Crítica: excelente inicio de temporada de Afkham con la OCNE
Un excelente inicio de temporada de Afkham con la OCNE
“Tristán e Isolda” de Wagner. Petra Lang, Violeta Urmana, Frank van Aker, Roman Sadnik, Boaz Daniel, Brindley Sherrat, Roger Padullés, Ángel Rodríguez Torre, Orquesta y Coro Nacionales de España. David Afkham, director musical. Pedro Chamizo, puesta en escena. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 17 de octubre.
Tras las exitosas experiencias de “El holandés errante”, “Elektra” y “El castillo de Barbazul” la OCNE programó “Tristán e Isolda” coincidiendo con el debut de David Afkham como su titular tras años de cierta interinidad. Quizá el conjunto no haya alcanzado el nivel de las tres anteriores apuestas, aunque sin duda ha merecido la pena y el éxito ha resultado clamoroso.
No es éste lugar para análisis musicológicos, pero no viene mal en estos días de exageradas pretensiones moralistas recordar que la ópera del “acorde enigmático” fue compuesta por Wagner en pleno delirio amoroso con la esposa de quien le protegía económicamente, Otto Wesendonck, y que el impulso también obedeció a motivos materiales. Wagner estaba en pleno “Anillo” y veía que su representación iba a tardar y quería otra ópera que le proporcionase ingresos más inmediatos. “Tristan” fue quizá la primera ópera que un autor cobró antes de ser compuesta. A cada acto le llegó un anticipo. Todo esto, como otras cosas por las que algunos o muchos se llevan las manos a la cabeza y hunden artistas, importa poco, lo de verdad importante es la partitura que nos dejó: una obra que cambió la historia de la ópera.
Hizo bien Afkham en reducir en algo la plantilla orquestal, ya que colocar a la orquesta en el escenario -y en el Auditorio Nacional no hay otra posibilidad- significa entablar una competencia desleal con las voces si el director no tiene un cuidado exquisito. Lo tuvo Afkham en términos generales y, cuando el sonido se sobrepasó, ayudó al tenor a marcar en vez de cantar a plena voz. Decía una aficionada a mi lado que estaba deseando que Tristán se muriese de una vez y la opinión tiene su justificación ya que la más de media hora de su óbito en el tercer acto resulta larga porque no hay tenor que pueda con ella después del esfuerzo del también extenso dúo de amor del segundo acto. En éste ya se vislumbraron algunos apuros en las medias voces y llegó fatigado al final de un papel que cantó sin despegarse de la partitura -el único en el reparto- después del primer acto. Frank van Aker posee una voz interesante, pero Tristán es mucho Tristán. También lo es Isolda y Petra Lang, que abordó el personaje en el pasado Bayreuth, no pudo evitar destemplarse y casi gritar en bastantes momentos. A su “Mild un leise” le faltó dulzura. A mayor altura brilló el resto del reparto, especialmente Brindley Sherrat, con un monólogo de Marke ejemplar. También Violeta Urmana, una Brangäne de lujo y el Kurwenal de Boaz Daniel.
Afkham dirigió sin batuta y logró un equilibrio modélico en intensidad y dinámicas, obteniendo de la orquesta un sonido digno de sus mejores tardes. Casi cinco horas de una música que cambió el rumbo de la ópera al hermanarse con el sinfonismo servida como deseamos que siga la temporada. Gonzalo Alonso
Todos los tenores llegan fatigados al final del tercer acto. Van Aken no llegó fatigado , llegó totalmente fundido.
Por lo demás, bastante de acuerdo. En ti comentario.