Crítica: Primer y segundo repartos de La flauta Mágica en el Liceu
LA FLAUTA MÁGICA (W. A. MOZART)
Primer reparto:Una buena Flauta, pero por debajo de lo esperado
Teatre del Liceu de Barcelona. 20 de junio 2022
Vuelve esta ópera de Mozart al escenario del Liceu de Barcelona, donde se vio por ultima vez en el año 2016. Se han programado también en esta ocasión dos repartos distintos, habiendo nombres de auténtico interés tanto en el foso como en el escenario. Eso quiere decir que las expectativas, al menos por mi parte, eran altas y pocas veces las grandes expectativas se ven cumplidas en la realidad. Algo de eso ha ocurrido también en esta ocasión, aunque hemos asistido a una buena representación de La Flauta Mágica.
La producción escénica ofrecida lleva la firma del director de escena británico David McVicar, sustituyendo a la producción inicialmente programada de Simon McBurney, desconociendo las razones por las que se ha producido el citado cambio. La producción de McVicar procede del Covent Garden de Londres, habiéndose estrenado en el año 2003 y habiéndose repuesto en numerosas ocasiones posteriormente. Siempre ha sido una producción bien recibida por las audiencias y así ha sido también en esta ocasión en Barcelona. Estamos ante un trabajo muy clásico y atractivo, que narra perfectamente la trama de la ópera, contando con una ágil escenografía de John MacFarlane, que permite rápidos cambios de escena, siendo él mismo también el autor del adecuado vestuario de época. Cuenta también la producción con un buen trabajo de iluminación por parte de Paule Constable. La dirección de escena no es particularmente brillante, pero mueve adecuadamente a los personajes solistas, así como al coro.
El gran atractivo de estas funciones de La Flauta Mágica estaba de antemano en el foso del Liceu, ya que el director era el venezolano Gustavo Dudamel, el actual director de la Ópera Nacional de París y uno de los grandes directores de la actualidad. Mis expectativas eran muy altas, ya que había tenido ocasión de verle dirigir óperas de Mozart anteriormente y con estupendos resultados. Suelen decir que las grandes decepciones nacen de las grandes expectativas y algo de eso ha ocurrido en esta ocasión. La dirección de Dudamel no alcanzó el nivel que yo esperaba, especialmente en el primer acto de la ópera, en el que su dirección fue buena, pero no lo que puede esperarse de él. En el segundo cacto las cosas mejoraron y nos ofreció una lectura más próxima a lo que yo esperaba de antemano. A sus órdenes estuvo la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu, cuyo sonido no fue mejor que el que nos ha ofrecido en otras ocasiones anteriores. Buena la prestación del Coro del Liceu, así como del Coro Infantil Amics de L’Unió.
El otro punto de gran interés de estas representaciones radicaba en la presencia del tenor mejicano Javier Camarena como el Príncipe Tamino. Me llamaba de antemano la atención su presencia en este personaje, ya que no es normal que las grandes figuras del canto lo aborden. Su actuación fue buena, ofreciendo su siempre atractiva voz y su canto matizado, aunque la partitura no le permite brillar como lo ha hecho en otras ocasiones. No creo que vaya a ser éste un personaje que aborde en muchas ocasiones.
Pamina era la soprano británica Lucy Crowe, que tuvo una buena actuación, cantando con gusto sus arias y moviéndose bien en escena. Como en otras ocasiones, me pareció que su voz cambiaba a lo largo de la representación, resultándome menos atractiva en la parte final de la ópera.
Papageno requiere un destacado actor-cantante y esto es lo que ofreció el barítono holandés Thomas Oliemans, Tuvo una correcta actuación vocal y escénica, aunque en ninguno de los dos aspectos me resultó extraordinario.
La Reina de la Noche fue interpretada por la soprano americana Kathryn Lewek, que tuvo una destacada actuación, cantando muy bien sus dos arias, con voz bella y bien emitida y sin problemas en agilidades y en la complicada tesitura de sus intervenciones.
El bajo danés Stephen Milling dio vida a Sarastro y lo hizo bien. Su voz es adecuada para el personaje, especialmente en el centro, aunque me pareció que está más apretado en las notas más bajas que en anteriores ocasiones. Tengo que decir que con los Sarastros me pasa siempre lo mismo. No puedo dejar de recordar al gran Kurt Moll de hace décadas y tampoco al René Pape de la actualidad. Llamaba la atención la presencia del barítono Matthias Goerne en un personaje más bien secundario, como es el Orador o Sprecher. Un lujo, si se quiere, pero pasa casi inadvertido.
La soprano Mercedes Gancedo lo hizo bien en la parte de Papagena tanto vocal como escénicamente. Las Damas de la Reina de la Noche tuvieron una correcta actuación, siendo interpretadas por Berna Perles, Gemma Coma-Alabert y Marta Infante. Adecuado el tenor Roger Padullés en la parte de Monostatos. Correctos también los dos Sacerdotes, que doblaban como Hombres Armados. Eran Albert Casals y David Lagares.
La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración total de 3 horas y 3 minutos, incluyendo un intermedio, Duración musical de 2 horas y 28 minutos. Seis minutos de aplausos. A escena abierta la mayor ovación fue para Kathryn Lewek tras su aria del segundo acto.
El Liceu ofrecía una ocupación algo superior al 90 % de su aforo. El público se mostró un tanto frío durante el primer acto, respondiendo con mayor calor en el segundo.
El precio de la localidad más cara era de 269 euros, habiendo butacas de platea entre 170 y 229 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 41 euros. José M. Irurzun
Segundo reparto: Buena actuación de las jóvenes
Teatre del Liceu de Barcelona. 21 Junio 2022
Esta representación es la primera del segundo de los repartos programados, cuyo resultado global ha estado bastante en línea con el del primer reparto del día anterior.
Nada hay que añadir sobre lo dicho ayer respecto de la producción escénica de David McVicar, salvo señalar que se produjo un problema técnico en el escenario, que obligó a bajar el telón y parar la representación durante 5 minutos.
La dirección musical de Gustavo Dudamel sigue quedando por debajo de lo que yo esperaba de él. Como el día anterior, mejoró su dirección en el segundo acto. Hubo más de un momento en los que me pareció que abusaba un tanto de volumen orquestal.
El nuevo Tamino era el tenor francés Julien Behr, cuya prestación vocal me resultó un tanto decepcionante. La voz no es de gran belleza, siendo un tenor bastante ligero y con un volumen reducido, notándose mucho la diferencia con Javier Camarena. Tampoco como intérprete ofreció nada de particular.
Pamina era la soprano catalana Serena Sáenz, a quien he encontrado mejor que en las otras ocasiones que la había visto. La voz tiene calidad y canta con gusto. Fue una buena intérprete de Pamina.
El nuevo Papageno era Joan Martín-Royo, que es un auténtico especialista en este personaje. Su actuación como pajarero fue francamente buena, destacando su estupenda interpretación escénica, por encima de la de su colega del primer reparto, y haciéndolo de manera adecuada vocalmente.
La Reina de la Noche era la soprano Sara Blanch, que tuvo una buena actuación. No me resultó muy convincente en la primera de sus arias, con voz algo reducida y terminando con algún problema, pero mejoró notablemente en su segunda aria, en la que tuvo una destacada actuación, ganándose una importante ovación.
El resto de intérpretes, incluyendo el de Sarastro, eran los mismos del día anterior y sus actuaciones estuvieron en línea con lo referido en la crónica de ayer.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 9 minutos, incluyendo un intermedio y la parada técnica referida más arriba. Duración musical de 2 horas y 31 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El Liceu ofrecía una ocupación de alrededor del 85 %, siendo los precios los mimos que en el primer reparto. José M. Irurzun
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