Crítica. Forma Antiqva en La Filarmónica. Buen hacer barroco
Buen hacer barroco
Obras de Bach. Carlos Mena, tenor; Daniel Oyarzabal, órgano y clave; Luis Martínez, Traverso. Forma Antiqva. Aarón Zapico, director. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de febrero de 2022.
La formación que dirige el clavicenista Aarón Zapico reúne a algunos de los más brillantes músicos españoles especializados en instrumentos de música antigua. Los hermanos del líder del grupo, Daniel (tiorba) y Pablo (guitarra y laúd), son el eje de un equilibrado conjunto musical que se ha consolidado como un referente en este repertorio y que está considerado por la crítica como uno de los conjuntos más importantes de la música clásica en España, habiendo investigado mucho en nuestro repertorio. En esta ocasión han contado con Daniel Oyarzabal, al órgano y clave y Luis Martínez, con flauta travesera, para un programa monográfico centrado en Bach con algo menos de una veintena de participantes. Hemos de recordar que han llegado a interpretar a este compositor en su festival de Eisenach.
Presentaron dos suites, la 1 y la 2, lo que hace presagiar que en futuros conciertos abordarán, 3 y 4, y dos cantatas de las menos conocidas. Tras un inicio, que tuvo sus más y sus menos en cuanto al empaste global, llegó la comunicación que habitualmente comparten y la perfección que siempre exige Bach. La Segunda Suite tiene más enjundia que la primera y en ella es protagonista la flauta travesera, aunque otras veces lo han sido un violín o un oboe. Se lució Luis Martínez, especialmente en la “Badinerie” final, si bien tocó con demasiada contención al principio de la obra. Forma Antiqva es un conjunto sólido pero con algo menos de impulso vital de otras conocidas orquestas de época.
Carlos Mena, frecuente colaborador de la agrupación, había de poner la nota de color en la tarde con dos cantatas. La primera de ellas – “Geist und Seele wird verwirret BWV 35“- comienza con una larga pieza orquestal a modo de obertura antes de la primera intervención del cantante, que se ve rodeado de otra página orquestal para concluir en un conocido minueto. En la segunda – “Vergnügte Ruh, beliebte Seelenlust BWV 170”- alternan temas pastoriles con una esperanzada aria final en el camino hacia el cielo. Ambas fueron cantadas por Carlos Mena con su voz templada de contratenor, aflautada en el registro alto, homogénea y con limitados contrastes de color.
Esa falta de contrastes, no sólo en el timbre del cantante sino también en las lecturas de Forma Antiqva, fue el único reparo que se pudo poner a este concierto, en el que se echó de menos un pequeño coro que hubiese dotado al mismo de una menor homogeneidad cercana a la monotonía.
No se alcanzó el lleno total en el Auditorio Nacional, pero los asistentes compensaron con su calor. Gonzalo Alonso
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