Crítica: Flórez o querer ser lo que no se puede ser
Flórez: querer ser lo que no se puede ser
Obras de Bellini, Donizetti, Lehar, Massenet, Bizet, Gounod y Verdi. Juan Diego Flórez, tenor. Vincenzo Scalera, piano. Palau de la Música. Valencia, 12 de mayo de 2019.
Hay realmente poco que añadir a lo escrito hace justo un año tras el recital que dio Juan Diego Flórez en el Teatro Real.
Han pasado ya dieciséis años desde que pudimos admirar al entonces joven Juan Diego Flórez iniciando su carrera en un “Stabat Mater” rossiniano dirigido por el añorado maestro Alberto Zedda. Confieso que me pasé calificándole en mi crítica como “el sucesor de Pavarotti”. Podría haberlo sido si la voz, como en la gran mayoría de los casos, se hubiese oscurecido y ensanchado con el paso de los años. Para bien y para mal no ha sido así. Flórez conserva casi la frescura de voz que entonces y cierto es que el caudal ha aumentado algo al mismo tiempo que la coloratura se ha reducido a causa de abordar repertorios más pesados que Rossini. Se entiende que tantos años cantando rossinis acaben aburriendo a un cantante, pero no se puede querer ser lo que no se puede ser.
Empezó el recital con tres conocidas canciones de Bellini, muy bien dichas pero lejos de como las cantó el citado Pavarotti en el Teatro Real años ha, con aquella inigualable voz que tenía en el timbre la luminosidad, el calor del Mediterraneo y el triple de caudal. Vino luego el “A te, o cara” de “I Puritani”, con su “re” pero inexplicablemente sin la segunda estrofa. Terminó los apenas veinte minutos de su intervención en la primera parte con una buena aria de “Rita”. Si ya no quiere seguir con Rossini, el bel canto sí puede ser su alternativa. La que no lo es son “Carmen” o los verdis. El aria de la flor ha de convencer a Carmen y no dormirla. No es un lied y él así la expuso. Poco que objetar a “Fausto” de Gounod y las piezas de Lehar, aunque conviene una voz más ancha, pero las arias de “Attila” y “I Lombardi” están lejos de sus posibilidades. No bastan los agudos y con orquesta en vez de piano serían poco audibles. Al piano estaba el habitual Vincenzo Scalera con su eficacia y rutina habitual.
Llegó el turno de propinas, conquistando al público, guitarra en mano, con una copla mejicana sobre los ojos valencianos, seguida de “Júrame” y alguna otra peruana. El colofón con “Vinceró”, que no es si no su forma de triunfar con “Nessun dorma”, por cierto con el público acompañando muy bien como coro. Un querido compañero en la crítica comentó que sólo le faltaba cantar el “Esultate”. Cosas veredes. Zapatero, a tus zapatos. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios