Crítica: En el buen camino, Heras-Casado al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid
EN EL BUEN CAMINO
Sinfonía núm. 4, Romántica, Bruckner. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Pablo Heras-Casado. Madrid, Auditorio Nacional, 2 de abril de 2024
Va cogiéndole gusto el director granadino a la música de Bruckner, del que recordemos dirigió la “Novena” hace un par de años. Condiciones no le faltan: alta capacidad de concentración, gesto claro y conminativo, sentido del ritmo y de las proporciones, sensibilidad para el control de dinámicas, vigor para levantar poderosas estructuras, ímpetu y voluntad clarificadora. Elementos muy convenientes a la hora de levantar un monumento como es esta sinfonía bruckneriana desde el mismo y sigiloso comienzo.
Un inicio verdaderamente romántico: un ligero trémolo de cuerdas, procedimiento caro al autor, da paso al característico tema de la trompa, un diseño de cuatro notas con un salto de quinta, que se habrá de convertir en el tema cíclico, a la postre el motor de toda la composición y que es repetido en otras regiones de la orquesta, siempre piano. Un motivo ya empleado con anterioridad por otros músicos. Recordemos las Sinfonías nº 104 de Haydn y nº 2 de Schumann, aunque en Bruckner la idea alcanza por dos veces un impulso afirmado por el tutti al término de dos poderosos crescendi en los que las líneas de fuerza se entrecruzan y el motivo toma otros derroteros más ampulosos y variados.
Todos esos accidentes y otros muchos posteriores fueron desde el principio bien observados por el director, plantado sobre el podio con las piernas bien ancladas y firmes, embebido de manera permanente en el flujo musical. Aplaudimos, pese al leve roce del buen trompa solista, el nacimiento de la música sobre un pianísimo de verdad que nos llevó, tras el fortísimo subsiguiente, al dibujo del primer grupo de canto. Peroraciones bien construidas, levantadas a pulso, aunque no siempre planificadas con claridad. El gesto fustigante propició la unificación de líneas. Excelentes los chelos en todo momento. Coda a toda presión, bien construida.
Con sabia lentitud fue levantado el Andante, donde disfrutamos de buenos detalles instrumentales, con los chelos de nuevo como protagonistas. Nos gustó el aire pausado y admiramos el pautado y bien estudiado ascenso hacia el poderoso y catedralicio clímax. No muy clarificadas las texturas en el cinegético Scherzo, pero estupendamente esculpido el pastoril Trio, donde pudimos sentir la presencia de una insólita primavera. “Un aire de danza durante el descanso de los cazadores”, como describía el propio compositor. Aspiramos ya el aroma de los Wunderhorn que Mahler pondría muy pronto en música.
Heras acertó a diseñar el inicio del cuarto movimiento, ese Mässig bewegt, que fue creciendo hasta la cima en contagiosas volutas. Luego, cambiado el registro, se acopló a la admirable construcción bruckneriana compuesta por tres melodías “ligeras”: una mundana y elegante, otra aérea y una tercera de aire nostálgico. Diálogos no siempre claros y una cierta sequedad, calificativo este que envuelve muchas veces el estilo del director granadino, más pendiente de lo constructivo neto que de la expresión íntimamente lírica. Aunque el complejo desarrollo no dejó de tener instantes de alta calidad musical y fraseológica.
En la coda, iniciada estupendamente luego de establecer el correspondiente matiz piano, nos faltó algo de claridad, de una más cuidadosa gradación de intensidades y un mayor relieve de los tresillos de la cuerda en favor de una aplastante y monumental presencia de los vientos. Una apoteosis que el propio Bruckner, en su dedicatoria al príncipe Hohenlohe, consideraba como “el canto del cisne del romanticismo”. Buena labor general de todos los grupos de la Sinfónica, bien plegados al gesto fustigante del maestro. Y lógico éxito final. Aguardamos la próxima cita de Heras y la orquesta con el músico de Ansfelden.
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