Crítica: Dos extremos del Romanticismo con la Sinfónica de Madrid
ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID
Dos extremos del Romanticismo
Obras de Beethoven y Elgar. Evgeny Konnov, piano. Juanjo Mena, director. Orquesta Sinfónica de Madrid. Auditorio Nacional, 8 de noviembre de 2020.
Inicia con esta interesante sesión la Orquesta Sinfónica de Madrid –habitualmente en el foso del Real– su temporada 2020-2021. En el podio ese tan solvente maestro que es Juanjo Mena, siempre seguro, musical, atento, de trazo elegante y de criterio firme, bien razonado, de presupuestos muy sólidos, los que se basan en el estudio y en el respeto a los estilos. Es confortable verlo, con ese leve balanceo, ese gesto bien dibujado defendiendo con destreza unos criterios asentados que conducen por lo general a la obtención de buenos resultados, los derivados de un adecuado estudio de los pentagramas y de una fluida comunicación con los instrumentistas.
Estos valores tomaron debido cuerpo a lo largo de la muy justa interpretación de la “Sinfonía nº 1” de Elgar (1908), una obra caudalosa en la que anida todavía un postromanticismo de aromas brahmsianos algo pasado de rosca y en cuyos cuatro movimientos –segundo y tercero soldados- se aprecian divagaciones, repeticiones y episódicas faltas de ilación, pero en la que pervive una inspiración de carácter lírico y una sutileza expresiva de altos vuelos, que acaba tomando cuerpo en el “Adagio” en re menor, a ratos trabajado sobre las notas que encabezan el “Allegro” del segundo movimiento. La elaboración temática, desarrollada no sin vacilaciones –en la línea algo confusa de Rachmaninov- se precipita en el triunfal cierre, que recupera los rasgos fundamentales del pomposo tema que abre la composición.
Mena parece identificarse con la caudalosa partitura, que condujo con nobleza y amplitud desde el mismo comienzo haciendo cantar cálidamente a las violas, que, como todas las familias de la Sinfónica, dieron lo mejor de sí mismas. Los metales sonaron briosos y compactos, poderosos y firmes, lo que es cierto que provocó claros desequilibrios con una cuerda disminuida en virtud de la necesaria separación entre músicos (en torno a 60 en este caso), que en todo caso no pasaron a mayores gracias a la hábil disección de la batuta, que consiguió exquisitos pianísimos en el final del tercer movimiento. El cierre de la “Sinfonía” se nos antojó un tanto precipitado y falto de clarificación.
Previamente tuvimos ocasión de escuchar una interpretación no del todo bien balanceada del “Concierto nº 4” de Beethoven, en donde el joven pianista de Uzbekistán Evgeny Konnov, ganador del Concurso María Canals de 2018, exhibió toque, seguridad de ataque, poderoso y luminoso sonido, al tiempo que evidenció una notable falta de estilo, de penetración poética, de habilidad para el canto lírico y una dureza palmaria, como lo que, por ejemplo, la interioridad y delicadeza del milagroso “Andante” se fueron al traste, sin que Mena y la orquesta mostraran tampoco la necesaria conjunción, el adecuado equilibrio y entusiasmo dignos del caso. Arturo Reverter
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