Crítica: El holandés errante de ABAO, a milímetros del Cum Laude
EL HOLANDÉS ERRANTE (R. WAGNER)
A milímetros del Cum Laude
Fecha: 18-I-2020. Lugar: Auditorio Euskalduna, Bilbao. Programa: ‘Der Fliegende Holländer’, ópera romántica, en libreto y música, de Richard Wagner. Intérpretes: Bryn Terfel (Holländer), Manuela Uhl (Senta), Wilhelm Schwinghammer (Daland), Kristian Benedikt (Erik), Itxaro Mentxaka (Mary), Roger Padullés (Steuermann). Coros: Opera de Bilbao y Easo. Orquesta: Sinfónica de Bilbao. Director de escena: Guy Montabón. Director musical: Pedro Halffter. Producción: Theater Erfurt.
Hacía 31 años que esa hermosura lírica wagneriana no era programada por ABAO y, ¡voto a bríos!, la espera mereció la pena y no defraudó en casi nada. Por culpa de ese casi no hubo un rotundo Cum Laude, pero por muy poco, principalmente achacable a determinados desarrollos escénicos en la conceptuación directora. De entrada la configuración escénica desconcierta al plantearse el espacio dentro de una amplia sentina de un barco de 16 metros de manga, donde transcurre todo, tanto la cotidianidad de Senta (presentada en el primer acto con un infantilismo impropio), como el abordaje -en avería gruesa- de la nao del Holandés. Esa sorpresa inicial se va convirtiendo, durante el transcurso de la trama, en un verdadero personaje, que va adquiriendo enteros para el espectador, gracias a un muy acertado diseño de iluminación, donde el rojo vivo ilumina la proa de fantasmagórico buque invasor, creando un poderoso impacto visual. La escenografía del barco terminó convirtiéndose en una rotunda jarcia donde todos los demás humanos cantantes tenían su por qué, pese a la ausencia de rueca alguna en el coro de las hilanderas, o la ausencia de los marineros en el acto III, cantando aquellas y éstos a través de unos pequeños tambuchos por los que solo se apreciaba o suponía la existencia de las cabezas de ellas y de ellos, pese a lo cual no hubo perdida alguna de acústica.
En el terreno musical la Sinfónica bilbaína tuvo un trabajo duro pero de satisfactorio resultado. La batuta del ya no tan joven Halffter fue correcta, más preocupado por el foso que por las tablas, y con algún despiste en la concertación con el coro de arriba, ya que con el de abajo (al lado derecho del respetable), integrado por las voces varoniles del donostiarra coro Easo, todo estuvo bien cuadrado, cumpliendo el cometido de la marinería fantasmal con una calidad muy digna de elogio.
No ha de existir duda que, en el actual momento de la rosa de los vientos lírica, el galés Terfel es El Holandés por antonomasia. Voz rotunda, llena de sutilezas, empleándose a fondo en la expresividad del texto cantado, dominando -con su envergadura- plenamente la escena cuando se encontraba en ella. Ya dejó fijado su marchamo de calidad en el terrorífico soliloquio del recitativo inicial Die Frist ist um, impecable en los reguladores de intensidad, y empleando un especial tratamiento de intimidad en la emisión de voz en la belleza que es su cuasi aria Wir sie mein Engel sein; y qué manera de cantar su postrero desgarrador Erfahre das Geschick, vor dem ich dich bewahr?. La muy famosa aria de Senta resultó un dechado de calidad tímbrica, generosa entrega y dulzura de dicción en la voz de la soprano alemana Uhl, demostrando que su dominio del personaje está construido sobre un seguro calado. Correcta la voz del bajo teutón Schwinghammer, que requirió una mayor dedicación en el trabajo su presencia escénica. Preciosa, llena de luz, la voz del tenor lituano Benedikt, trasmitiendo un especial valor tímbrico. La seguridad de la mezzo vasca Mentxaka, conservando -ya pasados los 34 años- una calidad armónica de la que solo caben loas y felicitaciones. Para hacer el papel del timonel hace falta un cuajo de voz, sobre todo en la proyección, de mayor trasluchada que la que presentó Padullés. Manuel Cabrera
Últimos comentarios