, Samsa no sale como una gigantesca cucaracha. Su anomalía queda evidenciada a través de un maquillaje ad hoc y de un baño de alquitrán, que lo hacen diferente y en cierto modo monstruoso. Los demás personajes han quedado reducidos a la sacrificada hermana, que va y viene mientras el protagonista se hace cada vez más huidizo y esquivo. El alquitrán ensucia todo y contagia a la decoración, obra de Víctor Longás. Habríamos deseado un espacio escénico más despojado y escueto. Pero con todo ello se logra una amena narración, prendida de los valores táctiles de la música, que en general, pese a sus excelentes hechuras, se nos antoja en exceso bonancible, más allá de las disonancias. Se habría querido un espectro más opresivo, una agresividad de mayores quilates, un expresionismo más evidente; más hijo de la Viena de comienzos del siglo XX. Una interválica más acusada, una instrumentación más hiriente.
Apreciación personal que en todo caso no reduce el valor de lo realizado. Ni la altura de la interpretación, en la que los cinco instrumentistas funcionaron a gran nivel bajo el mando elástico y puntual de Marc Moncusí, director avezado en lo lírico, con una buena carrera proyectada en muchos casos al otro lado del Atlántico. Gesto claro y armonioso que siguieron atentamente los dos cantantes: el tenor William Wallace y la soprano Paula Mendoza. Él es un ligero de poca carne y agudo estridente, pero un artista de primera, que se amoldó a la nada fácil partitura, llena de altibajos, saltos interválicos y apesadumbradas expresiones envueltas en aparentes cantilenas y en recitativos. Ella es una lírica de satinada tímbrica, que acertó a marcar su paulatina evolución.
La ordenada y sugerente dirección escénica fue obra de Íñigo Santacana, que supo mover todo con intención y acentuar convenientemente las idas y venidas y los espasmódicos movimientos de Samsa. El público aplaudió con calor el bien trabado y asequible espectáculo. Arturo Reverte
El nombre del clarinetista es SERGIO PERPIÑA, no Julio Perpiña.
Un saludo
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