Crítica: Un Falla al aguafuerte. La Orquesta Nacional en el Festival de Granada
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA (FESTIVAL DE GRANADA)
Un Falla al aguafuerte
Obras de Falla. Orquesta Nacional de España. Josep Colom, piano. Director: Josep Pons. Palacio Carlos V, Granada. 4 de julio de 2021. 70 Festival de Música y Danza.
Sigue viento en popa, haciendo guiños a la pandemia, el Festival granadino, que ahora se ha enriquecido con una sesión sinfónica recordatoria de su oficial inauguración hace ahora 70 años. Fue en junio de 1952. La Nacional en el hemiciclo del Carlos V a las órdenes de Ataúlfo Argenta. Partituras de Falla en los atriles. Como en este moderno concierto que ahora se reseña y que ha servido de homenaje; al Festival y a la Orquesta madrileña.
En el podio un sucesor del maestro santanderino: Josep Pons, que fuera también mucho después y durante un periodo de diez años titular del conjunto, en un tiempo de renovación y puesta al día. La actual Nacional, que en estos momentos capitanea David Afkham, es un poco el resultado de aquella labor, que ahora hemos rememorado ante la imposibilidad de que el director alemán se personara en Granada por un problema familiar. Cazado al vuelo, Pons, con poco tiempo para ensayar, ha cogido el miura por los cuernos y, con la colaboración de unos esforzados instrumentistas, ha conseguido dar forma a un concierto muy comprometido, con cuatro partituras de don Manuel sobre el tapete.
La visión que de la música del gaditano tiene Pons, que la ha grabado en su mayor parte, es viva, de tintes crudos y subidos, de tímbrica en ocasiones agresiva, de acentos incisivos, con voluntad de destacar los rasgos de la música popular que anida en esos plásticos pentagramas. Batuta amplia, fácil en la subdivisión del compás, fustigante y modeladora, el director de Puigreig ha ofrecido un Falla de vívidos colores desarrollado en tempi por lo general rápidos, aunque con episódicos remansos en busca de ese singular toque impresionista que anida aquí y allí, incluso en las “Noches en los jardines de España”, que Josep Colom fraseó con calor y color, exponiendo en su tercer movimiento la copla de manera nítida y elegante.
Una versión muy pictórica y contrastada de “El amor brujo”, en donde la cantaora María Toledo sacó todo el perfume de lo jondo con una voz áspera y muy auténtica, precedió a las dos piezas sinfónicas, tan determinantes en la acción, de “La vida breve”: “Interludio” y “Danza”, ofrecidas aquí unidas y en volandas, con urgentes pinceladas. Las mismas que, poco después, empleando un pincel más fino y unos colores más variados, se utilizaron para dar forma a las dos suites del ballet “El sombrero de tres picos” que se brindaron en una interpretación contundente, no exenta de finuras, animada y vitalista, con estratégicos “rallentandi”, con una muy presente y virtuosa percusión. Sobresaliente para el corno inglés. Y muy buena nota general para la Orquesta en la que destacaron también a lo largo de la noche otros valiosos solistas. Arturo Reverter
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