CRÍTICA: ‘Falstaff’ (Teatro Verdi de Busseto)
FALSTAFF (G. VERDI)
Teatro Verdi de Busseto. 24 Octubre 2013.
Asistir a una representación de ópera en Busseto es una experiencia inolvidable. El teatro es diminuto, con una capacidad de unos 240 espectadores. Aquí las voces suenan como auténticos truenos, ya que en el teatro todo es de tamaño reducido: escenario, foso y sala. Hay dos cosas con las que el espectador sale ganando siempre. Me refiero a que se escucha maravillosamente a los cantantes y a la proximidad de la escena, que hace que el espectador casi forme parte de la misma. Recomiendo a mis amigos que vivan esta experiencia.
Desde que el Festival Verdi de Parma se trasladó a Octubre, pocas han sido las ocasiones en que no ha extendido su actividad a Busseto. Este año no ha sido excepción y ha tenido la buena idea de ofrecer Falstaff con artistas jóvenes, en su mayor parte procedentes de la Academia de La Scala. El teatro se presta perfectamente para una experiencia de este tipo.
La producción escénica ofrecida es una reconstrucción de la que se puso en Busseto en 1913 con motivo de las celebraciones del primer centenario del nacimiento de Giuseppe Verdi. La reconstrucción de la escenografía la ha llevado adelante el Teatro de la Scala, basándose en los bocetos que dejara Adof Hohenstein, quien curiosamente no viene mencionado en los títulos de crédito del programa de mano. La escenografía saca un gran partido del diminuto escenario del teatro y consiste en telas pintadas para las distintas escenas, destacando la casa de los Ford, que está muy bien conseguida, y la del Parque de Windsor. El vestuario de Massimo Carlotto resulta adecuado, un poquito corto de imaginación en la escena final. Buena la iluminación de Andrea Borelli.
De la dirección escénica se ha encargado el gran Renato Bruson, que asumió también el rol del Pancione en las dos primeras representaciones de la ópera. Para mí la labor de Bruson ha sido lo mejor de la representación. Si el día anterior criticaba la falta de dirección de actores en I Masnadieri de Parma, aquí tengo que decir exactamente lo contrario. El trabajo que hace Renato Bruson con todos los cantantes es magnífico, una auténtica lección de cómo se debe dirigir escénicamente una ópera. Cada personaje funcionó perfectamente en escena y eso, teniendo en cuenta la juventud y falta de experiencia de los cantantes, no puede ser sino mérito del director de escena. Ha sido una auténtica lección de teatro, que harían bien en aprender muchos registas modernos. Renato Bruson ha demostrado que no hacen falta originalidades, sino conocer la ópera de arriba a abajo y trabajar a fondo con los cantantes. Fue un inmenso cantante y es un gran director de escena.
La dirección musical ha estado encomendada a Sebastiano Rolli, poco conocido, pero que me ha producido una magnífica impresión. No es Falstaff una ópera precisamente fácil de dirigir, ya que hace falta una gran experiencia para controlar foso y escena, aparte de la riqueza musical de la partitura. Sebastiano Rolli ha llevado la obra perfectamente controlada de principio a fin y nos ha ofrecido una lectura vibrante en todo momento. Es un nombre a tener muy en cuenta por cualquier teatro y le auguro un estupendo porvenir. A sus órdenes estuvo una reducida Orquesta Filarmónica del Teatro Regio di Parma, que se formó justamente para la temporada de ópera de este año, y que ha tenido una buena actuación. Cumplió bien el Coro del Teatro Regio en su breve intervención en la escena final de la ópera.
Como digo más arriba, no es fácil juzgar las voces en este teatro, ya que ninguna parece de tamaño reducido, hasta que uno las escucha en un teatro normal. En cualquier caso hay que destacar que no ha habido ningún error de reparto y que las actuaciones escénicas han sido en todos los casos francamente buenas y en algunos casos, excepcionales. El reparto ha estado formado por jóvenes cantantes con la excepción de Falstaff y Ford, que han contado con intérpretes más conocidos.
Sir John Falstaff fue interpretado por Piero Terranova, que ha sido el gran triunfador de esta representación. Su interpretación del Pancione ha sido ejemplar en términos escénicos, y convincente en el aspecto vocal.
La joven (28) parmesana Alice Quintavalla ha sido una agradable sorpresa en la parte de Alice Ford. Se trata de una soprano lírica, con una voz agradable, bien timbrada y bastante homogénea.
El otro cantante ya hecho del reparto era el barítono Vincnezo Taormina en la parte de Ford. La voz es amplia y bien timbrada, aunque su canto se me antoja un tanto monótono por falta de matización por su parte.
La mezzo soprano Francesca Ascioti fue una muy divertida Mrs. Quickly, que parecía pasárselo en grande en el escenario. En otro teatro se podría echar en falta un registro grave más poderoso, pero aquí funciona perfectamente.
La pareja de jóvenes enamorados estuvo formada por el tenor Seehoon Moon y la soprano coreana Linda Jung. Fenton ha sido una agradable sorpresa, contando con una voz atractiva, que se abre muy bien por arriba: No le acompaña mucho la figura, pero puede tener recorrido. La coreana es una soprano ligera, un poquito más que una soubrette, pero canta bien y cumple con su cometido perfectamente en la parte de Nannetta..
En los personajes secundarios Valeria Tornatore fue una adecuada Meg Page. Jihan Shin hizo un muy buen Doctor Cajus, con una voz que corre muy bien. Adecuado el Pistola de Eugeniy Stanimirov, mientras que Marco Voleri me pareció un Bardolfo todavía una tanto verde vocalmente.
El Teatro Verdi colgó el cartel de No Hay Billetes y se oía hablar mucho más en inglés que en italiano. El público se mostró muy complacido con la representación y dedicó sonoros bravos a los artistas, especialmente a Piero Terranova y a Sebastiano Rolli.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 10 minutos con dos intermedios y algunas paradas para cambios de escena. La duración puramente musical fue de 2 horas y 2 minutos. Los intensos aplausos finales se prolongaron durante 5 minutos. Pudieron haberse prolongado más, pero era ya casi medianoche cuando terminaba la ópera.
El precio de la localidad más cara era de 100 euros en el patio de butacas. Los palcos costaban entre 70 y 90 euros. La localidad más barata costaba 40 euros, habiendo también localidades de pie por 20 euros. José M. Irurzun
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