Crítica: Franz-Josef Selig, sobrio y profundo
SOBRIO Y PROFUNDO
Lieder de Loewe, Wolf y Stephan. Franz-Josef Selig, bajo. Gerold Huber, piano. Teatro de la Zarzuela, Madrid. 12 de noviembre de 2018. XXV ciclo de lied.
No abundan hoy en día las voces de bajo. La de Franz-Josef Selig (Mayen, Renania-Palatinado, 1962) lo es: profunda, oscura, pastosa, de calidades berroqueñas, rotunda y contundente, con buena proyección hacia los resonadores superiores (e inferiores). Amplia y, por momentos, desbordante, igual y suficientemente extensa, bien que por arriba tienda a destemplarse, a resquebrajar su emisión, a tremolar y a perder su proverbial redondez, peligrando por ello su equilibrio, su tersura.
La primera parte de su recital estuvo ocupada por siete baladas de Carl Loewe, con la naturaleza como protagonista, algunas tan extensas y agotadoras como “Archibald Douglas”, sobre texto de Theodor Fontane. En ella, como en las demás piezas del concierto, Selig puso de manifiesto una técnica muy proba de apoyo, de respiraciones estratégicas, de minuciosos análisis de los poemas, de aquilatados y sobrios matices, con raras capacidades para sorprendentes medias voces y curiosos falsetes, en busca siempre de la justa dicción, nunca enfática ni demasiado elaborada, bien es cierto que tampoco singularmente refinada.
Aplaudimos los abundantes cambios de registros expresivos, los saltos progresivos del forte al piano, de lo que ya fue buen ejemplo “Odis Meeresritt” (“Odín cabalgando sobre el mar”), donde nos empezó a obsequiar con lustrosos graves (en la última palabra de la frase “Da ergreifen den Meister Bang’ und Graus”, por ejemplo). En “Edward”, de resonancias tan mozartianas en su temática, alternó con sapiencia lo descriptivo con lo meditativo. Admiramos suaves e íntimos falsetes y el valor del recitado en “Herr Oluf” (“El caballero Oluf”, donde emitió nada menos que un sonoro mi 1). “Die Nächtliche Heerschau” (“El desfile nocturno”), con su mensaje militar, dio paso a interesantes frases “legato”, mientras que en el goethianio “Erlkönig” (tan conocido en la versión de Schubert) supo, aunque sólo hasta cierto punto, variar el color y la entonación para simular las distintas voces de la narración.
Reprodujo con inteligencia, aplicando variadas dinámicas, las tres canciones del arpista de Goethe con música de Wolf. Pero abusó en nuestra opinión de sonidos fijos en el ataque, luego vibrados, al cantar “Grenzen der Menschheit” (“Los límites de lo humano”), también de Wolf, con frecuentes saltos interválicos, y expresó con mesura y hasta finura los tres “Paisajes nocturnos” de este autor. La gran novedad –en un recital con muchas sorpresas- fueron dos lieder de Rudi Stephan, un compositor malogrado en la Primera Guerra Mundial, buenas muestras de recitado expresivo. En el segundo, “Memento vivere”, mostró su capacidad de concentración. La colaboración desde el piano del siempre admirado Huber fue de mucha altura. La ideal. Solamente nos regalaron un bis: “Frage Nicht” de Wolf, cantado de manera muy circunspecta. Arturo Reverter
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